¿Y EL PERONISMO DÓNDE ESTÁ?

 

Imagen tomada de internet

*Por Pablo A. Vázquez

Estos meses libertarios dieron para todo: ajustes, debates, insultos, reacomodamientos, desconcierto y silencios, sobre todo esto último por parte del peronismo.

La derrota electoral, la falta de conducción y la (peor) derrota cultural y mediática -Alberto mediante - se prestan a un análisis apresurado de las contradicciones del actual tiempo político que vivimos.

Están quienes desean superar el corsé del peronismo (para ser plenamente un grupo progre de izquierda o derecha) o aquellos aferrados a una visión osificada del mismo como derechistas lúmpenes. En ambos casos se carece de una visión de futuro, ya que priorizan la conveniencia personal o de grupo, según se pretenda retomar el poder perdido desde los que añoran la “década ganada”, o plantearse como gente de Trump/Villarruel en versión peronista.

Esto es, a grandes pinceladas, seguirle el juego a la reacción y entrar en una falsa antinomia cuando el eje de discusión es apuntalar un frente nacional multisectorial con un proyecto claro y una conducción inobjetable, cosa que hoy carecemos.

En especial porque los jovencitos nostálgicos gorilas mileistas – si hay algo que uno debe reconocerles – es que tienen en claro que quieren y a donde deben atacar.

Hay una degradación de la simbología y representaciones de lo que supuestamente identifica al peronismo, dejándonos sus representaciones vacías, donde se necesita un proceso de resignificación, reconstrucción y replanteo de que se quiere hacer.

En cuanto a cierta dirigencia del PJ y la CGT – no todos, por suerte - con su actitud de rosca, pataleo condicionado e intento de generar alguna opción contra Milei a regañadientes, provocan más un desánimo y desorientación en la militancia, los cuales saben que algunos deben ir a cuarteles de invierno, ya que hoy son salvavidas de plomo.

La dirigencia referenciada en el peronismo representa una paradoja y contradicción, ya que en ella convive la evocación emotiva de logros concretos hacia el Pueblo durante los gobiernos de Perón y como fuerza resistente contra las dictaduras y pseudo democracias de turno; y, al mismo tiempo, provee a sus adherentes y militantes de una capacidad infusa de actuar y sobrevivir políticamente en la lucha electoral y la conservación de cargos que superan cualquier circunstancia histórica. Pero hoy no atinan a dar respuestas concretas frente a la realidad social -cosa clara en la derrota electoral, donde muchos no se sienten escuchados por esa dirigencia- y al avance  -letal pero efectivo- del gobierno de Milei, certero como los palazos sufridos por los jubilados días pasados en la Plaza de los Dos Congresos.

A modo de ejemplo, en la red social “X”, las cuentas de los PJ nacional, de CABA y bonaerense nada dijeron de la represión sufrida por los jubilados, pero, paradójicamente, se acordaron algunos de la declaración de Los Derechos de la Ancianidad, proclamados por Evita el 28 de agosto de 1948, misma fecha que eran apaleados los representantes de la tercera edad por la policía. Salvo alguna declaración aislada de dirigentes y legisladores, no hubo un repudio organizado. La excepción la dio la CGT que, se le puede criticar que aún no llame a un paro, pero inmediatamente sacó un comunicado de repudio por la violencia policial.

¿Dónde están los dirigentes peronistas acompañando a los viejos y viejas? Algunos están rosqueando por los jueces de la Corte Suprema, otros coqueteando con la vicepresidenta, y algún dirigente porteño medio dormido declarando a la prensa que “no se puede hacer nada” y que “intentan rosquear algo”, al mejor estilo Luis Juez…. ¡Una vergüenza!

Hoy el Partido Justicialista en el ámbito nacional se debate en ser un barco a la deriva donde todos permanecen, pero nadie quiere tomar el timón para llevarnos a algún rumbo compartido, sino que estamos guiados por la buena de Dios.

Esta situación hace que los compañeros perciban la falta de conducción, donde los popes potencian el papel electoral del partido -el único que le cabe-, con miras a las elecciones legislativas del 2025, pero en detrimento de la participación de los militantes y sólo como cobertura de arreglos de cúpula, cual los partidos profesionales electorales.

Así intereses locales de gobernadores e intendentes que se acercan a Milei -aunque eficaces para el corto plazo- desplazan la idea de un proyecto peronista con dimensión nacional, siendo un “sálvese quien pueda”, teniendo la similitud de los partidos Demócrata y Republicano de EE. UU. con fuertes liderazgos distritales y estaduales, pero con una jefatura central solo requerida para convalidar sus convenciones y primarias cada 4 años cuando aparece la elección presidencial.

Todo este planteo no nace de la desesperanza del derrotado sino de la presunción del militante, de aquel que tiene batallas perdidas pero una guerra por seguir. Y esa acción debe plantearse de forma positiva, altiva, inteligente, convencidos de nuestros valores y nuestras valías para generar un proyecto actual y que le sirva al pueblo argentino.

Veo la necesidad de “recuperar” nuestro lenguaje como primer paso del reconocimiento de nuestra identidad y la primera herramienta del cambio revolucionario, el cual fue vaciado de contenido en estas décadas.

Decirse peronista equivale a convivir con imágenes, códigos y reglas propias que lo hacen a uno entender la realidad, y elabora una teoría política realista y posible, para un pueblo desencantado de la “casta”, donde fuimos incluidos. Ser peronista es volver a un nosotros, en tanto “nosotros” es corporizar un proyecto serio, transmitiendo correctamente la centralidad de la política como factor de cambio, sea Axel, Cristina, Quintela, Moreno, Grabois o el líder que se consolide.

Por eso cantar “la” marcha debe ser un hecho liberador y no una loza para sepultar las disidencias. Las 20 verdades deben ser revalorizadas para entender un cambio posible y no el pedido de recitado para marcar el “peronómetro”.

Las imágenes de Perón y Eva deben servir para motivarnos al trabajo y no como estampitas iconográficas de un museo y restaurantes palermitanos.

Podemos plantear mil conferencias sobre lo “nacional” y quedar en un grupo selecto sin jugarse por una organización que nos trascienda, o podemos hacer “basismo” sin darnos una estrategia realista de poder.

¡Ambas respuestas son bastardas con el destino nacional… estamos para más!

Y con nuestra identidad firme y un proyecto claro, consensuado y real, podremos, sí, superar al enemigo, a Milei y a los factores de poder que están detrás de él, que son el peligro real, los que buscan dividirnos para debilitar el campo nacional.

 

*Lic. en Ciencia Política; Editor Ida  & Vuelta Medios

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