GENOCIDIO CRIMINIS CAUSA

 

Imagen tomada de internet

30 de Agosto – Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas

Recordando especialmente a aquellos que fueron secuestrados y desaparecidos ilegalmente por el Estado durante la última dictadura militar en Argentina.

 

*Por Ludmila Chalón

Las voces negacionistas y apologistas de la última dictadura militar argentina nunca se ausentaron de la opinión pública ni de la vida política del país en democracia. Hoy, parecen recuperar su resonancia de la mano de una derecha filo castrense.

Acuarteladas por años, han intentado instalar una lógica discursiva a través de la teoría de los dos demonios, una falsa disyuntiva que equipara el accionar civil con el del Estado. Solo en la mayor de las ignorancias jurídicas e históricas puede crecer esta semilla fertilizada con sangre.

En un nuevo embate desprolijo, la militancia de la crueldad busca maquillar las atrocidades de los responsables de estos crímenes bajo un disfraz de “héroes de la patria”, hoy unos pobres viejitos  que hace no tanto “salvaron a Argentina del caos”.

La violencia política y social en expansión, que llenó cientos de páginas de libros de historia y periódicos en las décadas de los ´60 y ´70, no solo perteneció a un contexto local sino también internacional, donde innumerables grupos abrazaron la guerrilla como modo de hacer política. 

El institucionalismo clásico perdía fuerza no solo a nivel militante sino también a nivel estatal en muchos puntos de nuestro continente. Sin embargo, la magnitud, extensión y excesos del proceso represor en nuestro país fueron desgarradores para el tejido social, institucional y económico de Argentina.

Para muchos, las víctimas del terrorismo de Estado entre 1976 y 1983 son merecedoras de su destino. Para algunos, incluso la apropiación y sustitución de identidad de cientos de bebés y niños, hijos de esas víctimas, cobra sentido viendo el “prontuario” ideológico de sus padres.

Lo que es difícil de comprender es porqué la neutralización de los “subversivos” extendió un régimen por siete años, cuando, al inicio de este desgobierno, ya se habían desarmado los focos de conflicto armado más importantes del país y, para 1977, los informes de estos mismos perpetradores del horror hablaban del éxito rotundo del exterminio que habían venido a ejecutar. 

Hay que ser muy ingenuo para pensar que el régimen tenía un solo objetivo al tomar el poder por la fuerza. Su extensión en el tiempo y su vocación de inmiscuirse en todos los rincones de la política nacional son pruebas suficientes para comprenderlo.

El objeto “subversión” fue la excusa y el canal donde miles de sádicos dejaron volar sus gustos por la tortura. La dictadura buscó aniquilar ciertas expresiones políticas, pero sobre todo cualquier resistencia a su siniestro y deliberado plan entreguista, desindustrializador y empobrecedor. Utilizó el terror y la violencia para mantener y expandir su poder y ejecutarlo.

Los genocidas que hoy algunos intentan rehabilitar como “héroes” no solo torturaron y asesinaron, sino que también se convirtieron rápidamente en burdos ladrones y extorsionadores, aprovechando la ausencia de ley para apropiarse de bienes y propiedades de cientos de argentinos, que representaban cifras millonarias.

Todo aceitado con el engranaje financiero creado por la pata económica del modelo genocida. El entonces ministro de economía Martínez de Hoz, sostuvo condiciones de manejo de capitales muy cómodas, que permitían que este robo patrio pudiera ingresar al sistema, al mismo tiempo que los cómplices civiles comían de esas mismas mieles para hacer negocios y tomar deuda privada que luego jamás pagarían.

Este proceso de corrupción no fue un simple abuso de poder, fue el pilar central del régimen, que permitió a sus líderes y cómplices enriquecerse a expensas del sufrimiento, la extorsión y el abuso de miles de argentinos. 

Sin embargo, este legado de corrupción y violencia sigue vigente en nuestra sociedad. Los responsables de estos atroces crímenes, aunque han sido condenados por sus violaciones a los derechos humanos, nunca enfrentaron un juicio por el enriquecimiento ilícito que obtuvieron durante esos años oscuros. 

Por otro lado, las grandes fortunas de apellidos reconocidos que se beneficiaron de este saqueo espurio continúan siendo actores centrales en la economía argentina. Protagonistas coquetos del coloquio de IDEA, con finos trajes confeccionados a base de sangre y corrupción, siguen influyendo en la economía y la política del país. 

Nadie pareció recordar en 2015, por ejemplo, que el candidato ganador fue un niño rico, mucho más rico desde 1976 en adelante.

Aunque se ha logrado juzgar a los principales responsables de las Juntas Militares, y este acto ha sido reconocido internacionalmente por su valor y ha significado un paso crucial en la consolidación de nuestra democracia, nunca hemos logrado llevar a cabo el merecido juicio colectivo que necesitamos para frenar a estos vulgares ladrones de la patria, que no solo han hurtado bienes materiales, sino también la robustez política y popular que nuestro suelo supo tener.

Haber desarmado el aparato castrense represor fue solo un hilo del cual empezar a tirar para garantizar el estado de derecho que nos merecemos como nación, porque el genocidio político-ideológico se concretó a través de la continuidad de un poder económico corrupto que sigue operando en las sombras, a costa de nuestra soberanía y el bienestar de los argentinos.

Continuar la lucha discursiva y política es el único medio por el cual algún día haremos caer caretas  impolutas que ocultan detrás lamparones de sangre argentina que corrió por odio y avaricia. 

Para sanar, nuestra única opción real será buscar la integralidad de la justicia, que no solo condene la violación a los derechos humanos, sino que también sea capaz de desmontar las estructuras de poder y riquezas construidas, que siguen ejerciendo poder con los mismos métodos apenas maquillados: la corrupción, el odio y el terror.

 

Genocidio Crimini$Cau$a

 

La destrucción de la matriz productiva del país y el empobrecimiento deliberado de la sociedad fueron otras herramientas de sometimiento social que la dictadura genocida ejecutó de la mano de los grandes empresarios del país. 

La precarización de la calidad de vida de la gente aseguró mano de obra barata. 

La sustitución de importaciones cumplió un rol fundamental en el desguace del aparato productivo nacional. Permitió la venta de recursos y fábricas a precios de remate.

Absolutamente todos los índices relevantes para construir prosperidad económica y bienestar social empeoraron en el período entre 1976 y 1983. Incluso después de haber recuperado el “orden” en el territorio nacional.

Desempleo: En 1975, el nivel de desempleo en Argentina era de aproximadamente el 4,2%. Para 1983, había aumentado al 6%.

Pobreza: En 1975, se estima que la pobreza en Argentina afectaba a alrededor del 5% de la población. Para 1983, con el impacto de la dictadura y las políticas económicas regresivas, había aumentado significativamente, afectando al 18% de la población.

PBI per cápita: En 1975 era de aproximadamente 4700 USD. Para 1983, había disminuido a 3900 USD, reflejando la recesión y la caída de la actividad económica y productiva del país durante la dictadura militar.

Desindustrialización: Desde 1976 hasta 1983, se estima que la producción industrial cayó en más de un 20%, con la pérdida empresas nacionales y una mayor dependencia de importaciones.

A simple vista, podemos concluir que el desempeño económico de la última dictadura militar fue un fracaso. Pero no nos equivoquemos, ninguna de estas variables fue erróneamente devaluada. En ese entonces, y hoy, una Argentina de rodillas es el objetivo, es el éxito (de unos pocos).

 

*Politóloga

 

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