SER ≠ TENER

 

Franco Saulle - Trader | Imagen tomada de internet

*Por Ludmila Chalón

Un joven de 19 años fue hallado muerto en las últimas horas. El joven se desempeñaba como trader, vendía cursos, hacía inversiones y mostraba una vida de lujo a su corta edad. Ese aparente éxito se expresaba en ostentación y mentorías que prometían ganancias extraordinarias, una vida holgada y divertida, un contenido que cada vez se hace más presente en redes.

El joven asesinado parecía ser una promesa; sin embargo, una serie de malos manejos de dinero y una aparente estafa millonaria lo llevaron a encontrarse frente a frente con sus verdugos, en un ajuste de cuentas que terminó con su vida.

En las redes sociales, ambiente natural donde proliferan estas promesas de las finanzas y las criptomonedas, la noticia pegó fuerte. Son cada vez más los chicos que se ven metidos en estas dinámicas cositortianas, ya sea como proveedores del servicio o como consumidores del mismo. El debate de esta semana fue si el joven asesinado era un delincuente o simplemente un chico que tomó malas decisiones.

Es curioso ver en un espacio como Twitter (X), ambiente donde prolifera la crueldad desde hace tiempo, a cientos de personas lamentarse por la pérdida de un joven delincuente, cuestión que el resto del año se festeja.

Pero en esta nota no caeremos en simplismos analíticos. Son evidentes los sesgos que atraviesan tanto a la opinión pública como a la justicia, lo cual explica sobradamente los motivos por los cuales las cárceles están llenas solamente de pobres, y por qué se lamenta una pérdida rubia y no una morocha.

Si bien es difícil disuadir una cuestión tan arraigada como el clasismo en la cultura de la República Argentina, podemos comenzar a preguntarnos cómo cuidar a los chicos y evitar que caigan en esta lógica perversa que los lleva a pensar que la única manera de ser es tener.

Ya sea robando un celular o vendiendo una estafa, la lógica detrás de los delitos en jóvenes parece ser la misma: una ausencia de proyecto a futuro y de contención moral y familiar, donde la plata fácil parece ser la respuesta que viene a llenar carencias que nos olvidamos de cuidar como sociedad mucho antes.

La humanidad sesgada que aparece para lamentar la muerte de un trader y desear el castigo cruel a un ratero de poca monta puede ser uno de los hilos desde donde empezar a tirar para comprender que “el miedo a ser pobre/no tener éxito” es una de las razones que minan de inmoralidades las acciones de cientos de personas alrededor del mundo.

Cuando el discurso que prolifera cotidianamente ubica a las personas de bajos recursos como subhumanos, parásitos de las finanzas públicas y otras atrocidades, la aporofobia nubla el juicio, tanto para pobres como para ricos. Huir de la pobreza, huir del fracaso económico, es algo a conseguir a cualquier precio, incluso la vida.

Este caso nos tiene que llevar a poner sobre la mesa qué valores le estamos transmitiendo a las nuevas generaciones, que criadas en una villa o en un barrio privado, no están pudiendo ver que el éxito no sólo está atado a la acumulación de bienes materiales.

Al final del día, enterrar una vida tan corta es una herida que sangra la Argentina y que debemos sanar preguntándonos cómo podemos construir una sociedad que ofrezca caminos saludables, psicológica y moralmente, para que todos los jóvenes puedan proyectar alcanzar sus metas y evitar caer en esta perversa trampa donde la vida tiene precio.

Debemos despojarnos de la inhumana lógica que nos lleva a creer que el valor personal depende únicamente de lo que se posee.

 

*Columnista

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