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Imagen tomada de internet |
*Por
Florencia Bravo Heller
Los y las militantes
del Campo Nacional y Popular, continuamos hace días con la resaca del Alberto
Gate, una especie de duelo en slow motion repleto de bifurcaciones. Cuando
parecía que no podíamos estar peor, en este clima de debacle político, quien
fuera nuestro ex presidente partidario, ahora es denunciado penalmente por su
ex pareja acusado de violencia de género.
En ese contexto y ante
la falta de conducción partidaria (porque para empeorar la situación, el
Presidente, es el propio victimario) no hubo estrategia comunicacional, pero sí
coincidencia: reivindicar al feminismo ante la ofensiva conservadora.
Desde que este asunto
se convirtió en agenda, en primera instancia, es menester aclarar que la
violencia machista no puede ser entendida como propiedad exclusiva de un
partido político, como la agenda setting nos pretende imponer. La violencia de
género es transversal a todo sesgo de clase, pero en ámbitos de poder, se
refuerza aún más. Lo segundo, es que quienes provenimos de espacios feministas,
deberíamos unánimemente, reafirmar nuestra convicción política de no cuestionar
tiempos, respetarlos y fundamentalmente creer siempre en la victima; porque las
que tenemos procedencia popular, entendemos que aquí no hay presunción de
inocencia que valga: en el barrio se aprende que a quienes padecen violencia de
género, se las acompaña siempre, sin exponerlas ni revictimizarlas.
Dicho esto y bajo la
misma línea argumentativa, si partimos de la base que es imposible no
comunicar, Alberto Fernández resulta entonces doblemente peligroso y violento,
porque con su comunicado refuerza la violencia psicológica, física, económica y
reproductiva que denuncia la víctima. Por consiguiente, ni fue el primer
Presidente Feminista, ni “tiró el Patriarcado”. Alberto Fernández es
indefendible en términos de gestión y es inapelable posterior a este hecho.
Y sí, nos salió caro
elegir al peor de los nuestros, pero es de obtuso seguir corriendo al
feminismo, culpabilizándolo por esto, porque todo aquel que haya seguido el
proceso político entenderá de construcción y alianza electoral coyuntural. En
consecuencia, lejos de invalidar las conquistas de las mujeres, no solo no las
desacredita, sino que las refuerza. Estéril queda así el salto argumentativo de
la oposición, que no obtura nuestro debate feminista, como tampoco lo hace un
mediocre “che pibe” al que hicimos presidente, porque el peronismo sigue siendo
la única fuerza política que a lo largo de los años ha ido ampliando la arena
política en materia de derechos, laborales, sociales, civiles.
Valga recordar, por
otra parte, que ninguna violencia puede ser utilizada para entretener. La
violencia no es chisme. Ni los medios demuestran honestidad intelectual,
masticando morbo y exponiendo a mujeres, con el solo objetivo de tener la
primicia, con escaso rigor y ética; ni el arco político detenta fairplay,
remarcando la distopía del gobierno de Javier Milei, porque si, son los mismos
que siempre dudaron y se mofaron cada vez que una mujer denunciaba violencia de
género y hoy hacen de este tema bandera para perseguir intereses políticos,
para continuar perpetuando su agenda antiderechos sin límites, desmantelando
espacios que asisten y acompañan a las víctimas.
La batalla cultural no
está perdida. Desde el primer día se cansaron de mandarnos a hacer autocrítica.
Autocritica hacemos desde que Herminio Iglesias quemó el cajón. Ahora bien,
mientras en esa autocritica disfrazada de tibieza, muchos “compañeros” corren
aliviados a despegarse de Alberto, yo, que en la revolución de las girondinas,
siempre me creí jacobina, considero más oportuno y digno el silencio, que un
despegue desaforado cual progre intelectual marco teórico Peronista.
Vamos a pasar muchos
días creyendo que es 26 de diciembre, tratando de arreglar la casa después de
las fiestas y del tremendo desastre que queda, pero es necesario porque hay que
rompernos para saber de qué carajo estamos hechos. Es cierto, el sujeto social
que pretendemos conquistar hoy es distinto, y esa precisa dificultad es la
narrativa para nuestra reinvención. Hablar poco de las cosas, nada de las
personas, y mucho de las ideas.
¿Dónde están las
feministas? Aquí, haciéndonos cargo de hasta lo que no nos corresponde, también
en las plazas, en las calles, en los barrios, en las marchas, en merenderos,
para resistir las políticas de ajuste de este gobierno hambreador y violento. Y
ninguna le debe rendir pleitesía a ningún funcionario circunstancial que diga
representarnos ni menos pedir perdón por sus acciones, porque este es el legado
que nos dejó Eva Duarte, Juana Azurduy, las Madres de Plaza de Mayo, Norma Pla
y de todas las que pusieron de rodillas las políticas neoliberales.
Que me perdone Jauretche
Y De Maistre, porque no creo que todos los pueblos tengan los gobiernos que se
merecen, no nos merecimos el que nos precedió, tampoco el de hoy. Los violentos
seguirán lloviendo en cascada, y ahí radica nuestro eterno desafío, más y mejor
organización. Los violentos de ayer y los violentos de hoy no van a limitar
jamás nuestras prácticas ni van a definir nuestras agendas.
El movimiento político
que constituyó la virtuosa experiencia concreta de vínculo Estado y Sociedad,
se va a reconstruir, si entendemos que la sociedad no eligió correrse a la
derecha, el Peronismo se ha corrido de la sociedad. Hay que asumir al pueblo
que hoy tenemos y no al que nos gustaría tener. Las luchas por venir deberán
reposar sobre nuevas bases y menos melodías. Y la política Argentina se va a
purgar el día que se indigne genuinamente antes de que las cosas salgan a la
luz, de lo contrario seguiremos perpetuando el patriarcado, la deshonestidad,
la corrupción y la desigualdad.
*Analista política.
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