1ERO ARGENTINA Y 2DO…

 

Imagen tomada de internet

*Por Ludmila Chalón

El colonialismo tradicional ya no hace sus apariciones con virreyes y mitas pero sus inmorales hilos no han dejado de tironear las economías el desarrollo social y político de regiones enteras del planeta tierra.

Aunque algunos corremos con la “suerte” de ver inmiscuirse en nuestras economías y procesos políticos las formas más discretas, otros más desdichados, no cuentan con la misma fortuna y los entramados que atan de pies y mano su soberanía, son mucho menos disimulados.

África, tierra rica en recursos y culturas, fue el continente más castigado por el colonialismo moderno. Para cuando las primeras naciones americanas se ponían de pie como países libres, nuestro vecino del otro lado del Atlántico comenzaba a andar la explotación inmoral y destructiva sobre sus recursos y su población.

La confirmación de los Estados “modernos” europeos llegaba con mano de hierro al contiene africano a desposeer de autonomía, riquezas y dignidad a sus habitantes.

Para cuándo Argentina llevaba más setenta años de haber abolido los títulos de nobleza y promulga la libertad de vientres para que los hijos de las esclavas nacieran como hombres libres, el Emperador Leopoldo II desembarcaba en Congo para derramar ríos sangre sobre preciosos e invaluables diamantes extraídos de las minas de este país, o los tan entretenidos zoológicos de humanos  que los belgas podían disfrutar en alguna una amena tarde de paseo.

Pero no la primera, ni la segunda Guerra Mundial lograrían acabar con el colonialismo europeo en África. Los procesos de descolonización llegarían en los años ´60 y la estabilidad política y social para asentar definitivamente estas naciones, muchos aun la están esperando.

Las consecuencias de sus acciones marcaron para siempre a la cultura y la paz social. Desde los idiomas y tribus desaparecidas, hasta el génesis sociopolítico del genocidio de Ruanda, el siglo XX sangró hasta su última década sobre África las heridas causadas por la colonización.

La salida de los europeos del continente africano parece ser un deseo más que  una realidad hasta el día de hoy. Son catorce países africanos los que por ejemplo, todavía conservan una moneda impuesta por Francia que controla de manera unilateral su emisión y su valor desde el tesoro galo.

El franco FCA lleva ochenta años de vigencia. Ni el final de la segunda Guerra mundial, ni el proceso de descolonización, ni los intentos de regular la influencia de esta moneda de los últimos años, han logrado desarmar la dinámica de falta soberanía económica y control de recursos de exportación que Francia impone a través de este señoreaje sobre sus ex colonias africanas.

Con esta potestad unilateral del manejo de la moneda que conserva Francia, el Franco FCA en 1994 sufrió una devaluación significativa que cambio para siempre el rumbo de la historia de los migrantes del mundo.

Lo que Francia llama “estabilidad” e “integración al comercio mundial” maquilla la realidad de dependencia y usurpación de riquezas que profundiza la inestabilidad política y social de estas naciones que a su vez, alimentan el apremio mas profundo y doloroso que atraviesa a estos países: la pobreza.

Está triste situación expulsa desde hace años ciento de miles de migrantes, que abandonan sus tierras en búsqueda de un destino mejor. Muchos de ellos mueren a causa de las travesías inhumanas que les tocan atravesar hasta llegar a las anheladas tierras del primer mundo.

Una vez allí, de haber arribado con vida, en el mejor de los casos lograra ingresar de manera legal, algunos serán deportados, otros lograrán sortear los controles y se integrarán a la sociedad de forma ilegal.

Y años después sus hijos vivirán en carne propia el dolor de ser un foráneo en su propia tierra. Se encontraran siendo hijos naturales de esa tierra, con la discriminación y el desprecio de gran parte de la sociedad y la política, que no tardara en encontrar un catalizador que les permita usarlos de chivos expiatorios de las crisis económicas o humanas que le toquen atravesar.

Cuesta comprender después de este breve recuento de la situación histórica y actual de la dinámica colonial europea sobre África, la crueldad que muchos estados mejan hasta el día con sus ex colonias, y sobre todo con la población que albergan producto de la destrucción de las economías, las culturas, las oportunidades de desarrollo y la paz de esas naciones.

Pero más cuesta entender que mientas Francia le prohíbe a una atleta olímpica francesa representar al país por solicitar usar un hiyab para competir en los JJOO que se celebraran en París en los próximos días; o que la pobreza del país galo está integrado por afrodescendientes de una forma significativamente superior a la proporción poblacional que los negros tienen en la distribución étnica del país. Busque justicia deportiva por la cantito desafortunado que un jugador de la selección argentina tuvo dentro de un vestuario en un contexto de festejos.

Cómo se lee al principio de esta nota: el colonialismo tradicional ya no hace sus apariciones con virreyes y mitas, pero sus inmorales hilos tampoco han dejado de tironear las discusiones de los países periféricos.

Análisis y recetas políticas carentes de contexto local, sistemas de administración del Estado y del gobierno importados y divisiones ideológicas pobres para explicar las complejas tramas de los movimientos nacionales latinoamericanos, son algunos de los flagelos intelectuales que tenemos que soportar a diario por parte de los europeos y los norteamericanos.

Creo compatriotas, que está de más también cargar, como chivo expiatorio, con las culpas raciales de países que piden respeto por las personas que todos los días segregan en sus territorios y condenan a la miseria en sus ex colonias.

Argentina tiene severos problemas vinculados al clasismo y la postergación  de ciertos sectores sociales, pero el racismo estructural no es una problemática institucional de país que proporciona residencias, acceso a la salud y a la educación publica a todos los ciudadanos del mundo que se acerquen a  esta tierra. No necesitamos dejar que se meta en nuestros debates, la cola de paja  que nos arrastran desde el norte.

*Politóloga

Comentarios