PERÓN: 50 AÑOS DE SU PASO A LA INMORTALIDAD

 

*Por  Lic. Pablo Adrián Vázquez

La política en la antigua Atenas y en Roma, se basó en una idea de comunidad, que se amplió en el Medioevo al tener a Dios como eje del pensamiento. La irrupción del Cristianismo amplió las miras comunitarias, al desarrollar su participación dentro de una hermandad universal. San Agustín, define al pueblo como “un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidad de objetos amados”, otorgando un sentido cristiano y humanista al concepto comunitario.

Los primeros gremios, como el nucleamiento de sujetos poseedores de un saber único aplicado al mundo laboral y a las artes más elevadas, sumaron al sentido comunitario la valoración del trabajo, donde el estatus se daba según la función que uno desarrollase, teniendo como finalidad el “Bien Común”, planteado por Santo Tomás de Aquino.

La modernidad cambió el eje filosófico-político, siendo el hombre y sus actividades materiales lo prioritario, jerarquizando el comercio y la actividad mercantil, desnaturalizando el sentido comunitario y propendiendo a un esquema de sometimiento.

La acción gremial original dio paso a la reivindicación por la acción deshumanizante del Capital, tomando esas banderas los movimientos socialistas y comunistas, pero enmarcados en la idea de revolución proletaria. En tanto, las encíclicas papales y la Doctrina Social de la Iglesia reconocieron a los gremios como base de la comunidad, al ser ellos genuinos representantes por estar investidos del poder dado por el trabajo.

Los sindicatos, en paralelo, reclamaron una justa distribución de la riqueza, respeto en las condiciones laborales y dignificación del trabajador ante el Estado, buscando nuevos caminos para volver a su integración comunitaria.

En nuestro país, tras el triunfo sobre Juan Manuel de Rosas el federalismo, se instauró una república liberal oligárquica, donde el sufrimiento del trabajador y del desposeído, tal como testimonió José Hernández en el Martín Fierro, fue moneda corriente. Si bien con Hipólito Yrigoyen hubo avances y retrocesos en materia laboral, sería a través de la Revolución del 4 de junio de 1943, donde el coronel Juan Domingo Perón comenzó a replantear la situación del movimiento obrero argentino y a pensar, en la posguerra, un modelo de país soberano para salir de la dependencia impuesta por el imperialismo.

En la formación del creador del justicialismo confluyeron la escuela estratégica de militares argentinos y europeos, el pensamiento liberal, la influencia nacionalista conservadora, el nacionalismo popular de FORJA, así como la Doctrina Social de la Iglesia, las Encíclicas Papales y las obras de Jacques Maritain. Y tuvo su correlato, además, en la palabra y acción de Eva Perón, su esposa, compañera y fiel ejecutora del ideario nacional justicialista, tal como se explicitó en sus discursos y mensajes.

Descubrir la obra de Perón, por parte de las jóvenes generaciones, como su relectura para aquellos que vivieron su época, explicita la importancia de los textos que produjeron, sea Perón desde sus años como docente en la Escuela de Guerra del Ejército, sus discursos y textos durante sus primeros gobiernos, sus cartas y mensajes durante su exilio, y tras su retorno en los años ’70, su testamento político evidenciado en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional de 1974, como base de estudio de aquel que desee comprender la vida política de la Argentina del siglo XX y su proyección en el nuevo milenio. Así como se reflejó en la breve pero intensa labor de Evita en su Fundación, en favor del voto femenino y en la organización política de las mujeres argentinas, interactuando plenamente con él. También Isabel, ignorada y silenciada en estos años, que tuvo un compromiso sin par.

El pensamiento de Perón muestra, a quien accede a sus obras por primera vez, a un conductor y estratega, en su faceta de político y, sobre todo, de docente. Como todo autor clásico, tiene respuestas para el presente y la posteridad. Haciendo, sí, hincapié, en su inquebrantable fe en el pueblo argentino, teniendo al movimiento obrero organizado como columna vertebral de su proyecto de nación justa, libre y soberana.

Esos lineamientos de fe, acción y razón hoy se encuentran hoy visibles en el magisterio de Francisco. A modo de ejemplo, la encíclica Laudato Si de 2015, está vinculada con el Mensaje a los Pueblos que Perón lanzó en 1972 sobre la cuestión ecológica, tema que retomó en su Modelo, donde la exhortación “Argentina es el hogar” confluyó en estos años con “La Tierra es el hogar” de Laudato Si, explicitando continuidades insoslayables.

Frente al progresismo de izquierda desintegrador, el neoliberalismo esclavizador y la reacción conservadora y/o de derecha radical deshumanizante, que padecemos en nuestro país en estos tiempos, hay dos puntos de resistencia. Uno es el compromiso del Papa, donde Francisco resiste casi en solitario; y otro se encuentra en la palabra y ejemplo de Perón, para poder entender y enfrentar estos temporales.

La posibilidad de reencontrarnos con nuestro lenguaje, desde nuestra tierra y nuestra cultura, como primer paso del reconocimiento de nuestra identidad, tiene en los textos y obra de Perón una herramienta fundamental.

A 50 años de su paso a la inmortalidad su legado se debe estudiar, difundir y defender. Sólo una acción política, en base a unidad, solidaridad y organización, dará fortaleza a nuestro espíritu, y con nuestra identidad firme, estaremos capacitados para superar las adversidades de este modelo anarcocapitalista.

 

*Editor Ida & Vuelta Medios

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