*Por Santiago “Coco” Plaza
Sí, cincuenta años de
su partida. Aquel mediodía del 1º de julio de 1974, el comunicado fue: "Perón
ha muerto".
Presintiendo su
propio deceso, el 12 de junio lo dejó entrever en su discurso último desde el
balcón de la Casa Rosada; y en gesto de agradecimiento ante tanta presencia en
la Plaza de Mayo, dirigiéndose a la multitud convocada en esa oportunidad por
la CGT, dijo aquella frase célebre que quedó grabada en la historia: "Yo
llevo en mis oídos la más maravillosa música, que es para mí la palabra del
pueblo argentino".
Por entonces el General contaba con 78 años; según médicos llevaba
algún tiempo con una isquemia coronaria. Durante las primeras horas de ese 1°
de julio empeoró su cuadro clínico, aunque había mostrado ligero mejoramiento,
por el cual pudo pasar de su cama a un sillón del amueblamiento. Ya el
presbítero Héctor Ponzio, que era capellán del Regimiento de Granaderos, le
había dado la extremaunción. Norma Baylo -la enfermera que lo cuidaba en esos
momentos- cuenta que Perón le había dicho aquella mañana y antes del deceso: “esto
se acaba”, como últimas palabras. El General fallece y momentos después, su
cuerpo fue llevado a la capilla que se encontraba en la misma residencia
presidencial de Olivos.
Luego
fue vestido con uniforme militar y se lo veló allí hasta temprano del día
siguiente; para ser trasladado a la Catedral Metropolitana donde se celebró una
misa de cuerpo presente. Más tarde, flanqueado por los Granaderos sería
trasladado al Congreso Nacional.
Para
despedir al Gral. Perón, se congregaron más de un millar de almas en la
plaza y el Congreso, donde fue velado a cajón abierto. Cabe señalar que fue
impresionante la multitud que acompañó al cortejo fúnebre a lo largo de las
avenidas Callo y del Libertador para rendir homenaje. También se vio la
presencia de políticos, sindicalistas y referentes de los más variados ámbitos.
Fueron a saludar y expresar condolencias a la viuda de Perón, como también
aquellos que no comulgaban ideas con el peronismo de entonces, entre los que
cabe señalar a su opositor histórico, el radical don Ricardo Balbín. Después de
tres días allí, fue trasladado al Cementerio de la Chacarita. Ya en el año 2006 el cuerpo del
General fue llevado a su Quinta de San Vicente. A los
efectos de acercarnos a un cuadro descriptivo más preciso de aquellos momentos
comparto unas líneas documentales de la publicación Siete Días Ilustrados de
aquél entonces:
“El lunes 1º de julio, a las 14.10, María Estela Martínez de
Perón –en ejercicio de la presidencia desde el sábado 29 de junio- anunció a
todo el país el fallecimiento del teniente general Juan Domingo Perón. Poco
después se conocía el parte médico en que los doctores Pedro Cossio, Jorge
Taiana, Domingo Liotta y Pedro Eladio Vázquez certificaban las causas de la
muerte de Perón. Decía así: “El señor
teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica
crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e
insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico. En los
recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia
de una broncopatía infecciosa. El día 1º de julio, a las 10.25, se produjo un
paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin
obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina
dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15”.”
A las 14.30 Adelino
Romero, que era el Secretario Gral. de la CGT, decretaba el cese de actividades
de todos y todas los trabajadores y las trabajadoras, en señal de duelo por el
fallecimiento del Gral. Perón. De la misma manera procedió de inmediato Julio
Broker, quien estaba al frente de la Confederación General Económica (CGE),
comunicando al empresariado nacional a sumarse. Cabe señalar, que en esos
momentos se mantenía un conflicto entre los trabajadores gráficos con empresas
periodísticas por lo que la noticia del fallecimiento fue en los matutinos del
día siguiente al deceso. Para indicar con más precisión algunos datos del
momento señalo la narrativa de “El Historiador”:
“Tres primeros mandatarios llegaron a Buenos Aires para sumarse
al duelo de los argentinos: Juan María Bordaberry, de Uruguay; Hugo Banzer, de
Bolivia, y Alfredo Stroessner, del Paraguay. Antes de que se iniciara la marcha
hacia Olivos, en el Congreso, doce oradores despidieron al muerto: Benito
Llambí, en representación de los ministros; José Antonio Allende, por los
senadores; Raúl Lastiri, en nombre de los diputados; Miguel Ángel Bercaitz, por
la Corte Suprema de la Nación; el teniente general Leandro E. Anaya, en
representación de las Fuerzas Armadas; el gobernador riojano Carlos Menem, en
nombre de sus colegas de todas las provincias; Ricardo Balbín, por los partidos
políticos; Duillo Brunillo y Silvana Rota, por el Partido Justicialista;
Lorenzo Miguel, de las 62 Organizaciones; Adelino Romero, de la CGT, y Julio
Broker, por la CGE. En Olivos, el féretro fue conducido a pulso desde la cureña
hasta la capilla de Nuestra Señora de la Merced; una salva de 21 cañonazos
prologó la misa y el responso pronunciado por el capellán de granaderos Héctor
Ponzo.”
La repercusión de
la muerte del teniente general Juan Domingo Perón alcanzó un eco sin
precedentes en la Argentina y conmovió a grandes personalidades de todo el
mundo. Esa consternación quedó evidenciada no sólo en las condolencias que
convergieron sobre Buenos Aires, sino en una especie de súbita parálisis que se
verificó en algunas capitales del exterior.
*Periodista y escritor.
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