Imagen tomada de internet
*Por Juan Disante
Le pregunté a mi amigo Cuti por qué en algún momento pensé dudando, en que la Inteligencia Artificial podría llegar a escribir un poema.
"Tal vez estarías pensando en que la I.A. ahorra un poco de fatiga, de concentración a algunos. La I.A. no acumula lo que tu piensas, no puede expresar la sustancia ni reemplazar todos los sentires que tú concibes, cuando recibes de golpe una idea que no sabes de donde viene o quizás quién la envía"
Certeras palabras que me despertaron. Sí, en el fondo prefiero la Inteligencia Natural, aunque verdaderamente esté desapareciendo.
Me preguntaba ¿cómo hace la I.A. para sentir la tristeza ya que es puro seso y lumbrera. ¿Cómo va a conocer cosas de nuestra profunda subjetividad, que ni nosotros mismos conocemos, que aparecen en el acto inconsciente de una palabra desconocida, poco usada, desprendida del resto del poema que uno escribe?
El papel de la I.A. es ser una facilitadora de entidades que flotan, impresionan y desaparecen. Un loro repetidor que no descansa nunca; mientras que el poeta reposa sereno, sin apuro. Para éste la vida es un entreacto que espera lo inefable. La imaginación es sólo humana, donde abundan las palabras. Y la poesía del que poetisa está cargada de sentimientos que no son artificiales.
Quien sostiene eternamente la razón es la ficción, la inexistencia de todo aquello que sí dice el símbolo.
La I.A. busca afuera lo que está adentro, no transpira. El poeta suda dentro de su ser, escribe con su piel, con deseos, con sangre viva.
El algoritmo del robot no siente hambre, ni sueño. No es inteligencia lo que posee, porque solo repite lo ya urdido y reproduce información habida.
Aunque la I.A. sea usada como herramienta, el arte no pertenece a las máquinas. No vive experiencias ni siente felicidad ni amor. No es creativa de lo nuevo. No es honesta.
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