NUEVAS FORMAS DE TRABAJO, NUEVOS DESAFÍOS PARA EL CAMPO POPULAR

 

Imagen tomada de internet

*Por Ludmila Chalon

La informalidad laboral es una realidad que se impone, a paso firme, en la estructura productiva del país. Las nuevas modalidades de trabajo, la facilidad para trabajar para el exterior, el cuentapropismo, la recesión, la desactualización de las modalidades de contratación y sus aportes, son algunos de los factores que han agrandado la brecha entre trabajadores formales e informales.

El 1° de mayo en conmemoración por el día del trabajador, el gobierno nacional publicó un video extendiendo un saludo a los trabajadores argentinos. Pero ¿Quién es el sujeto trabajador al que el gobierno dirigió ese mensaje? Es el trabajador que ha visto deteriorarse sus condiciones laborales y salariales, desprotegidos por los sindicatos y olvidados por la política y la ley. Se observan allí trabajadores autónomos, peones rurales, albañiles, camareros, deliverys de apps y se excluye por completo a trabajadores estatales como administrativos, médicos, investigadores e incluso docentes. La única presencia de trabajadores estatales proyectada es referida a las fuerzas policiales y armadas.

No es casualidad está elección. Estos trabajadores existen, crecen en número desde hace años y además, representan gran parte del electorado que acompañó la fórmula presidencial que llevaba a Javier Milei a la cabeza.

Para gran parte de los trabajadores informales del país, las estructuras tradicionales de contrato, sindicalización y aportes les es ajena. Cientos de argentinos, inmersos en el mercado laboral desde hace años, jamás han prestado su fuerza de trabajo en las condiciones óptimas que establece la ley. Los años de pandemia recientemente vividos además, marcaron de manera mas tajante está división. Los cuentapropista fueron los más afectados por el cese de actividades por la cuarentena y los informales los primeros en sufrir la ola de despidos.

Esa insatisfacción generalizada para con los resultados económicos del gobierno anterior es uno de los factores principales para explicar el triunfo de Javier Milei en las elecciones del pasado noviembre.

 Las promesas de mejoras y de crecimiento económico han sido muy bien recibidas. Todas interpeladas por un mensaje de sacrificio y esfuerzo propio, como el único camino para el éxito… un éxito individual. Este mensaje ha calado fuerte en mucho de estos trabajadores, que han visto como algo impersonal, el efecto y el poder de la unión de los trabajadores en estructuras como las sindicales, la seguridad jurídica de sus contratos y la continuidad protegida del trabajo.

A través de estos mensajes, donde el esfuerzo propio es el único factor determinante a la hora de recibir los frutos de una labor, han logrado sembrar una ilusión de transformación en un  grupo mayoritario de la sociedad, que no podía proyectar esos mismos anhelos de mejorar en las otras propuestas electorales de política tradicional, en consecuencia a su desactualización y a sus malos resultados vigentes.

Pero ¿existe entonces una coincidencia ideológica con el modelo propuesto por este gobierno por parte de los votantes? A lo largo de estos meses de gestión, podemos observar como la imagen positiva de Milei va decayendo a medida que la recesión económica se hace presente en el día a día de todos los argentinos. El votante que le dio la victoria a este gobierno no es un votante particularmente ideologizado, sino que responde a una necesidad de mejorar sus condiciones de vida y que por lo tanto, adhiere en cuanto a resultados.

Sin embargo, pese a la narrativa que el gobierno toma y la esperanza de muchos de sus votantes, la recesión se está haciendo notar de manera resonante en todos los sectores de la economía. La baja en ventas en todos los rubros, el aumento de los despidos, la paralización de la producción de varios ámbitos de la industria nacional, son algunos de los efectos que comenzamos a ver agudizados desde diciembre pasado y que aún no parecen haber encontrado su piso. Efectos que, poco a poco, comienzan a corroer el piso de imagen positiva que el presidente supo cosechar antes de comenzar su mandato.

El resultadismo, es esencialmente el indicador más sensato que presenta una población que ve afectada sus condiciones de vida y demanda por mejoras. La derrota electoral del peronismo, responde a esta dinámica y también debe llamar a reflexionar al movimiento nacional, sobre la distancia que hoy el pueblo trabajador siente para con sus candidatos.

En la edición anterior de esta revista hemos observado cómo en las encuestas de opinión, el segmento social donde se proyecta una imagen negativa diferencial hacia el presidente y su gestión, es el sector que ha alcanzado estudios universitarios. En Argentina el segmento social más “educado” no solo se lleva un título, sino un boleto hacia una mejor calidad de vida y mejores condiciones laborales en cuanto a remuneraciones y continuidad.

El peronismo, partido tradicionalmente vinculado al movimiento obrero organizado y sindicalizado, parece haberse convertido en un espacio de representación de clases medias, sectores educados y/o ideologizado. Ha abandonado, en cuanto resultados económicos y electorales, la representación del sector obrero predominante del país, que hoy se expresa mayoritariamente en estas nuevas dinámicas laborales que el movimiento no ha logrado encausar en el marco regulatorio legal, ni en sus bases políticas.

La historia señala que modelos económicos como el que hoy se pretende implementar, excluyen por naturaleza. Además deteriora el poder adquisitivo del salario, aumenta el desempleo, desarma las estructuras de la movilidad ascendente y promueve la precarización laboral. Si el resultadismo apremia, como es de esperarse frente a la avanzada crisis, el gobierno de Javier Milei tiene un tiempo de gracia contado.

Este proyecto de país desindustrializado, no va a darle a los trabajadores las respuestas que están esperando. El mismo presidente aseguró, que viviremos dos años recesivos antes de ver las verdaderas mejoras. Sin embargo ¿El peronismo será capaz de capturar esas demandas? O aún más importante ¿El peronismo será capaz de satisfacerlas?

Si bien la respuesta es incierta, podemos señalar algunos factores que serán claves para no fallar en esta deuda humana y de representación, que tiene el espacio para con los argentinos.

La resistencia por resistencia carece de sentido: el valor de la defensa de los derechos adquiridos no puede ser un slogan vacío, ni la defensa de algo que se parece más a un beneficio para pocos que a un derecho colectivo.

No puede haber discusiones prohibidas sobre problemas reales: negarse a dialogar y accionar sobre problemas vigentes, como la situación laboral argentina, es una actitud adolescente que abandona a la suerte a los trabajadores que no ven compromiso de parte de los dirigentes para con sus demandas insatisfechas.

Recomponer la visión nacional: la ausencia de proyecto de país ha rebajado la calidad de la discusión política y por consecuencia también, las propuestas y acciones al momento de gobernar. Recuperar y acercar a los argentinos una visión de nación, le dará al movimiento entereza y seriedad, factores claves para recuperar la confianza del votante.

El conductor, tema posterior: la democratización de los espacios de poder, es una exigencia actual del votante argentino. Haber suplantado las discusiones de la política, por las de candidatos, nos ha llevado a abandonar las ideas por rostros y además, ha hastiado a los ciudadanos que sienten que la guerra de egos, ha corrido de escena sus necesidades apremiantes. Es necesario ampliar el debate y también dejar crecer espacios y figuras de nueva representación para la continuidad competitiva y renovación del movimiento.

El peronismo tiene las herramientas humanas, partidarias e históricas para sortear este desafío y devolverle con grandeza al pueblo trabajador, los días más felices.


*Lic. En Ciencia Política

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