MUJERES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Imagen tomada de internet


 *Por Pablo Adrián Vázquez

Los cambios políticos del 25 de mayo de 1810 no fueron protagonizados sólo por los hombres, sino que las mujeres tuvieron su parte. Invisibilizadas en los textos de antaño, de a poco se dan a conocer documentos, testimonios y notas sobre su rol en la época virreinal y en los albores de la emancipación.

La mujer porteña tenía tres oportunidades para trasponer el umbral de su casa: cuando la llevaban a la iglesia para el bautismo, cuando se casaba y cuando la trasladaban al cementerio… (pero) con esta generalización se dejan de lado ejemplos de mujeres que lucharon para ser centro de la sociedad.” Andrés Carretero, en “Vida Cotidiana en Buenos Aires”, Tomo I (2013), aportó este comentario, que se refuta sólo desde la propia historia.

En la Buenos Aires de 1810, con 31.000 habitantes, había paridad de sexos, pero al correr de las luchas independentistas, sea por muertes, deserciones o varones que se asentaron en otras localidades, hubo más mujeres, y fueron ellas las que tomaron las riendas de los hogares, negocios familiares y lugares de trabajo porteños. Desde una mujer al frente de una pulpería, según el censo de época, tenderas, como la dueña de la tienda La Catalana, chocolateras, fonderas, y hasta una regente de una cancha de pelota a paleta, mujeres que fabricaban cigarros y cigarrillos en sus casas. También costureras, modistas, lavanderas, planchadoras, cocineras, fabricantes de velas y amas de llaves. Y había maestras para niñas o niñeras, así como amas de leche, y las sangradoras, que usaban sanguijuelas, que atendían en barberías.

Del lado de la clase elevada, Mariquita Sánchez, mostró que muchas mujeres salieron del ámbito doméstico para entrar en el económico y en el político. La Revolución de Mayo fue, en parte, tal como demostró César “Tato” Díaz es sus investigaciones, disputada en los salones y tertulias, donde las mujeres pudieron conciliar la actividad de atención de los varones, según parámetros de época, con la de opinión política.

Cristian Minutolo de Orsi, en “San Martín y el universo femenino” (2000), nos detalló como en los primeros años de emancipación en Buenos Aires “la crónica reflejó su participación en las contiendas políticas. La moda del peinado y del traje, reflejaron este aspecto. Se llamó “peladas o patriotas” a las que usaban melena corta y “pandeleche o godas” a las que llevaban raya al medio sujetas por rodetes”.

El escenario político de la mujer porteña de la época de mayo fue en las caminatas por el centro y la Recova, en las compras al mercado, acompañando (pocas) a sus parejas a reuniones y, sobre todo, en las tertulias y en la Iglesia. La rima de época dio cuenta de las diputas de las mujeres patriotas con aquellas con simpatías por los realistas: “Son tantas las peladas/ Que van a misa /Que las pandeleche /Se escandalizan”.

Aportó Minutolo: “las parroquias eran el centro no sólo de división política y religiosa en los barrios de la capital porteña, sino que atraían a las mujeres al ofrecerles la posibilidad de elevar su nivel cultural. Estás eran instruidas no solo en catequesis sino en labores de voluntariado y en lecturas… ciertas libertades de las mujeres que concurrían solas a las parroquias, así como su afán por conversar y opinar fue censurado… En las páginas del “Grito del Sur”, se llamó “tupamaras” a las mujeres que militaban en uno u otro bando: patriotas o godas. Se les prohibió ocuparse de política y hablar en contra de la revolución”.

Para los varones del periódico citado, el tema negativo fue que las mujeres opinaran de política, no importándoles si eran patriotas o realistas, sino que tuvieran voz y voto. Lejos de ese pensamiento machista, estuvo Manuel Belgrano, quien, en el “Correo de Comercio” de julio de 1810, con su visión humanista y cristiana, abogó por la educación y el buen trato a la mujer: “Nada valen las teorías, en vano las maestras explicarán y harán comprender a sus discípulas lo que es justicia, verdad, buena fe, y todas las virtudes si en las prácticas las desmienten… ¡Desgraciada sociedad, desgraciada nación, desgraciado gobierno! Séanos lícito aventura la proposición de que es más más necesaria la atención de todas las autoridades, de todos los magistrados y todos los ciudadanos para los establecimientos de enseñanzas de niñas…”.

También sumo los nombres de Teresa de la Quintana, Remedios de Escalada, Nieves de Escalada, María de la Quintana, Ramona de Esquivel y Aldao, María Sánchez de Thompson, Patrona Cárdenas, Rufina de Orma, Isabel Calvimontes de Agrelo, María de la Encarnación Andonaegui, Magdalena Castro, Angela Castelli de Igarzábal y Carmen Quintanilla, quienes aportaron dinero para comprar armas para defender a su patria.

En “La Gaceta” del 26 de julio de 1812 se dirá que: “… destinan al pago de fusiles que ayudarán al Estado en la erogación que hará por armamento que acaba de arribar felizmente... Cuando el alborozo público lleve hasta el seno de sus familias la nueva de una victoria, podrán decir en la exaltación de su entusiasmo: “Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad”.

Finalmente, las esclavas y libertas afro también dieron su apoyo a la causa de la Primera Junta. Ya desde la Reconquista la comunidad afroargentina se sumó a la corriente independentista, siendo la figura de María Remedios del Valle el ejemplo más preclaro. Felipe Pigna aportó en “Mujeres tenían que ser” (2012): “Mariano Moreno tuvo el buen gesto de registrar para la historia en las páginas de La Gaceta el nombre de las mujeres y niños del pueblo que respondieron a la convocatoria lanzada en el número 1 del primer periódico patriota, como la esclava María Eusebia Segovia, con licencia de su amo, que ha donado un peso fuerte y se ofrece como cocinera de las tropas”.

Queda mucho para destacar de nuestras mujeres de la Patria naciente, mientras esperamos que el sol del 25 asome.

 

*Lic. en Ciencia Política; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas

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