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El Gobierno baja los impuestos a los ricos con el argumento de que va a impulsar la inversión. Es una relación que no se verificó en ningún lugar del mundo. Imagen: Alejandro Leiva
*Por Bruno Susani
Que el éxito o
el fracaso de la política económica del país se resuma al déficit, al superávit
o al equilibro del presupuesto del Estado, vale decir, al resultado de la
contabilidad pública, es completamente falso. Un país que tiene un presupuesto
equilibrado no es un país donde los ciudadanos tengan una vida mejor que aquel
donde hay un déficit. Es más, en general es lo contrario.
En Francia, por
ejemplo, el déficit del presupuesto del Estado en 2024 será del 5 por ciento o
quizás más; en EE.UU. será del 4 por ciento, y en Argentina debería ser de cero
por ciento según Milei. Nadie pretende que esto mejore la situación
económica de los argentinos ni que deteriore la situación económica de los franceses.
La contabilidad pública
mide los gastos y los ingresos del Estado, ni más ni menos. Quienes pretenden
que haya una bonanza económica cuando los gastos del Estado son iguales a sus
ingresos, se equivocan.
Los animadores de
televisión, locutores radiales o escribas de diarios empleados por los medios
hegemónicos y los economistas ortodoxos han inculcado a los argentinos que el equilibrio
del presupuesto del Estado es una cuestión primordial. Sin embargo, no solo no
lo es, sino que, al contrario, es muy a menudo un indicador negativo en
términos de bienestar de la población.
El equilibrio
presupuestario del Estado puede lograrse incrementando los impuestos de los más
ricos o disminuyendo sus gastos, como pasa actualmente, lo cual castiga a los
sectores más necesitados. Aumentar los impuestos de los más ricos no
provoca ningún problema económico significativo para el conjunto. Los
economistas ortodoxos dicen que los impuestos disminuyen la inversión privada,
pero en realidad el país actualmente padece la doble pena: los
grandes lucradores fugan sus ingresos, con lo cual no hay inversión
ni se cobran los impuestos.
Efecto derrame
En ningún país del
mundo los estudios económicos han permitido observar o demostrar que exista una
correlación positiva entre la disminución de los impuestos pagados por lo más
ricos y el incremento de la inversión. Frente a semejante evidencia, los
neoliberales afirman que limitar los impuestos provoca el “efecto
derrame”, vale decir, que el enriquecimiento de unos pocos provoca un
mejoramiento de la situación de los más necesitados. Sin embargo, el
“efecto derrame” no existe.
Lo que todos los
economistas sabemos es que la disminución del gasto público provoca, como puede
observarse en la actualidad, una caída de la actividad económica y una
disminución de la riqueza creada. A largo plazo se ha observado en los
países del centro capitalista que la disminución de los impuestos de los más
ricos y la limitación del gasto público tiene una correlación positiva con una
caída de la tasa de crecimiento de la riqueza y el crecimiento del desempleo y
la pobreza. Esto se llama "estancamiento secular".
La disminución del
gasto público iniciada por Milei provocó en Argentina una crisis económica.
Esta situación era previsible y fue descripta en estas columnas. La disminución
de la producción y el incremento de la pobreza y el desempleo, así
como la situación de desamparo de los jubilados, era previsible y conocida por
Milei y por Caputo.
Los economistas sabemos
que esta situación de crisis es el producto de lo que Keynes llamaba una "recesión
planificada" y es lo que causa preocupación en el FMI, ya que si
la riqueza creada en el país disminuye, también lo hacen las posibilidades de
que se pueda pagar la deuda que contrajeron Macri y Caputo con el organismo.
Esto explica las
apresuradas visitas de altos funcionarios del organismo. Nadie cree que
su subdirectora gerente, Gita Gopinath esté preocupada por la
miseria en las villas, ni por los jubilados. Tampoco nadie piensa que
la visita del director para el Hemisferio Occidental del FMI, el chileno
Valdéz, que era un administrador del fondo de cobertura, “hedge fund”, Frontal
Trust, y que debió renunciar al cargo de ministro de Economía de Chile porque
apoyaba el proyecto de una megamina a cielo abierto de una empresa
norteamericana, en contradicción con la política de Bachelet, esté preocupado,
por la gente en situación de calle.
Recesión planificada
La disminución del
gasto público y la búsqueda obsesiva del equilibrio presupuestario, como lo
admite el FMI, provoca una disminución exponencial de la riqueza
creada. Esto no es una teoría inventada por economistas heterodoxos,
sino que es el resultado de cálculos realizados por los equipos del propio FMI.
Desde el desastre de la
crisis griega y en los diferentes programas de “consolidación presupuestaria”,
más comúnmente llamados ajuste fiscal, se admite que cuando se disminuye
el gasto público de 100 pesos el impacto es una disminución de entre 200 y 300
pesos del PIB.
Los datos de los que ya
se dispone hoy muestran que la parálisis de la obra pública,
provocada por el propio Estado, se tradujo, por el momento, en la pérdida en
números redondos de 100 mil puestos de trabajo, que podrían llegar a 200 mil en
junio si dicha política persiste.
El hacer hincapié en la
contabilidad pública en lugar de describir los mecanismos de la economía que
producen la riqueza y el empleo, implica el rechazo de parte de los
formadores de opinión a exponer las condiciones del funcionamiento de la
economía. Si así lo hicieran, los economistas y los periodistas de los
medios hegemónicos deberían describir el rol del consumo, y de la
necesidad de que la mayoría de los trabajadores, sean pasivos, jubilados o
activos, detenten ingresos que constituyen la demanda global en general y del
consumo en particular, lo cual supone una distribución más justa del
ingreso.
Esto implica una acción
económica del Estado contracíclica, con un incentivo a la inversión
que premie la creación del empleo, y una política protectora de la industria,
así como una regulación que permita maximizar el crecimiento económico. Esto
también vale para la inversión, porque está claro que nadie invierte ni
crea empleo si no existe una demanda para los productos que quiere producir.
El mecanismo económico
del crecimiento, como se ve, no tiene nada que ver con una suma de los ingresos
del Estado menos la suma de sus gastos que mide la contabilidad pública, que
solo es el resultado de lo actuado en el pasado. El resultado de lo pasado no
puede ser un objetivo para el futuro.
* Doctor en Ciencias
Económicas de l’ Université de París. Autor de “La economía oligárquica de
Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. bruno.susani@wanadoo.fr
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