CARLOS MÚGICA, PARA QUE REINE EL AMOR Y LA IGUALDAD

 

Imagen tomada de internet

*Por Alejandro Gimeno

Dicen los datos duros que él nació el 7 de octubre de 1930, en el Barrio Norte, en la ciudad de Buenos Aires, en una familia de clase aristocrática, que lo llamó Carlos Francisco Sergio Múgica Echagüe. Pero el pueblo trabajador lo llamó “el padre Múgica”, sus enemigos lo llamaron Carlos Múgica “el curita de los villeros”. También dicen los datos duros, que fue asesinado por los “sicarios del odio”, el 11 de mayo de 1974, justamente por haber sido el Cura de los Villeros.

Este año, se cumplen 50 años del asesinado del sacerdote Carlos Múgica, que no dudó en dar un giro cartesiano, y caminar las cuadras que separan el Barrio Norte de la Villa 31 (o como se la denomina actualmente Barrio Popular Carlos Múgica).

No es pasado, es presente y futuro; no solo es, un barrio, es miles de Centros Comunitarios, de Mutuales, de Cooperativas, de radios; de canales de televisión, de espacios de participación social; de … y podríamos seguir nombrando.

Quienes apretaron el gatillo, o quienes ordenaron la muerte del Cura Villero, no pasaron a la historia, nadie los recuerda, nadie se animaría andar por la calle, con una remera con la foto del sicario del cura Múgica. Su amor y entrega al pueblo trabajador, es lo que lo hace más grande cada día.

Carlos Múgica, fue mucho más que un cura villero, fue el formador de cientos de miles de jóvenes (muchas veces provenientes de su misma clase social de origen) que desde su asesoría a los Jóvenes de la Acción Católica; o desde su predica a los jóvenes de la Juventud Estudiantil Católica o sus clases en la Universidad del Salvador, y desde otros tantos otros espacios “ayudaba” a los jóvenes a encontrar su camino.

También era el hijo de una familia aristocrática, de fuerte tradición en el Partido Conservador; hijo de uno de los referentes de la Década Infame; pertenecía a una familia, que brindo por el derrocamiento de Perón en setiembre de 1955; Carlos era ese joven rubio de ojos celestes, educado para ser parte de la elite porteña, que cansado de estudiar Derecho en la Universidad de Buenos Aires, ingresa al Seminario Metropolitano de Buenos Aires a comienzos de la década del 1950, e imbuido de una cosmovisión individualista (como el mismo declarara años después en un reportaje televisivo), buscaba la salvación de su alma.

Su primera misión pastoral (aun no estaba ordenado sacerdote) fue en los conventillos del barrio de La Boca, (en la ciudad de Buenos Aires), y es ahí donde una pintada realizada por los conventilleros, a causa del derrocamiento del presidente Gral. Juan Domingo Perón, “Sin Perón, no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos”, prende una lucecita en su ser, toca una fibra dormida, y despierta a una nueva vida, una vida de entrega y lucha por el otro. El odio de la clase política a la que pertenecía, y las reacciones de esa clase social, lo hermana con su contemporáneo Rodolfo Walsh, al que ese “Fusilado que vive” le abriría la puerta a una vida de entrega y solidaridad con el pueblo que sufría, y desde esa revelación, ya no serán lo mismo.

Tanto en el caso de Múgica como en el de Walsh, ese giro cartesiano en sus vidas, no serán perdonando por sus “compañeros de clase”, en ambos casos su compromiso por defender la causa de los trabajadores, será su sentencia de muerte.

Así como la mesa de su casa familiar, fue la formadora de ese joven conservador e individualista,  en las mesas de los conventillos se formó en el peronismo, en la base misma, con los excluidos y marginados. En esta nueva vida, Carlos se entrega por completo, con la misma pasión que sentía por Racing Club de Avellaneda, y comienza a militar en las villas de emergencia, y a construir el Movimiento Peronista de Curas Villeros, y esa obra pastoral, lo lleva primero a acercarse a Juan Perón, y luego a ser funcionario del Ministerio de Bienestar Social, en el tercer gobierno del Gral. Perón.

Carlos Múgica, se enfrentó al ministro (de Bienestar Social) José López Rega por la erradicación de las villas de emergencia. Esto tenía una doble intención, primero “sacar a los villeros” que oscurecían el barrio de Retiro, y segundo, el lucro inmobiliario, (esto ocurrió en 1973, cualquier semejanza con la actualidad, ¿es pura casualidad?), este enfrentamiento y el acercamiento directo al presidente Perón, hicieron que se ganara el odio del ministro, y según las investigaciones realizadas, fue la organización parapolicial Triple A, (que respondía ideológica y políticamente a López Rega), la que termino con la vida de Carlos Mujica.

Dicen los datos duros que el sábado 11 de mayo de 1974, a las 8 de la noche, mientras bajaba la bruma y él intentaba subir al Renault 4 azul, en la puerta de la iglesia de San Francisco Solano, del barrio porteño de Villa Luro, Eduardo Almirón (un miembro conspicuo de la organización Triple A y miembro de la Policía Federal Argentina) descargó cinco disparos en el pecho del joven sacerdote, quien moriría pocas horas en el hospital Juan F. Salaberry, del barrio de Mataderos.  

Eduardo Almirón, fue quien apretó el gatillo y terminó con la vida del cura; nunca fue condenado por éste o por los otros crímenes cometidos por la Triple A. Tampoco se conocieron las identidades de  los autores intelectuales del asesinato de Carlos Múgica. Lo que sí está claro, es que fueron militantes del odio. Sus asesinos no le perdonaron que hubiera dedicado su vida a mejorar la vida de los humildes y marginados.

Carlos Múgica no murió, está vivo en el corazón de cada hombre y mujer que lucha por una argentina más justa, más solidaria y por un pueblo que recupere la felicidad; y como dice una canción popular: Carlos vivió, para que reine en el pueblo el amor y la igualdad.

 

*Periodista. Responsable Periodístico en Agencia de Noticias Clandestina ANCLA

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