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Imagen tomada de internet |
*Por Pablo A. Vázquez
Ante un nuevo aniversario del paso a la
inmortalidad de Juan Manuel de Rosas, acontecido el 14 de marzo de 1877, me
pregunto si aún tenemos algo que decir sobre él. Y, como diría Arnold Toynbee:
“nunca se acaba con los griegos y
romanos… cada generación sucesiva de sus modernos sucesores se vuelve a sentir
llena de curiosidad por ellos…”, así es con Rosas, que aún sigue dando que
hablar.
Su figura ha tomado algún protagonismo
en estos días, sea por las referencias negativas que el actual presidente de la
Nación realizó sobre él en los finales de la campaña electoral con vistas al
balotaje; los módicos debates surgidos por notas y declaraciones de la
prestigiosa historiadora Marcela Ternavasio,
quien realizó una comparación del estilo de gobierno del Restaurador con
estos primeros tres meses de gestión del primer mandatario argentino; y su
invisibilización en el promocionado “Salón de los Próceres” en la Casa Rosada,
donde por iniciativa de la Secretaria General de la Presidencia, la señorita
Karina Milei, se trocó el destino del “Salón de las Mujeres” y se lo reperfiló
para que sólo aparezcan varones ilustres y destacados de nuestra historia,
hecho realizado simbólicamente el 8 de marzo pasado, fecha del “día
internacional de la mujer”, y donde expresamente no se incluyó al primer Jefe
de la Confederación Argentina.
Más allá que a la historiadora se le
permite esta forzada comparación, hecho que a los revisionistas se nos criticó
por lo mismo por más de un siglo, lo de utilizar la historia como herramienta
de la política del hoy, es descabellado comparar a quien tuvo participación
política desde antes del fatídico 1820, donde no sólo fue el portavoz de los
estancieros, como nuevo grupo de poder en nuestras tierras, sino que se tomó en
serio la gestión pública y las decisiones políticas, aún las más condenables,
no como un juego de toma y daca con los sectores de poder del presente que
pretender desguazar al país.
No que decir de aquel bonaerense que amó
y respetó a los animales como ninguno, pero de allí a consultarlos sobre
política ni en sueños se le habría ocurrido a Don Juan Manuel.
En una nota pasada en La Prensa rescaté
un artículo del último mes de 1969 de la revista “Panorama: Testigo de nuestro
tiempo”, donde en su edición N° 136 en los primeros días de diciembre publicó:
“Los últimos días de Rosas: exclusivo
desde Southampton”, como nota de tapa, con una imagen de la tumba del
Restaurador y un relato a cargo de su corresponsal Tomás Eloy Martínez, quien
un par de años después dirigirá dicha publicación. La crónica señaló que Rosas
fue un anciano quejoso de su pobreza, y que sólo le interesó las faenas
rurales, reclamar por sus bienes confiscados y redactar en infinitas versiones
su testamento. Sin embargo a través de testimonios de visitantes a su propiedad
y de las cartas que el remitió a Josefa Gómez y otros personajes de su entorno,
se descubre que estuvo muy al tanto de la situación política rioplatense,
analizándola desde su experiencia como jefe de la Confederación Argentina, y de
los sucesos que se desarrollaron en el viejo continente, ya que fue un lector
perseverante de los periódicos londinenses, al punto que no perdió oportunidad
de verter sus opiniones políticas ante el cardenal Wiseman y el primer ministro
Lord Palmerton, y no andaba perdiendo el tiempo en twittear y retwittear cosas
a la madrugada, ya que debía tener un descanso reparador para continuar al día
siguiente con sus tareas rurales y arreglar sus papeles de gobierno.
Hasta sus últimos días él trabajó duro,
aún en el ocaso de la vida y la única vez que descansó lo hizo un 14 de marzo
de 1877 en los brazos de su hija para dar un paso a la inmortalidad.
*Lic. en Ciencia Política.
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