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Imagen tomada de internet |
*Por Eduardo Rosa
Se razona con tres
vísceras: La cabeza, el estómago y el corazón.
Nadie, o casi nadie, a
no ser que sea un científico loco – que piensa exclusivamente con la cabeza -,
un poeta perdido – cuyo razonamiento reside solo en el corazón – o un…. digamos
banquero, que solo cuantifica suma resta y obtiene dividendos o reza a los
mercados, seria quien usa su estómago para pensar.
Todos los demás tenemos
nuestra razón repartida en partes desiguales entre esas tres vísceras.
Pero mirando desde
arriba, como si fuésemos Dios; viendo la gente y su historia, descubrimos que
los grandes conflictos se dieron entre los que priorizaban el corazón y los
otros dos… digamos…. “partidos”.
Los doctorcitos
unitarios de ayer y los economistas globalizados de hoy, sabihondos y fatuos,
suponen que ellos tienen la exclusividad del pensamiento. Se lo niegan a los
que trabajaban con las manos, a los que no pueden citar textos que apuntalen lo
que dicen (cita que es la única explicación que traen en su auxilio, porque
suelen no entender lo que hablan). Ellos usan la cabeza, “el raciocinio”, “las
luces”. Y un poco el estómago, pues si se estaba a la cabeza de la sociedad,
bueno es que se viva decentemente.
También había entre
ellos quienes pensaban principalmente con el estómago (o el bolsillo, que está
cerca); estos no saben sino de negocios, con esa vara miden las cosas. Ellos no
son políticos pero los cuidan y alimentan. ¡Para esto estaban las logias del siglo
pasado y los lobbies de hoy!
“Hay que cortar la
cabeza de la Hidra” clamaban desde la logia, azuzándolo a Lavalle, que como se
decía, mucha cabeza no tenía.
¿Por qué? Pues
simplemente porque los que razonaban casi exclusivamente con la cabeza suponían
que si cortaban las cabezas que guiaban los corazones, se extinguía ese molesto
partido de los que no entendía que la civilización era obligatoria y debía
implantarse según la moda intelectual de la que ellos eran portadores, como lo
es la globalización ahora.
Y sin cabeza, los
corazones volvían a ocupar el lugar servil que les correspondía por no leer en
francés.
Y así fue que fusilado
Dorrego, pudieron cantar:
”La gente baja
Ya
no domina
Y
a la cocina
Se
volverá
López
y Rosas
Solá
y Quiroga
Oliendo
a soga
Pronto
estarán.”
Pero no volvieron a la
cocina. Los corazones no manejan palabras, manejan sentimientos; por eso tienen
que encontrar uno que use la cabeza y el corazón y los interprete.
Y
LOS CORAZONES SIEMPRE SON MAYORÍA.
(…) Muchos pensaron que
al morir Perón “se acababa la chusma”, Porque en su simplista concepto del
sentir de la gente, solo piensan en multitudes ciegas, fanatizadas, encandiladas
que siguen caudillos. Nunca pensaron que esos que llaman caudillos en realidad
eran un poco cada uno de esos que no sabían expresar lo que sentían pero se
sentían interpretados.
Al pueblo se lo puede
desorientar, envenenando la cabeza como sucedió con Urquiza o con Menem. Pero
no se lo puede mantener sumiso para siempre, no se la puede hacer “volver a la
cocina”.
Los nuestros razonan
con el corazón. Los corazones son desconfiados y suspicaces porque han sido
muchas veces engañados, pero siempre encuentran una cabeza conectada a un
corazón que los interprete. Por eso cada tanto surge un conductor. Y el pueblo
se libera y se pone en marcha. Desde Abraham o Moisés las cosas han sido así. Y
nunca han sido fáciles. Pero nada se muere cuando muere el líder.
Y, para que lo sepan
los doctorcitos unitarios y los Chicago boys. ¡La hidra sin cabeza vivirá
siempre, porque la vida está en el corazón!
*Historiador. Texto publicado en “No me Olvides” - Julio del 2005
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