LOS PIOJOS EN LAS ENTRAÑAS DE LA PATRIA DESANGRADA. EL ROCK EXPONENTE DE LA CULTURA POPULAR DURANTE LOS ´90

 

Imagen tomada de internet

*Por Julián Otal Landi

En el oeste, está el agite”, grita Ricardo Mollo desde la mítica canción “El 38” casi un himno dentro del repertorio de la llamada “Aplanadora del rock”: Divididos. Los integrantes originarios de aquel “power trio” salieron precisamente del oeste bonaerense. Tanto el oeste como el sur bonaerense cuentan en su haber un semillero importante de la emergencia del rock durante los aciagos noventa.

Damián “el Árabe” Ramil, oriundo del sur de Morón recordaba la efervescencia rockeril durante los noventa:

Acá en los ’90, hubo un estado de ebullición cultural permanente. En las plazas, cada fin de semana tenías un recital al aire libre con una grilla de bandas muy importantes, como Demente Caracol o los desprendimientos de Sumo tras la muerte de Luca, o desde la “república separatista” de Haedo, el grupo Árbol. El Oeste sigue teniendo en su paisaje a pibes jugando a la pelota, pero también ves a otros en bici con una guitarra al hombro. En cada cuadra brota una banda[1].

El denominado “rock chabón” fue resultado de la gestación de las bandas juveniles que canalizarían su frustración sociopolítica a través de la música. En ese sentido, el rock en lo que respecta finales de los ´80 y comienzos de la nueva década sería la salvaguarda de una generación plebeya que se encontraba abandonada de esperanzas.  A diferencia del corte vanguardista de los setenta y la efervescencia de los ´80, donde la mayoría de los artistas eran provenientes de los sectores medios, los jóvenes rockeros formaban parte de las familias “víctimas del vaciamiento”. La reducción del aparato del Estado, la racionalización de las empresas privatizadas, la adopción de innovaciones en las grandes empresas, la liquidación de una gran cantidad de pequeñas empresas y la quiebra de las economías regionales que provocó la apertura comercial indiscriminada, produjo un fulminante crecimiento de la desocupación generando una nueva figura social: “los nuevos pobres” que empezaban a distinguirse como figura categórica de los pobres “estructurales”.

Dice Sergio Marchi: “El público de rock, ayudado por cierta prensa especializada y por la propia ignorancia, cayó en una simplificación ajena a su naturaleza que no hacía distingos sociales: dividió las aguas en “ricos” y “pobres”. En un comienzo se los diferenció con los nombres de “rock moderno” contra “rock barrial” o “rock chabón”, tomando prestada una palabra del lunfardo que había rescatado Sumo para titular su tercer álbum: After chabón[2]

En efecto, eran los tiempos donde se conforma la cultura del “aguante” tomado de la liturgia futbolera mientras se partían aguas entre Los Redondos y Soda Stereo. Ambos eran grupos consagrados que convocaban multitudes y los más exitosos del semillero de la generación del ´80, pero la diferencia radicaba en que para el rock chabón, Soda y sus seguidores eran los “chetos”. La desigualdad social agudiza los enfrentamientos que en muchos casos encerraban clasistas y estéticos. Eran los ramoneros contra los rollingas; ambos contra los metaleros; y todos ellos contra los chetos y los cumbieros. Nos referimos a un contexto donde se mezcla la marginalidad social y la mundialización de la cultura. El retroceso de la Nación como era concebida en décadas pasadas, donde la patria se identifica con la bandera y ésta con la selección de fútbol. La comunidad imaginada se retrotrae al barrio, desde donde se sostienen los endebles lazos sociales entre pares, todos unidos en el mismo fango.

En el caso de Los Piojos, la génesis del conjunto es en El Palomar, más precisamente en el Colegio Bernardino Rivadavia donde Daniel “Piti Fernández y Daniel “Dani” Buira se conocen a fines de 1986 y con apenas 15 años empiezan a vincularse con la música. De hecho, el nombre surge de una canción de Fabiana Cantilo y Los Perros Calientes de los cuales fueron plomos por aquellos años. Los primeros tiempos del conjunto llevaron a cabo numerosos cambios hasta dar con quien sería la voz y la esencia de Los Piojos. Se trata de Andrés Ciro Martínez.

Ciro ingresa al conjunto por sugerencia del guitarrista Pablo Guerra (quien luego integraría otro conjunto exitoso proveniente del oeste “Los Caballeros de la Quema”) constituyéndose en voz del grupo. Había nacido el 11 de enero de 1968. A los diez años se mudó junto a su familia a El Palomar viviendo enfrente del Colegio Militar. Se formó al calor de la música y los libros, dejándose llevar siempre por las artes.

Mi tía abuela era la profesora de Historia, una mujer maravillosa… era muy apasionada de la cultura y siempre me hablaba de cosas de Historia, de Grecia, me pasaba libros muy interesantes… realmente leer historia y pensarla te ayuda a ver qué es lo que pasa en el presente

A través de las lecturas descubrió nuestras raíces culturales, el pensamiento nacional. Aunque aquel sentimiento patriótico lo acompañaría desde chico cuando en 1982, durante la Guerra de Malvinas, quiso enrolarse como voluntario para ir a pelear, pero no lo dejaron por la edad. A los 20 años empezó a trabajar en SEGBA (cuando “la luz” aún estaba en manos del estado), faltaría muy poco para involucrarse definitivamente en el proyecto piojoso convirtiéndose en el líder indiscutido.

Los Piojos enseguida empezaron a destacarse dentro de la escena under suburbana, por su propuesta musical que fusionaba el rock and roll con diversos géneros rioplatenses, entre ellos el tango. En 1993, cuando finalmente saliera su primer álbum “Chac tu Chac” el suplemento cultural La Maga titulaba: “Los Piojos grabaron ´Yira Yira´en su primer disco”. Ciro afirmaba que de chico conocía el estribillo de ese tango y le gustaba mucho. “Siempre me pegó, me parece una verdad grande y me produce cosas  fuertes el cantarlo. Una vez leía que Discepolo decía que esa canción rescataba el amor de la gente que más quería y además escrachaba toda la careteada

Si aquel descarnado tango de 1929 por Discepolín preanunciaba la tragedia del ´30 y su posterior “década infame”, la interpretación de Los Piojos anunciaba la vigencia de aquellas letras que rezaba “Verás que todo es  mentira/ verás que nada es amor/ que al mundo nada le importa…”.

’Yira, Yira´ surgió en medio de las dificultades diarias, del trabajo amargo, de la injusticia, del esfuerzo que no rinde, de la sensación de que se nublan todos los caminos... Me la inspiraron las calles de Buenos Aires, la rabia de Buenos Aires. (…)Yo viví la letra de esa canción. Más de una vez. La padecí, mejor dicho, más de una vez. Pero nunca tanto como en la época en que la escribí. Hay un hambre que es tan grande como el hambre del pan. Y es el hambre de la injusticia, de la incomprensión. Y la producen siempre las grandes ciudades donde uno lucha, solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita y ellos no oyen”.[3]

Norberto Galasso destacaba en la biografía de Enrique Santos Discepolo el carácter popular de su obra. El tango de Discepolo, de Cadícamo, de Manzi dialoga con la cruda realidad del pueblo, de los barrios a diferencia del tango elitista que refiere compadritos imaginarios y noches parisinas. El tango que tributaría Los Piojos refiere a este tango de raigambre popular. Es el mito tanguero de retorno al barrio, las calles de la infancia y, en el medio, la desilusión por los sueños y los ideales que se extraviaron en el camino, como el amor, la amistad, la alegría, la justicia.

Ciro, como aquellos grandes intérpretes de la cruel realidad, empieza a pincelar su aldea, la oscuridad que envuelve a la vida barrial en los tiempos del abandono del estado.

En la tierra de vino y la drogadicción y los hijos negados/policías mendigan al peor infractor y le besan la mano/ Los mocosos se trepan y se van hacia el sol en bolsitas de nailon/ Los mocosos se trepan y se van hacia el sol en bolsitas de llanto”, dice un párrafo de Los Mocosos, un relato que precisa ese hambre de injusticia que describía Discepolín.

Lo del tango- apuntó Andrés- tiene que ver con que apostamos siempre a la cosa nacionalista, pero nacionalista bien, mucho tiempo antes que se pusiera tan de moda. Hace unos años éramos los únicos que hacíamos versiones del Himno y de tangos…” afirmaba el cantante y compositor por 1995 cuando se asomaba a las bateas el segundo álbum piojoso titulado “Ay Ay Ay”. Es de destacar que Ciro, a diferencia de muchos colegas contemporáneos, no tiene prurito en resaltar lo nacional cuando desde entonces definirse “nacionalista” parecía sinónimo de autoritario o “fascista”. “Nacionalista bien” era la misma distinción que hacía Arturo Jauretche para diferenciar el carácter popular del nacionalismo de FORJA del “nacionalismo de los nacionalistas” aristocráticos y conservadores de los años ´30.

“-Hablando de nacionalismo, hasta fines de los ´80, al menos en los círculos progresistas y en el rock, los símbolos a los que ustedes apelaban estaban muy pegados a la dictadura. ¿Cómo lo pensabas vos?

-Mi pensamiento era: ¿Por qué tiene que pertenecer esto a los militares, si el país es nuestro? No es de los militares genocidas, esto es de la gente. La gente cantaba el himno con emoción por la recuperación de Malvinas, y no era porque lo querían a Galtieri, sino porque querían a las Malvinas. Yo creo que a eso no hay que tenerle miedo: es tu país. Una cosa no tiene nada que ver con la otra; al contrario, tenemos que crecer como país para poder ver el mundo como es y darnos un lugar en él. Hay que crecer con amor hacia adentro”.[4]

El compromiso de este rock barrial es también contestatario. Tanto el rock como el punk y el metal de Ricardo Iorio enaltecen la amistad, el modus vivendi barrial y combate la injusticia representada por la corrupta política partidaria y su brazo represor que eran las fuerzas policiales. Los Piojos participan tempranamente en las causas que representan la defensa de la justicia social y los Derechos Humanos: desde su participación en el Festival de Rock “La juventud contra el indulto” en 1991 junto a Divididos, El caño, Los Caballeros de la Quema, junto a otros conjuntos del oeste en La Plaza del Avión en Palomar hasta su compromiso con la lucha de Las Madres de Plaza de Mayo exponen una coherencia ética determinando de qué lado de la vereda se iba a posicionar el rock barrial.

Canto sobre los jubilados porque es una injusticia bien visible. A nuestro bajista le tiraron un tiro en la cara y a mi mujer hace un par de días la quisieron subir a un auto y zafó de una porque salió corriendo. Yo vivo acá y tengo que saber que estoy tirando con la banda para que esto cambie. Cuando canté que estaba acostado sin un cobre era así nomás. Tampoco me gusta usufructuar con el dolor propio o el de la gente”.[5]

La “maldita” policía de los noventa, que llenaba la indignación popular de historias repletas de injusticias y “gatillo fácil” era un enemigo acérrimo del rock barrial. El historiador Jorge Núñez recupera un informe de inteligencia del Archivo de la Comisión Provincial por la Memoria; la secretaria privada del jefe de policía en 1996 elaboraba un estudio sobre las prácticas habituales del rock barrial y sus principales exponentes. Allí figuraban Los Ratones Paranoicos, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, La Renga, Divididos, Rolling Stones (sic), Ramones (sic) y Los Piojos. Ya por entonces, el conjunto oriundo de El Palomar ya convocaba multitudes y llenaba estadios. Los asistentes eran precisamente esos jóvenes que sentían y padecían las mismas vivencias que Ciro retrataba en sus canciones.

En 2000, prologuémonos del fin de la ilusión de la convertibilidad y la agudización de la crisis económica social, Los Piojos editan el disco titulado “Verde paisaje del infierno” que incluye la canción “San Jauretche” dedicada al gran pensador nacional, Don Arturo Jauretche.

El fin de la “era menemista” significaba el momento en donde muchos empezaban a despertar del falso sueño “primermundista”, y Ciro se refería así:

El otro día veía un libro sobre Menem, que se llama “La novela de Menem. Ensayo sobre la década incorregible” de Luciana Vázquez. En la tapa está el tipo parado, sonriente, con la Ferrari. Eso sí me parece de terror. Ahora que terminó la era menemista y es como que hay una mayor conciencia del lugar donde estamos parados, me pregunto qué pasó en esos años. Yo tengo poco más de 30 y un lugar de poder limitado, pero dentro de mis canciones, que es lo que hago, creo que reflejo mi visión sobre eso. Pero, ¿Qué pasa con la gente que tiene 45 o 50 años? ¿Creían que vivían en el Primer Mundo? ¡Nadie tenía nada que decir? ¿Cómo pudo ser Presidente ese tipo? ¿Cómo pudo hacer esa ostentación y hacerle creer a la gente que estábamos bien? ¿No tiene experiencia de vida, no tiene cerebro? Es algo que me sorprende[6]… Hace poco terminé de leer la biografía de Jauretche y me he convencido de que él tendría que ser inmortal…”[7]

Nahuel Benítez en un trabajo reciente en torno al revisionismo y la juventud de los ´90, encuentra en las letras de Ciro y, sobretodo, en “San Jauretche” el aporte del revisionismo histórico que se constituye como herramienta para diagnosticar la crisis nacional[8]. Es precisamente, en varias estrofas de la canción donde el relato tributario al revisionismo histórico se hace visible cuando denuncia:

Sarmiento y Mitre, entregados/ a las cadenas foráneas/Del sillón y Rivadavia/ hoy encuentra sucesores/ Que les voy a dar de amores/y relaciones carnales/ todos sabemos los males/ que hay donde estamos parados/ por culpa de unos tarados/ y unos cuantos criminales”.

Jauretche fue, junto a Scalabrini Ortiz, García Mellid y Manzi, fundador de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), corriente de pensamiento nacional surgida del radicalismo yrigoyenista que denunciaba la Década Infame. La mayor parte de los integrantes de FORJA se volcó en 1945 al incipiente movimiento creado en torno del entonces coronel Juan Domingo Perón[9].

El homenaje a Jauretche, que me parece un pensador alucinante. Tendría que haber sido inmortal, para estar a la vanguardia de la crítica. Es un tipo con una claridad, que sorprende que haya habido gente que escribía de esa manera. Yo lo leía y no lo podía creer. Además, es gracioso, incisivo… El tipo dice que a partir de un momento se dio cuenta de que estaba colonizado, ahí empezó a hacer escuela. Yo no veo que haya alguien así hoy, y realmente sería bueno. Por eso tiro una onda para que los pibes lo lean. Y sé que ocurre[10].

Aquella canción recuperaba del arcón de los recuerdos la obra y el pensamiento de Arturo Jauretche, y el resultado era sumamente emotivo como cuando presentaron su disco en la cancha de Atlanta el estadio repleto saltaba al unísono pidiéndole al ilustre personaje “Que vuelva la buena leche”.

Es así que Andrés Ciro se perfilaba como una suerte de stone nacionalista, de la que la revista Rolling Stone afirmaba: “Ciro no le teme a ninguna segunda, tercera o desconfiada interpretación de su nacionalismo. Y no duda en tocar el Himno Nacional cada vez que los conciertos de Los Piojos coinciden con alguna fecha patria”.

No faltaría mucho para que la fatalidad que atrajo a nuestro país la larga noche neoliberal desemboque en el estallido social de diciembre de 2001. Los Piojos en el disco “Maquina de sangre” (2003) presenta una de las letras más representativas de esas 48 horas que se fusionaron y dieron nombre a uno de los episodios más tristes de la historia argentina con “Dientes de cordero”

Dientes de cordero, sobre la ciudad/ árboles de fuego, para Navidad/ Ollas que destellan, en la noche azul/ abollada estrella, vieja Cruz del Sur”, arranca a cantar Ciro para luego arremeter en el estribillo: “Me duele la risa/ me duele cantar/ basta de cornisas/ basta de saltar/ y ahora quien se viene/ y a ahora quien se va/ dientes de cordero/ muerden sin soltar…”

Su letra refleja la más cruda representación de aquellas trágicas jornadas recordada como “la crisis del 2001”. Con un dolor discepoleano, Ciro lamenta el Corsi e Ricorsi de nuestra historia, implorando “basta de cornisas” y, desconcertado porque son todos figuritas del poder, se pregunta “y ahora quien se viene”, “y ahora quien se va”. Un himno que se gritó en el estadio Movistar de Villa Crespo exactamente 22 años después en el recital de Ciro como solista, alternándose con cantitos en repudio al reluciente gobierno neoliberal de Javier Milei.

Creo que el peronismo es producto del egoísmo de las clases más pudientes. Si las clases más pudientes hubieran tenido una visión más integradora y de crecimiento como país, a nivel general y nacional, el peronismo no hubiera existido. El peronismo es una reacción”. Más adelante asevera, “Lamentablemente creo cada vez menos en la (clase) política. De todas maneras, siempre pienso en una solución que incluya a la mayoría, no en soluciones elitistas. Como país siempre hay que pensar en las mayorías, en el socialismo, en una cuestión social y nacional, entendiendo lo bueno del significado de esas palabras. El peronismo se ubica ahí[11].


*Profesor en Historia. Miembro académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.



[1] Secchi, S. “En el oeste está el agite” en Cordón-UNLZ. 4 de julio de 2021 [En línea]

[2] Marchi, S. El rock perdido. Buenos Aires, Capital Intelectual. 2005.

[3] Galasso, Norberto. Discepolo. Buenos Aires, 1972

[4] Archivo Rolling Stone, 2007.

[5] “De lo nuevo, lo mejor” en , 27 de enero de 1995.

[6] Preguntas que vuelven a surgirnos luego del triunfo de Javier Milei. (NdA)

[7] Rolling Stone. N°30. Setiembre de 2000.

[8] Benitez, N. “El revisionismo y la juventud argentina de los 90” en Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. N°2. Diciembre de 2023.

[9] Godoy, Juan, La FORJA del nacionalismo popular. Punto de Encuentro, 2015.

[10] “El nuevo disco de Los Piojos” en La García, N°23. Setiembre de 2000.

[11] Rolling Stone. Nro 283. 2021.

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