MILEI Y LA MALDICIÓN DE LOS RECURSOS



*Por Fabián Lugarini 

El mayor desafío para las naciones con recursos no renovables valiosos lo constituye la forma en que los ingresos provenientes de su explotación resulta en beneficio del país que los posee, así como para su población, lo que solo es posible con el desarrollo e implementación de políticas industriales nacionales.

Los recursos naturales han sido históricamente una fuente de riquezas para las naciones, y como tal deberían ser una bendición para los países en vías de desarrollo. Sin embargo, muchos países ricos en estos recursos no se han visto beneficiados por esta abundancia, sufriendo bajo o nulo crecimiento económico e indicadores sociales negativos, tales como desigualdad flagrante entre sectores de mayores y menores ingresos, creciente empleo informal así como difícil acceso a bienes y servicios públicos básicos como educación y salud. A esto se lo conoce como la “maldición de los recursos” o “paradoja de la abundancia”.

En estos casos, la privatización de la economía impacta de lleno en la industria local, siendo los sectores más severamente afectados aquellos con mayor contenido tecnológico y, por lo tanto, con mayor valor agregado per cápita, cuando precisamente son los que deberían liderar el proceso de desarrollo económico de un país, dado que generan progreso técnico, mayores beneficios sociales y externalidades positivas.

África resulta un claro ejemplo de la “maldición de los recursos”. De los 53 países del continente, 22 son ricos en recurso hidrocarburífero, sin embargo en la inmensa mayoría de ellos sus índices de desarrollo humano se encuentran entre los más atrasados del mundo, de acuerdo a cifras del Banco Mundial.

Nigeria es el mayor productor de petróleo en el África Subsahariana con 1,4 millones de barriles de petróleo diarios,  aún así el 70% de su población subsiste con menos de un dólar por día.

En tanto que Angola, a pesar de producir 1,2 millones de barriles de petróleo diarios (el segundo mayor productor de petróleo en el África Subsahariana) y poseer reservas de 12.700 millones barriles de petróleo (la segunda mayor reserva petrolífera de África), tiene una economía oligopólica profundamente inequitativa, donde el 15% de la población percibe el 90% de los ingresos, mientras que el 68% de los angoleños vive bajo la línea de pobreza y 28% bajo la línea de indigencia, de acuerdo a datos de las Naciones Unidas.

La alternativa para escapar a la “maldición de los recursos” es la diversificación económica mediante un desarrollo industrial que amortigüe la vulnerabilidad inherente a los países dependientes de sus exportaciones primarias frente a causas naturales (como una fuerte sequía) o económicas (caída internacional del precio de ciertos commodities).

Esto solo es posible si se instrumentan políticas públicas de largo plazo a través de estrategias plurianuales de planificación, se construyen amplios consensos políticos que cohesionen la estructura social y se mantiene el imperio de la ley, optimizando la calidad institucional.

Países como Brasil y Noruega han explotado exitosamente sus recursos hidrocarburíferos offshore, logrando simultáneamente dar mejores estándares de vida a su población.

La exploración y producción petrolera offshore es intensiva en capital por la gran demanda que genera en construcción de buques de apoyo y plataformas petroleras. Noruega y Brasil implementaron políticas públicas que garantizaron que gran parte de la demanda de la explotación petrolífera offshore fuera satisfecha por la industria naval local. Siendo la industria naval “madre de industrias”, promovió en estos países una dinámica intensa en el mercado laboral además de calificar recursos humanos. Al darse las condiciones para el desarrollo de la industria naval, se multiplicaron los puestos de trabajo en industrias complementarias, llegando a ser el empleo creado en éstas aún mayor que en los propios astilleros. De esa forma, las regiones entorno a los astilleros se vieron beneficiadas por la creación de un sector productivo de apoyo a sus actividades. Paralelamente, el desarrollo de una red de proveedores para el sector así como la creación de escuelas de formación y calificación de mano de obra, contribuyeron a establecer una base de apoyo que generó empleo calificado e ingresos, impulsando a su vez las economías regionales.

Argentina posee amplios y valiosos recursos naturales no renovables. En particular, el petróleo y el gas natural, por su valor energético, constituyen recursos estratégicos muy apetecidos a nivel internacional.

En nuestro país, la apertura de la exploración y explotación hidrocarburífera offshore así como la exportación de gas natural licuado (GNL) del yacimiento Vaca Muerta se presentan como una oportunidad histórica única.

En cuanto a la explotación off-shore, Argentina estaría en condiciones de producir en el proyecto Argerich (ubicado en la Cuenca Argentina Norte – CAN) 250 mil barriles de petróleo diarios, duplicando la producción actual de YPF, lo que equivale a más de US$8.000 millones por año, sin contar con que los geólogos de YPF estiman que, solo en el área explorada, hay posibilidad de explotar 3 ó 4 pozos más de esta envergadura, multiplicando varias veces el volumen inicial proyectado.

Además, el gasoducto Néstor Kirchner y la construcción de otros dos gasoductos más conectando la formación de Vaca Muerta con terminales portuarias en el sur de la Provincia de Buenos Aires, posibilitarán en un plazo de diez años, la exportación de 25 millones de toneladas anuales de GNL, lo que a su vez requerirá 465 buques metaneros para su transporte.

Pero nuestro país no es solo rico en recursos naturales, como Noruega y Brasil antes de iniciar la explotación petrolífera offshore Argentina también cuenta con una industria diversificada, mano de obra calificada, una masa crítica de ingenieros navales y petroleros así como un Plan Nacional de Ciencia y Tecnología, en el que se encuentran incluidas tanto la industria naval como la petrolera.

En particular con respecto a la industria naval en Argentina, entre astilleros públicos y privados, 18 se encuentran operativos y el mayor de ellos, Astillero Río Santiago, tiene la capacidad de procesar 360 toneladas diarias de chapa además de disponer de tres gradas de 220, 180 y 160 metros de longitud cada una (las mayores del país) con cuatro grúas que pueden izar bloques de hasta 240 toneladas, lo que permite la construcción de buques petroleros de hasta 80 mil toneladas de porte bruto.

Por todas estas condiciones, Argentina está en condiciones, como lo hicieron primero Noruega y luego Brasil, de evitar la “maldición de los recursos”, pero para lograr esta meta, nuestro país debe implementar un plan estratégico a mediano y largo plazo en el cual el desarrollo de la industria nacional sea una política de Estado con eje en la integración regional, el crecimiento industrial y la transferencia tecnológica, dejando atrás el modelo de economía primarizada exportadora de commodities sin valor agregado.

En esta tarea resulta imprescindible llegar a un consenso entre gremios y cámaras empresarias de manera tal de presentar una propuesta unificada que sea articulada a través del poder político, para contrarrestar reformas económicas ancladas en un fuerte ajuste fiscal, privatización de empresas públicas, apertura comercial indiscriminada y desnacionalización, que en lugar de promover el crecimiento económico con movilidad social y la modernización de estructuras productivas, agravarán aún más la situación con bajos niveles de crecimiento y alto desempleo.

En la vereda de enfrente se sitúa el flamante Presidente de la Nación, abjurando del rol del Estado y proponiendo que todo quede librado a los designios del “mercado”, a contramano de lo que sucede en los países desarrollados donde industrias como la naval constituyen un sector fundamental para el desarrollo soberano de las naciones y, por eso, reciben apoyo y protección de sus Estados, independientemente de las alternancias electorales y las diferencias ideológicas (como sucede en China, Corea del Sur, Japón, Francia, Rusia y los EE.UU.).

En nuestro país, rico en lo que el planeta entero crecientemente demanda: energía, minerales y alimentos, el Presidente de la Nación afirma cínicamente que “no hay plata”.

En la República Argentina que acaba de cumplir 40 años ininterrumpidos de democracia, el Presidente de la Nación se arroga atribuciones legislativas dictando un Decreto de “Necesidad y Urgencia” que deroga de un plumazo más de 300 leyes y conculca todo tipo de derechos.

¿Queremos ser como Brasil y Noruega o como Angola y Nigeria?

Ya lo anticipó el dictador portugués Salazar en los años 50: “Pobre Angola, qué condena. No bastaba con el oro y los diamantes, también tiene petróleo. Cuánto aún va a sufrir esa rica tierra desgraciada”.



*Analista Económico – Ex-asesor en Transporte, Energía, Pesca y Minería de la Honorable Cámara de Senadores y en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación – Asesor en Transporte y Ambiente en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Publicado en: Informe marítimo

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