*Por Eliana Valci
Los seres humanos se aglutinan mundialmente dentro de
la comunidad artificial que inició con internet y que hoy los tiene cautivos a
través de sus dispositivos. Absortos con diversas aplicaciones que fomentan la
no presencialidad, tanto que amenaza con pensar por ellos.
Todos -de alguna manera- fueron advertidos del avance
tecnológico a través de la literatura y el cine de ciencia ficción, que de
cuento no tienen nada. Como si hubieran sido un presagio del futuro, del
presente en el que viven en la actualidad. Pero todo pasa tan rápido, que no
hay tiempo para la reflexión.
Las personas que son seres sociales, políticos y
sintientes se han transformado en meros consumidores de todos y cada uno de los
aspectos de la vida. Es por ello que las relaciones interpersonales y el
desarrollo de la vida política y social son cada vez más complejas. Se basan en
la lógica de oferta y demanda que el Dios Mercado ha impuesto religiosamente.
Según lo escrito por
Byung Chul Han, en Piscopolítica “el
neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor. La libertad del ciudadano
cede ante la pasividad del consumidor. El votante, en cuanto consumidor, no
tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la
comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política común. Solo reacciona de forma pasiva a la
política refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor ante las mercancías
y los servicios que le desagradan. Los políticos y los partidos también siguen
esta lógica del consumo. Tienen que proveer.
De este modo se degradan a proveedores que han de satisfacer a los votantes en
cuanto a consumidores o clientes”.
El proceso de colonización mental que ha logrado el
neoliberalismo con la ayuda de las nuevas tecnologías ha llegado al punto tal
que la realidad se vuelve intangible. Si la vida no sucede en red, no existe.
Todo absolutamente todo es oferta limitada. Se trata de si gusta o no gusta, si
es lindo o feo, bueno o malo. Listo para ser consumido o descartado, o ambos.
Se ha perdido de vista lo esencial, lo palpable, el
hecho concreto. ¡Y de argumentos mejor ni hablemos!, si solo se reducen a 280
caracteres. La vida política, que hace a la comunidad organizada pasa por ese
filtro reduccionista. ¡Miren si no estamos jodidos!
En este mundo donde el tiempo no alcanza, en el que
corremos para llegar a no sabemos dónde, es urgente parar, respirar, mirar alrededor
y pensar cómo hacer para que la matrix no se haga del último atisbo de
humanidad que queda.
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