*Por
Fabián Lugarini
Luego de la Segunda Guerra Mundial los EE.UU. contaban
con la mayoría de las reservas internacionales de oro y su economía
representaba la mitad del PBI mundial.
Esto permitió que los EE.UU. dictaran los términos de los
Acuerdos de Bretton Woods, que estableció -entre otras cosas- el patrón oro
como respaldo para el dólar estadounidense, en tanto que el resto de los países
firmantes utilizarían al dólar como reserva de valor para sus monedas, pudiendo
cambiar en cualquier momento los dólares en su posesión por oro.
Pero a fines de la década del ‘60, algunos países
europeos empezaron a cambiar sus reservas en dólares por oro debido a los altos
déficits que registraba la economía estadounidense a causa de la guerra en
Vietnam. En 1971, el Presidente Nixon decidió unilateralmente terminar con la
convertibilidad dólar – oro en respuesta a esta demanda creciente.
Para evitar devaluar su moneda, los EE.UU. crearon el
petrodólar, acordando con Arabia Saudita que todas sus ventas de petróleo
fuesen exclusivamente en dólares y destinaran sus inversiones a la compra de
bonos del tesoro estadounidense. Esto garantizó la demanda internacional de
dólares, sobre todo luego de la crisis global petrolera de 1973 que provocó
aumentos constantes de los precios del crudo hasta principios de los ‘80.
Por otro lado, a fines de la década del ‘90, empezaron a
manifestarse dos fenómenos incipientes: el surgimiento de la economía china y
el descontrol de la economía estadounidense. A principios del siglo XXI, los
EE.UU. se convirtieron en el mayor deudor del mundo y la Reserva Federal de
dicho país comenzó a implementar políticas monetarias cada vez más arriesgadas
para salvaguardar su sistema financiero. La deuda pública estadounidense pasó
de 3 billones de dólares en 1990 a 31 BILLONES
en el 2022, lo que representa 123,4% del
PBI de los EE.UU., el nivel más alto registrado en la historia de ese país.
Los EE.UU. toman prestado cada año de 2 a 3 billones de dólares para sostener
su economía, pagando diariamente US$1.300 millones solo en concepto de
intereses, lo que claramente resulta insostenible en el mediano y largo plazo.
Luego de la crisis financiera del año 2008, China objetó
la devaluación del dólar que los EE.UU. estaban implementando a través de una
gran acumulación de deuda así como una excesiva emisión monetaria, y reclamó, aunque
sin éxito, la implementación de un nuevo sistema financiero mundial.
Ciertamente, como el dólar estadounidense es moneda global de reserva, los
EE.UU. controlan el sistema financiero internacional, pudiendo tener déficit
fiscal sin sufrir mayores consecuencias y emitir moneda sin contar con ningún
tipo de respaldo (solo en el año 2020
EE.UU. imprimió 3,3 BILLONES de dólares).
Sin embargo, esta situación cambió a partir de marzo de
2022, los países miembros del G7 no solo impusieron sanciones a Rusia, sino que
también congelaron US$300 mil millones en activos del Banco Central ruso y
bloquearon a este país en el SWIFT, el principal sistema bancario internacional
de transferencia de fondos.
De todas formas, muchos países seguían necesitando bienes
rusos como hidrocarburos, alimentos, fertilizantes y equipos militares. La respuesta
a este dilema fue la más simple: acuerdos
bilaterales en monedas locales.
Esta modalidad ha facilitado a los exportadores e
importadores balancear riesgos, tener más opciones para invertir y tener
mayores certezas acerca de sus ventas e ingresos. La no utilización del
dólar como moneda de intercambio también ha permitido a estos países mejorar su
posicionamiento en la cadena de valor al no tener que mantener precios bajos para
sus productos a fin de obtener divisas estadounidenses.
No solo los países sancionados por EE.UU. (Rusia, Irán,
Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Afganistán) están dejando de utilizar el
dólar como moneda de reserva y unidad de intercambio comercial.
China es uno de los principales actores con iniciativas
de desdolarización, ya que es la segunda mayor economía mundial y goza de una
posición dominante en el comercio global. De acuerdo con datos del FMI, China
es el mayor socio comercial de 61 países, en tanto que EE.UU. tiene esa
relación solo con 30.
Además, en el año 2013 China lanzó la Iniciativa de la Franja y la Ruta como
estrategia de desarrollo global de infraestructura y cooperación internacional,
a la que ya se han sumado formalmente 149 países.
En la última cumbre de miembros de la Organización de
Cooperación de Shanghai (fundada en el 2001 e integrada por China, Rusia,
India, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Irán y Uzbekistán) el Presidente
Xi Jinping propuso abordar los déficits de desarrollo a través de la
integración regional, la expansión del intercambio comercial en monedas
locales, la instrumentación de sistemas alternativos de pagos para operaciones
de comercio exterior así como la fundación de un banco de desarrollo de la
organización.
Esta propuesta se condice con los esfuerzos de China para
incrementar de forma regional el uso de su moneda en inversiones de
infraestructura y comercio exterior a través de instituciones financieras
locales y la Organización de Cooperación de Shanghai. En efecto, así podrá reducir
su dependencia del dólar, minimizar el riesgo cambiario y cubrirse ante una
baja liquidez de la divisa estadounidense, manteniendo acceso a los mercados
globales en períodos de crisis geopolítica.
En concordancia con estos lineamientos, China acordó con
Arabia Saudita pagar parte de sus importaciones petroleras con yuanes (China es
comprador del 25% de las exportaciones de crudo de Arabia Saudita), erosionando
de esta manera a los cimientos del petrodólar.
A esto hay que añadir que China, el segundo mayor acreedor
de EE.UU., redujo en un 23% (US$251 mil millones) su posición en Bonos del
Tesoro estadounidense, llegando al nivel más bajo de tenencia de los últimos
doce años (US$859 mil millones).
Pero no solo China y los países sancionados por EE.UU.
marchan hacia la desdolarización, India (la quinta economía del mundo en
términos de PBI) acordó realizar sus operaciones de comercio exterior en rupias
con 18 países: Alemania, Gran Bretaña, Malasia, Singapur, Israel, Nueva
Zelandia, Rusia (India también está pagando con dírhams de los Emiratos Árabes
Unidos parte del petróleo que importa de Rusia), Omán, Kenia, Mauricio,
Myanmar, Seychelles, Fiji, Botswana, Guyana, Tanzania, Uganda y Sri Lanka.
Malasia ya manifestó su preocupación respecto a la
dependencia del dólar de Asia, en tanto que su Primer Ministro propuso la
creación de un Fondo Monetario Asiático durante su reciente visita a China (el
FMI estima que Asia contribuirá con más del 70% del crecimiento mundial en el
2023).
Análogamente, Brasil (la décima economía del mundo en
términos de PBI) acordó en marzo utilizar el yuan en su intercambio comercial
con China, que alcanzó los US$150 mil millones en el 2022, lo que representa un
incremento de 10% respecto al año anterior. Además, el presidente Lula durante
su visita a Beijing en abril, manifestó en repetidas ocasiones que debía
reducirse la utilización del dólar para el comercio internacional.
Por su parte, Argentina acordó pagar importaciones chinas
con yuanes por un monto de mil millones de dólares, mientras busca instrumentar
un denominador común que permita profundizar el intercambio comercial con
Brasil.
Inclusive el Presidente Macron de Francia advirtió acerca
de la “extraterritorialidad del dólar estadounidense”, sugiriendo que
Europa debía terminar su dependencia de la moneda de los EE.UU. y añadiendo que
Europa “no dispondrá del tiempo ni de los recursos para financiar nuestra
autonomía estratégica y nos convertiremos en vasallos” en caso de escalar
las tensiones entre EE.UU. y China.
Todos
estos cambios apuntan a un mundo moviéndose de un sistema unipolar a uno
multipolar, lo que significa que el dólar está perdiendo su valor como
instrumento único de comercio internacional y reserva de valor global a favor
de una canasta de monedas locales utilizadas en el intercambio regional.
Los riesgos geopolíticos causantes de mayor incertidumbre
y variabilidad también han acelerado el abandono del dólar como refugio de
valor. Una muestra palpable de ello es la abrupta caída en la participación del
dólar en las reservas internacionales que actualmente alcanza el 58% del total
mundial, lejos del 73% registrado en el 2001 y aún más del 85% que tenía en
1977.
La economía de los EE.UU. está enfrentando una recesión,
el alto nivel de la inflación no desciende, los niveles de deuda pública
continúan escalando hacia nuevos máximos y no hay que descartar una nueva
crisis en el sistema financiero estadounidense. En el 2022, la Reserva Federal
aumentó las tasas de interés para apaciguar la inflación, resultando en un
masivo descalce de activos y pasivos de los bancos lo que provocó corridas y
quiebras por miles de millones de dólares.
Esta
potencial crisis en ciernes ha impulsado a algunos países a evitar el riesgo a
corto y largo plazo que representa el dólar estadounidense.
Mientras tanto, a contramano del mundo, en Argentina se debate
sobre la “factibilidad técnica” de reemplazar nuestra moneda de curso legal por
el dólar, haciendo caso omiso de lo que sucede a nivel global, así como de la
preocupante evolución de la economía estadounidense a la cual quedaríamos
irremediablemente atados de implementarse una dolarización total en nuestro
país.
En 1971 el General Perón ya había advertido sobre las
implicancias de la hegemonía del dólar en el comercio internacional, como
declarara en la entrevista que le realizaran Pino Solanas y Osvaldo Getino en
Madrid en 1971: “el dólar americano en su valor adquisitivo no es, diremos,
el valor fiduciario escrito en el billete porque está sobrevalorado
sobre eso y esto se comprueba muy fácilmente. Hay una ley fiduciaria de los
EE.UU. que dice que el que va al Banco Federal le entregan el oro
correspondiente al billete que entrega. Si Ud. va a la Reserva Federal y le
dice: ¿cuánto vale una onza troy? Le dirán 35 dólares, Ud. saca 35 dólares y
dice: deme una onza troy, no se la venden ahí porque ellos no venden oro,
entonces hay que ir a comprar al mercado libre. En el mercado libre Ud. pide la
onza troy, le dan el oro, pero ahí vale de 40 a 45 dólares la onza troy. ¿Qué
quiere decir eso? Que los 35 dólares por onza troy es falso, los americanos
fijan el valor del oro por el dólar no el valor de dólar por el oro.”
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