*Por Silvina Morelli
Aunque resulte extraño,
todavía hay organizaciones en las que el liderazgo es sinónimo de poder y
como tal, ejercido de manera vertical y materializado en órdenes que imparten quienes
lo detentan a sus subordinados, para que las cosas sucedan.
El objetivo de estas
líneas es romper con esa visión, adscribiendo a la idea de
que no hay liderazgo exitoso sin comunicación efectiva y
que su estudio debe tener en cuenta además, la singularidad de quien lo ejerce,
la cultura organizacional, las situaciones en las que se da, el contexto en el
que ocurre y cómo son las personas con las que un líder trabaja.
Poner el foco en la
importancia que adquiere la comunicación para el ejercicio de un liderazgo
exitoso es tomar distancia de concepciones reduccionistas que, de manera
exclusiva, lo amalgaman a las relaciones de poder.
Muy por el contrario,
un buen líder debe tener aptitudes de comunicación, ser capaz de influir en
otras personas, inspirándolas y construyendo espacios relacionales con
flexibilidad y empatía.
No es posible dejar de
comunicarnos
Comunicar es producir
sentido. Entre los protagonistas de la comunicación, en ese proceso hay
una brecha insoslayable: uno dice lo que dice, el otro escucha lo que escucha.
Hablar de comunicación
también es hablar de posicionamiento estratégico: quién soy, qué hago,
cómo lo hago y cómo lo comunico. De ahí que comunicarnos es poner en movimiento
todo lo que somos: nuestro lenguaje corporal, nuestras palabras y nuestras
emociones.
Y como somos seres
lingüísticos es imposible dejar de comunicarnos (lo queramos o no): las palabras
comunican, los gestos comunican, las posturas comunican, las miradas comunican,
las distancias comunican, los silencios comunican).
En este marco, abrimos
o cerramos conversaciones formales e informales con otros, en los diferentes
espacios que habitamos y haciendo uso de una multiplicidad de canales
disponibles para ello (en los pasillos, en los comedores, en las oficinas, en
las reuniones de trabajo, telefónicamente y en medios tales como plataformas
sociales con presencia en internet, sistemas de mensajería instantánea y correo
electrónico).
Decir que sin
comunicación efectiva no hay liderazgo exitoso es pensar en un líder
capaz de utilizar todos los recursos a mano, influir positivamente en
las personas y comunicarse incorporando las siguientes cualidades:
- coherencia entre el decir (lenguaje
verbal y corporal) y el hacer (acciones).
- asertividad o
habilidad para expresar puntos de vista y realizar pedidos en forma
amable, honesta, directa y correcta sin atentar contra otros y
estableciendo consensos si fuera necesario.
- resiliencia o
capacidad de adaptarse a situaciones problemáticas; gestión de emociones
de manera apropiada (identificarlas, reconocer la información que traen y
regular los impulsos negativos que puedan generar).
- conocimiento de las audiencias (quiénes
forman parte de mi foco comunicacional y cuáles son sus características,
intereses, sentimientos y expectativas).
- conocer espacios y medios para la
comunicación, disponibles.
- eficacia en la comunicación, para
que los mensajes sean interpretados de manera eficaz, es decir, que la
brecha de sentido entre lo que se dice y lo que el otro escucha e
interpreta, sea lo más pequeña posible.
Las habilidades del
liderazgo
Para que un líder sea
exitoso no basta con que sea un profesional entrenado en las mejores
universidades o que tenga un enorme currículum sino que es necesario que
sea capaz de desplegar un conjunto de habilidades que le permitan conducir,
acompañar, persuadir, inspirar e influir en un grupo de personas para que las
cosas pasen.
Ahora bien, no todas
las personas que lideran equipos lo hacen de la misma manera porque cada cual
lo hará desde su singularidad y la de su equipo de trabajo.
Sin embargo, será
efectivo si cumple con las cualidades de un buen comunicador (de las que ya
hablé más arriba), si tiene visión de futuro, si construye valores compartidos,
si mantiene una escucha activa, si establece relaciones empáticas y si es capaz
de impulsar acciones positivas.
Según puede inferirse
de lo que vengo diciendo, el desarrollo de atributos propios de la
inteligencia emocional parece fundamental tanto para un buen liderazgo
como para una comunicación efectiva.
Entendemos por inteligencia emocional la
capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos (intrapersonal) y los de
los demás, manejando adecuadamente las relaciones (interpersonal). En esta
perspectiva, los líderes que la encarnen serán capaces de
- reconocer y regular sus emociones;
- resolver conflictos y aceptar
críticas;
- sintonizar con los sentimientos y
puntos de vista del equipo;
- motivarse y motivar a otros;
- ser resilientes y asertivos;
- promover la creatividad;
- construir relaciones armónicas;
- y conducir equipos con una visión
compartida para el cumplimiento de los objetivos organizacionales.
Dicho esto, es
importante destacar que no es casualidad que estas capacidades sean
compartidas con las habilidades comunicativas señaladas en el apartado anterior
dado que, según mi mirada, la comunicación es un proceso profundamente
emocional.
Si bien autores e
investigadores proponen una gran variedad de prototipos de liderazgo, no creo
que haya estilos puros que puedan vestirse como trajes para actuar papeles
protagónicos. Más bien considero que esos estilos deben construirse desde la
subjetividad de cada quien siendo de gran relevancia que un líder pueda
realizarse, entre otras, las siguientes preguntas: "¿Cuál es mi
propósito?" "¿Cuáles son los objetivos que debo y quiero
alcanzar?" "¿Con quiénes cuento?" "¿Qué espera de mí el
universo organizacional?”¿Qué puedo ofrecerle desde mi singularidad?".
Las respuestas a estos
y otros interrogantes, le darán una gran oportunidad para reconocer sus
fortalezas y sus debilidades, actuando en consecuencia.
¿Cambiar o no cambiar?
En este mundo más VICA
(volátil, incierto, complejo y ambiguo) que nunca, es necesario recuperar
y valorar todas las inteligencias disponibles, poniéndolas al servicio de
las organizaciones del presente y del futuro.
Sabemos que muchas
organizaciones ya comprendieron la importancia de gestionar transformaciones
culturales e intervenir en sus modelos de liderazgo y comunicación.
Lamentablemente, aún
existen muchísimas otras que no solo no lo han hecho sino que ni siquiera
vislumbran la necesidad de hacerlo, con las consecuencias que ello implica en
términos de retención y desarrollo del talento humano.
*Silvina
Morelli es licenciada en Ciencias de la
Comunicación Social. Autora. Consultora de Comunicación Estratégica
Organizacional-Institucional y de Marca Personal. Coach Ontológico. Master
y Trainer en PNL. Docente universitaria.
Publicado en: IProfesional
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