*Por César Augusto
Lerena
Cuando el 2 abril de
1982 la Argentina recuperó Malvinas debió conocer los riesgos de semejante
decisión. Era más fácil imaginar que ese General, ex comandante de la VII
Brigada de Infantería de Corrientes y, afecto al whisky, podía ser elegido
presidente de facto de la Argentina, que suponer, que el Reino Unido de Gran
Bretaña (R.U.), con una reconocida historia marítima y, frente al resto de las
potencias, aceptaría sin más, abandonar las Islas.
Oficiales, suboficiales
y soldados argentinos cumplieron la consigna de tomar Malvinas en forma
incruenta y, luego, combatieron heroicamente, pese a la incapacidad de la
conducción general, una estrategia errónea y, la falta de armamento suficiente,
para enfrentar con éxito a una de las armadas más importantes del mundo.
Muertos y heridos fueron un pago lacerante y excesivo de la lucha y, sin
embargo, ya nada hacía suponer que algo peor podría suceder (materialmente
hablando) que aquel 14 de junio de 1982; pero, la recuperación legítima de
11.410 km2 de territorio argentino, nos llevó -por el pésimo desempeño del
Poder Ejecutivo, la diplomacia y los legisladores- a perder gran parte del
Atlántico Sur: un 52% de la Zona Económica Exclusiva está invadida por el Reino
Unido.
Algunos argentinos
dicen, que hubiera sido mejor ser colonizados por los ingleses que por los
españoles. Todavía no se dieron cuenta, que sí, que -mal que nos pese- nos
colonizaron los británicos, los mismos que se quedaron con Malvinas en 1833 y
tienen a tiro de misil la Patagonia y la Antártida.
Cuando el 12 de agosto de 1806 echamos (o, mejor dicho, los orientales y
españoles) a los ingleses de las 140 manzanas que tenían ocupadas en Buenos
Aires, comenzó un largo y silencioso derrotero de ocupación inglesa, con la
complicidad de gobernantes y la tolerancia o intereses de los ciudadanos
informados. Nosotros podemos ser amigos del “simpático” Mark Kent, incluso
hacerlo de Racing, porque a los ingleses nos une la tradición futbolera e
hípica, pero, tenemos memoria.
«De los esfuerzos de
este día, depende la suerte de la América del Sud», diría el Gral. Antonio José
de Sucre a sus soldados, al iniciarse el 9 de diciembre de 1824, la batalla de
Ayacucho, que terminaría con los realistas españoles en América. No sabía, que
dos meses después, el 2 de febrero de 1825, se firmaría el «Tratado de Amistad,
Comercio y Navegación» entre el Reino Unido. y las Provincias Unidas del Río de
la Plata, Tratado, que luego repetiría Chile, Colombia, México, Perú y
Venezuela, transfiriendo la conducción económica y financiera a los británicos
y, ello, no impidió, que entre 1857 y 1955 más de 2 millones de españoles
emigraran a Argentina, en su gran mayoría gallegos, de ahí la forma
genérica con la que solíamos nombrar a quienes fueron un importante motor del
desarrollo nacional incipiente.
En ese Tratado se
estableció una “Perpetua Amistad”, pero no frenó al R.U. que, en forma oscura y
traidora, invadió Las Malvinas en 1833 y, estableció, una serie de privilegios,
como transformar en inembargables sus posesiones, la libre navegación en mares
y ríos, la aplicación de la “cláusula de Nación más favorecida” en todos los
negocios, incluso, más que las que pudieran recibir las empresas argentinas. Se
ratificó en el Tratado Roca-Runciman suscripto en Londres el 1 de mayo de 1933
y, en las Declaraciones Conjuntas del 19 de octubre de 1989 y, 18/19 de
diciembre de 1989 en París, convertidas luego, en el Tratado del 14/15 de
febrero de 1990, comúnmente llamado Acuerdo de Madrid y, en el Tratado de
“Promoción y Protección de Inversiones” en Londres el 11 de diciembre de 1990,
complementario del anterior, convalidado por la Ley del Congreso de la Nación
N.º 24.184.
El Dr. Julio C. González
(Los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas, 1998), a quién aprovecho para
rendirle mi más justo reconocimiento, por ser el primero, que en sus artículos
de “La Prensa” (15/3/1990) y en “El Informador Público” (1993), desenmascaró
con valentía y dignidad ciudadana este ruin Tratado, quien oportunamente
entendió que, «el vocablo “declaración” es inapropiado e improcedente, ya que,
cuando tal manifestación genera obligaciones recíprocas para los Estados que la
suscriben y para terceras organizaciones jurídicas internacionales, el término
que debe usarse es “Tratado”, y, por lo tanto, si no media aprobación del
Congreso no habrá de ser obligatorio para la República ni tendrá el carácter de
ley suprema de la Nación».
El promotor de estos
últimos Tratados fue el entonces Canciller y luego Ministro de Economía Domingo
Felipe Cavallo, con el apoyo de gran parte del arco político nacional.
El Versalles Argentino
Estos Tratados
terminaron con la Argentina soberana, industrial, tecnológica, científica y
dueña de sus recursos naturales y servicios públicos y, la devolvieron, a sus
orígenes de proveedor de granos, transgénica, semilla-dependiente y
química-fumigada. La Argentina del monocultivo, con los servicios y los
recursos naturales privatizados. De la Argentina con un mar territorial de 200
millas marinas, por imperio y defensa de la Ley 17.094 (Roberto Roth) a la
Argentina de la Zona Económica Exclusiva depredada por británicos, españoles,
chinos, rusos, taiwaneses y coreanos. Un país colonizado, que, pese a tener
ocupado por los ingleses 1.639.000 km2 de su territorio marítimo, declara no
tener hipótesis de conflicto y desarma sus fuerzas armadas. Un lugar, donde
bajo pretexto de la globalización, se extranjeriza el idioma y los hábitos
culturales y alimentarios.
La inducción británica
es tal, que nadie, a costa de ser calificado “de cabotaje” se anima a denunciar
estos Tratados y, muy especialmente el de “Madrid”, aunque sea ignominioso y,
hayan transcurrido ya casi treinta años. Por el contrario, una serie de amanuenses
siguen abrevándose en él, para firmar declaraciones y acuerdos que profundizan
la dependencia nacional.
Estos Tratados se
completaron con la sanción de la Ley N.º 23.968 (10/9/1991) de los “espacios
marítimos” que determinó las líneas de base y la Ley N.º 24.543 (13/9/1995) que
ratificó la CONVEMAR, a cuya sanción -modestamente- nos opusimos sin éxito con
el apoyo de un par de Senadores liderados por el Senador Pedro Molina (PJ Santa
Cruz), que le permitieron al R.U. considerarse -en forma ilegal- como un país
ribereño en Malvinas y, promover, en la actualidad, la multilateralidad
regional del control de las pesquerías, para tratar de intervenir, en un pie de
igualdad con la Argentina, en la administración de los recursos en el Mar
Argentino; motivo por el cual, hoy insistimos en oponernos a la ratificación
del Acuerdo de Nueva York y al Convenio del Atún.
Casi todos hacen
silencio. Hacen silencio y son incapaces de proyectar una estrategia para salir
de esta trampa que sume en la derrota perpetua a quienes creen que todo está
perdido y, a una gran mayoría de argentinos, que ignora cuál es la situación
del país. Los que solo se enervan cuando se trata de alentar a los
connacionales en las competencias deportivas o en las discusiones políticas inconducentes.
Para iniciar las
negociaciones que derivarían en el Tratado de Madrid, la Cancillería le encargó
al Embajador jubilado Lucio García del Solar, las tratativas con el Encargado
británico ante la ONU Sir Crispín Tickell y éste se reunió a solas el 16/17 de
agosto de 1989 en Nueva York. El Embajador inglés le dijo al argentino: «le
pedimos que la Argentina reconozca que existe, en la práctica, una FICZ (una
zona de exclusión pesquera). No le pedimos al gobierno argentino que diga nada
en público, simplemente le pedimos que deje que sigan las cosas». A lo que
García del Solar respondió: «…El levantamiento de la zona de protección militar
es esencial. La Argentina no está pidiendo el levantamiento de la FICZ». Ello
significó la extracción de recursos pesqueros argentinos, desde 1976 a la
fecha, por un valor comercial final de hasta 148 mil millones de dólares,
motivo por el cual, los habitantes de Malvinas tienen uno de los ingresos per
cápita más altos del mundo y, como veremos, el control militar británico lejos
de reducirse se amplió. Su intervención en el Tratado de Madrid opacó,
lamentablemente, su trabajo en la redacción de la Res. de la O.N.U. N.º 2065.
Argentina y el R.U.
acordaron, en primer lugar, aplicar “la fórmula inglesa del paraguas”, con la cual,
ambos países aceptaron el tratamiento de distintos temas, en tanto y en cuanto,
ello no significara reconocimiento alguno sobre la soberanía de Malvinas. Las
consecuencias están a la vista, en 1982 los británicos ocupaban Malvinas y tres
millas alrededor, hoy, invaden y explotan las Islas y doscientas millas,
crearon una reserva de 1 millón de km2, reivindican derechos sobre la
plataforma continental y la Antártida Argentina. Quiebran todas las Res. de la
O.N.U. N.º 31/49; 2065/65; 41/11; 3171/73 y 3175/73 y, nosotros permanecemos
congelados, declamando ante los foros internacionales.
Dejaron sin efecto la
Zona de Protección Militar (FIPZ) alrededor de Malvinas, pero establecieron un
«Sistema Transitorio de Información y Consulta Recíproca», y otros, que de
transitorio no tienen nada, que obliga a la Armada Nacional y, a la Fuerza Área
Argentina (al Ejército no se lo incluyó) a informar al Comandante de las
Fuerzas Británicas en las Islas Malvinas todo movimiento marítimo y aéreo en el
Atlántico Sur Argentino entre el paralelo 46º S (altura Comodoro Rivadavia,
Chubut) y 60º S (altura de las Islas Orcadas), es decir, cedimos nuestra
soberanía territorial, de defensa nacional y autodeterminación, en millones de
km2 del espacio marítimo y aéreo argentino a los británicos, frente, a la misma
Patagonia y Antártida Argentina. ¿Hay algún argentino informado que se crea que
nuestro país tiene solo ocupada Malvinas, las Georgias del Sur y Sándwich del
Sur y, que el gobierno de turno le diga, graciosamente, que la Argentina no
tiene hipótesis de conflicto?
Se estableció también,
que ambos gobiernos se intercambien información sobre todo el movimiento
pesquero entre el paralelo 45º S (altura Puerto Camarones, Chubut) y el 60º S
(altura de las Islas Orcadas), es decir, por fuera de las 200 millas ocupadas
ilegalmente alrededor de Malvinas por los británicos; además, evaluar en forma
conjunta esa información y, buscar formas de cooperación, aún a sabiendas, que
el R.U. no tenía capacidad alguna para investigar y conservar los recursos y,
por el contrario, la Argentina, a través del INIDEP aportaría sus científicos y
buques para hacerlo y, ahora, en este mismo, momento, lo está haciendo.
No es casual que, en
ambos casos, los británicos determinaran el límite sur en el paralelo 60º S, ya
que es el límite norte del Océano Antártico y el Área de aplicación del Tratado
Antártico y de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos
Antárticos (CCRVMA), donde no se puede realizar ninguna actividad contraria a
los propósitos y principios del Tratado Antártico, están prohibidas, entre
otras, todas las medidas de carácter militar e interesa preservar el Continente
Antártico y las aguas que lo rodean, exclusivamente, para fines pacíficos.
Por otra parte, se pactó
la posibilidad de que los isleños puedan tener relaciones comerciales con el
continente, lo que es muy razonable, en atención a que, si es un territorio
argentino, es lógico entender que las islas puedan efectuar intercambios con
esta parte del país, pero, es un absurdo que los visitantes del continente
deban sellar sus pasaportes como si ingresaran a otro país o no puedan adquirir
propiedades o realizar negocios en Malvinas.
También se acordó
comenzar las negociaciones de promoción y protección de las inversiones
inglesas en la Argentina y de nuestro país en Gran Bretaña, esta última, de
aplicación imposible, pero destinada a dar la sensación de un acuerdo
equitativo, donde se estableció, que los inversionistas tendrían la libre
disponibilidad de sus bienes; se les otorgaría la condición más favorable que a
cualquier otro Estado; se los indemnizaría por la pérdidas; no se podría
expropiar o nacionalizar a las empresas británicas; se les garantizará la
trasferencia sin restricciones de sus inversiones y ganancias a los países de
origen; el sometimiento de las controversias a los Tribunales Internacionales y
al CIADI; pudiendo extenderse las disposiciones de este Tratado a Malvinas y
otros territorios de Ultramar.
Acordaron la
factibilidad de un Acuerdo de Cooperación, que la Argentina rápidamente
efectivizó, facilitándole vuelos a y desde Chile y San Pablo a Malvinas;
aceptando la puesta en marcha de una Comisión Conjunta de Pesca que les permite
a los isleños conocer la biología de los recursos que migran a Malvinas y en el
área donde las empresas extranjeras licenciadas por el gobierno ilegal de
Malvinas pescan; acordó un área de reserva al este de Malvinas para impedir la
pesca ilegal y fortalecer el otorgamiento de licencias pesqueras en Malvinas;
aceptó sin queja alguna, la ocupación de facto de 1.900 km2 en un espacio
denominado GAP al norte de Malvinas y por fuera de las 200 millas de las islas
donde se concentran grandes contingentes de calamar; vedó la captura del
calamar a los buques argentinos para asegurar la llegada de esta especie a
Malvinas para que pudiesen ser capturados por los buques extranjeros con
licencia británica. Una sostenida “colaboración unilateral” de Argentina que
nunca tuvo contrapartida británica y, sirvió para consolidar la ocupación
inglesa en Malvinas.
Casi nadie está exento
de responsabilidades. El recientemente fallecido Dante Caputo fue el gestor
inicial del Tratado de Madrid y, no pudo concluirlo porque se aceleró el fin
del gobierno en 1989, pero luego, como Diputado, dio su voto afirmativo al
Protocolo de Garantías de Inversión en 1992. Los Tratados los terminó
concretando Cavallo y, casi todos los diputados y senadores nacionales de las
distintas extracciones partidarias transformaron en Ley el proyecto elevado (Mensaje
N.º 203) por Carlos Menem, Guido Di Tella, Domingo Cavallo y León Arslanián,
que, según Julio C. González «fue redactado por el Foreign Office» (Ob. Cit
pág. 129).
A todo esto, nuestra
debilidad es creciente, el Proceso echó a “Isabelita” Martínez de Perón y,
adujo, que «el país estaba al borde de la disolución nacional» con una deuda
externa de siete mil ochocientos millones de dólares y, hoy debemos 327.167
millones de dólares, que representan el 77% del PBI.
En 2016, los
Cancilleres Malcorra y Faurie ratificaron el Tratado de Madrid para llevar
adelante el pacto Foradori-Duncan y seguir entregando nuestros recursos a
cambio de absolutamente nada.
¿Diplomáticos
probritánicos? No necesariamente. Política, estratégica, educación y,
resultados probritánicos. Nuestros maestros debieran enseñar a sus alumnos, que
en 1806 en las “Invasiones Inglesas” no los echamos a los ingleses con aceite,
al contrario, ellos se dieron cuenta y volvieron, porque en este gran país, hay
muchos recursos naturales para explotar y los argentinos pareciera que seguimos
sin darnos cuenta de ello. Mientras tanto, Malvinas, son como el unicornio
azul, son nuestras y las queremos.
*Experto en Atlántico Sur y Pesca, ex Secretario de
Estado, ex Secretario de Bienestar Social.
Nota del Editor: Las fuentes de dicho artículo fueron múltiples, por las modificaciones que cada réplica fue haciendo. Las más fieles que encontramos, a través de las cuales pudimos “rearmar” el texto cercano al original, fueron Ser Industria, InfoSur, y Conclusión.
Fuente: El Chasqui Federal
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