"EL VALOR DE LAS PALABRAS"



*Por Pepe Muñoz Azpiri

 

            «El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno… Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice «no me interesa la política»… El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad…»

  "El Arte de ganar" Jaime Durán Barba

 

            Las palabras, al igual que los símbolos los mitos y la interpretación de la historia, no  son inocuas ni son inocentes, dependen de la interpretación que se deposita en ellas y la valoración de las mismas. De ahí la peligrosidad de engendros como el "lenguaje inclusivo", que pretende imponer una curiosa (o no tanto) interpretación de los roles sexuales, ya que los géneros solo existen en la sastrería, la literatura, la cinematografía y la música. En este sentido, la imposición de la ideología de género a nivel global, constituye el objetivo principal de un plan de operaciones concebido para la reformulación de los valores y las categorías culturales que han imperado en la mayoría de las regiones del orbe hasta el momento y que constituyen los soportes de nuestra civilización.

            En tal sentido, paralelamente se instala una categoría de enfrentamiento de categorías falsas como neoliberalismo o progresismo, ambientalismo o desarrollo económico, aislamiento o integración al mundo y toda una serie de oposiciones binarias donde la superación de las mismas a partir de fundamentos doctrinarios como el nacionalismo y la tercera posición sean expuestas como manifestaciones elementales, anacrónicas y "populistas".

            El discurso se instala desde el supuesto  que el ciudadano común y potencial votante, es lo suficientemente estúpido (y ciertas manifestaciones públicas de los últimos tiempos parecerían confirmarlo) como para entender y juzgar correctamente los andariveles de la política, tal como lo manifiesta con crudo sarcasmo el asesor ecuatoriano del macrismo.

            Esta suerte de lobotomía cognitiva de la sociedad, de estupidización ciudadana, de cretinismo generalizado no respondió al azar sino a una intencionalidad política instrumentada incesantemente a través de los medios. Políticos, académicos universitarios, jueces, consultores económicos, animadores de televisión travestidos en "periodistas" y toda una suerte de carnaval de los animales, han puesto durante décadas un enorme esfuerzo por degradar las discusiones políticas hasta convertirlas en pura pantomima, espectáculos de "Polémica en el Bar" solo aptas para electores incondicionales y acríticos.

            Este abrupto descenso en el nivel del debate, en vez de generar alarma, se ha asumido por los expertos como un hecho positivo. A pesar que los problemas complejos no pueden explicarse con el lenguaje de un preescolar, que los políticos se expresen como adolescentes resulta más inclusivo. Incluso hemos escuchado a un gnomo expresarse como representante de "les pibis", representación por la que se le gratificará con una asignación superior a la  de un médico o enfermero de los hospitales públicos donde se libra la batalla contra las enfermedades de la marginación y la pobreza, dado que este elfo mangina (hijo de un ex asesor presidencial por otra parte), estará a cargo de otra dependencia estrambótica y estrafalaria  a las que eran tan afectos en la administración anterior para colocar a los inútiles de la familia. Se trata pues, de igualar a los ciudadanos para abajo, para que nadie quede excluido.

            Como nunca terminamos de estar peor, a la precariedad argumental de  un lenguaje más limitado en palabras que un mensaje de Twitter, sumamos la sustitución de los debates que comenzó mucho antes de la pandemia por la participación en programas de  comunicadores oligofrénicos, acompañantes de hotel, paneles de analfabetos y almuerzos con fugadoras de impuestos, donde se machaca sobre la nociva injerencia del Estado, la corrupción inherente del populismo y las bondades del libre cambio y el imperio de los mercados. Así, el candidato político que antes asistía "A la cama con Moira", ahora demuestra sus habilidades en la pantalla como improvisado bailarín, cantante, cocinero o músico (preferentemente guitarrista) ahorrando al espectador el más mínimo esfuerzo intelectual.

            Las condiciones de zozobra, inestabilidad y en muchos casos de clandestinidad en la cual tuvo que desarrollarse la lucha política del movimiento obrero y el peronismo a partir de 1955, no permitió visualizar claramente al campo de la ideas como la arena principal de la lucha política. Excepto algunos francotiradores aislados (Jauretche, Scalabrini Ortiz, Cook, Fermín Chávez y algunos otros), las energías se enfocaron en la Resistencia a la defensa de las conquistas sociales, la recuperación del territorio político, la consolidación de las ramas juvenil y femenina y las condiciones para el retorno de Perón, pero no en la actualización doctrinaria y política (que era una meta señalada por el propio Conductor) y el apuntalamiento identitario. Sin embargo, desde el auge de los desarrollos teóricos del llamado marxismo occidental y sus epígonos de la llamada Escuela de Frankfurt la lucha de las ideas políticas se libra en un campo de batalla que no es el institucional sino el puramente cultural.

            Lo que llamamos cultura, uno de los conceptos más esquivos para la antropología, se ha venido convirtiendo desde mediados del siglo XX en el patrimonio del llamado pensamiento progresista. En 1964 en la ciudad de Birmingham se fundaba el Birmingham Center For Contemporary Cultural Studies  como una institución universitaria de estudios de post-grado con un marcado sesgo progresista cuya finalidad no era otra que llevar a cabo una relectura del patrimonio cultural occidental a fin de eliminar de él "elementos burgueses, capitalistas y reaccionarios". La novedad no consistía en las consabidas críticas a las estructuras económicas y políticas propias del capitalismo, algo habitual en las diferentes escuelas del marxismo, sino en el hecho que centrara sus críticas en la noción de cultura como terreno fértil para sembrar valores contraculturales que esmerilaran la estructura política y económica del capitalismo. En nuestro caso, el progresismo como ariete neogorila ha sido óptimamente funcional para arremeter contra toda manifestación de identidad nacional y soberanía popular desde los albores de la argentinidad.

            Siempre los diariuchos franceses o afrancesados, desde hace tres siglos, hicieron estragos en la intelligentzia del Plata. Un ejemplo actual es la mentalidad "Dipló" (Le Monde Diplomatique). Con ella, nuestros letrados huérfanos de cultura aprenden sobre neo-liberalismo, consenso de Washington, pensamiento único, progresismo, deconstrucción de género, inclusión idiomática, "significantes flotantes" y demás masturbaciones. De la Argentina, nada. Así, nos enteramos gracias a esta mentalidad que el "modelo" defendido por Laclau es el correcto, por lo cual en este nuevo gobierno progresista social demócrata o "liberal de izquierda" según confesión explícita de quien lo preside, se impuso el uso flotante, es decir simbólico, del plural. Junto al agobiante e irritante exceso de "los/las", en el discurso oficial los conceptos generistas se expresan en plural. Y se crean cargos públicos con esos títulos. Ministerios de "las mujeres" en lugar de Ministerio de la Mujer, Dirección de "masculinidades", de "adolescencias y juventudes", campañas contra "las violencias". Inclusive se decretó el reemplazo del Día del Niño por el de "las infancias". No la infancia sino "las", muchas, distintas, diversas y sexualizadas, de tal manera de naturalizar cualquier conducta que legitime desvíos y aberraciones como la pedofilia. El objetivo es claro, imponer gradualmente el concepto de que los absolutos son relativos y que no existe normalidad y desviaciones minoritarias. Lo mismo se persigue con el criterio de diversidad, por lo cual todo es relativo.

            En consecuencia, no resulta extraña ni chocante la estrafalaria idea de suprimir todas las marchas militares que puedan interpretarse patriarcales o que una ex ministra de apellido compuesto y con nombre semejante a la de la Reina de Gran Bretaña coordine tareas de agenda de género en nombre del feminismo con el representante de la misma, Mr. Kent (el mismo que manifestó reparos  sobre la presencia de Ramón Carrillo en los billetes, más otras opiniones e injerencias inadmisibles sobre asuntos domésticos), embajador del país que tiene un escudo misilístico, y cuenta con  12 vectores balísticos de última generación, apuntando hacia nuestra Tierra del Fuego, mientras tilda de "controversia" al coloniaje que sufrimos desde 1833.

            Es que en el fárrago de la contienda política, en el canibalismo de las candidaturas políticas, en la lucha de trincheras entre municipios por unos metros de poder, no visualizamos que la retaguardia era lentamente ocupada por el progresismo que escudados en portadores y voceros de la "cultura Nac&Pop" y justificados por una "transversalidad" traída de los pelos, lentamente socavaban las murallas. Cuando muchos compañeros, sea por ingenuidad, desconocimiento, desorientación y en no pocos casos conveniencia abrazaron acríticamente todos y cada uno de los dogmas culturales que marca la agenda progresista contribuyeron la mayoría sin percatarse de ello, a que las ideas que dieron lugar al movimiento nacional justicialista se convirtieran en cada vez más irrelevantes. Así, asumimos con la mayor naturalidad Evitas abortistas, indigenismo antihispanista y antioccidental, vexilologías separatistas como las whipallas de Milagro Sala, los funerales de las 20 verdades, la estigmatización de las Fuerzas Armadas, el reemplazo de la generación de empleo por el asistencialismo mendicante, el reemplazo del protagonismo sindical por el punterismo territorial de la marginalidad, etc. En suma, una sub cultura lumpen, preexistente a los Kirchner pero reproducida y potenciada por éstos tanto en su extensión como en su profundidad. Quién desee continuar con la transgresión, que prosiga haciéndolo, pero a título de contraventor e integrante no de un país, sino del "salón" literario de una factoría.

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