*Por Hugo Bertone
Los esquemas familiares constituyen micromundos donde amplios avatares
se revelan, constituyéndose como la matriz vital de una sociedad.
En las mismas, convergen todo tipo de
traiciones, mentiras, amores furtivos, y lazos sanguíneos inexorables que
denotan lo mejor y lo peor de la existencia humana.
Desde un punto poco convencional el director
Pablo trapero, valor emergente del nuevo cine nacional, realizador de filmes de la talla de “Mundo grúa” o “El
Bonaerense”, genera aquí un trabajo por demás interesante, poniendo de hecho la
lupa en la institución más antigua y traumática de la sociedad, con la
particularidad que posee cada una de sus realizaciones.
La línea argumental relata la historia de doce
miembros de una ruidosa y singular familia, que emprenden un viaje de más de
1000 km a pedido de una entrañable abuela que es elegida como madrina de una
sobrina que no conoce, y el mismo lo realizaran a bordo de una casa rodante
Chevrolet Viking modelo 58´, en la cual diversas situaciones comienzan a
expresar la mismísima condición humana.
Trapero logra en esta película de carretera con
pasos de comedia y momentos reflexivos mediante su particular técnica de
enfoques de primerísimos planos y secuencias muy trabajadas, mostrar el
desgarro que produce el hacinar personas dentro de un cuadrado rodante,
contemplando casi de modo natural las situaciones que se comienzan a estallar
producto de un interminable viaje, las condiciones climáticas y por sobre todas
las cosas, las explosiones de las almas sumidas en un letargo que al romperse
mediante un hecho deferente de vida, comienzan a delimitar los reales
sentimientos, las carencias ocultas, y el despliegue del abanico de las
situaciones más reales que suceden en cualquier trayecto de viaje con total
naturalidad, convirtiendo a la obra en un fresco costumbrista digno y
meritorio.
La vida misma se expresa a través de las rutas
Argentinas y la belleza en sus parajes y locaciones.
El rodar genera conflictos, pero ganancia en
experiencias fundamentales, y la caída de las máscaras ciudadanas, allá donde
los templos de cemento no contienen y donde no existe escapatoria alguna de los
conflictos personales e internas familiares.
Esa faz estructural es fundamental en aquello
que el autor pretende exponer, dentro de un marco de ternura y dureza, de amor
y contramarchas, aquellos mismos dimes y diretes que se suceden en el film
Estadounidense ”Pequeña Miss Sunshine” de Valerie Faris, en la cual se pone de
manifiesto el verdadero ser a través de rodar el camino.
Excelente línea fotográfica, a cargo de
Guillermo Nieto y Sergio Hernández, de planos generales de relevancia y
creatividad, la estructura musical a cargo de Hugo Díaz y Juanjo Sosa, entre
tangos singularmente musicalizados y estridentes Chamames, dan marco a esta
multi producción Española, Brasilera y Argentina, que contiene todo los
aditivos necesarios para el entretenimiento, con un sabor melancólico, directo
y conducente.
La parte actoral recae en Liliana Capurro, Ruth
Dobel, Bernardo Forteza, Sol Ocampo y Carlos Resta entre otros, en roles
ajustados a la necesidad de cada personaje.
Y la Abuela.
Un protagónico muy singular a cargo de Graciana
Chironi como la entrañable y matriarcal dama que desde sus miradas, sus
movimientos, y su maravilloso rol, capitanea un viaje brindando bondad,
comprensión y sentido vital.
Las mesas desérticas luego de celebrar una
fiesta, producen una sensación de vacío, de reflexión interna, de alegría
desaparecida.
Luego del agite y la algarabía, vuelve la vida a
centrar los caminos de lo lineal, de la opaca realidad, de las inconexiones
internas y de los dilemas sin resolver.
Y el vacío, se mece como un péndulo hacia el
lado reflexivo de esta obra.
A través de la última toma, interpretaremos la
esencia del mismo.
Allí encontraremos una mirada, un suspiro y una
liberación.
Y el estar vivo, pese a la pesada y gran mochila
que llevamos minada de cruces y responsabilidades.
Rueda y rueda, para sacarse las penas.
Abuela Emilia entendió todo.
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