*Por Eliana Valci
De acuerdo al psicoanálisis, como sujetos tenemos la
necesidad de “sujetarnos/agarrarnos de algo o de alguien” para no caer en el
vacío existencial que supone la soledad.
Entonces, así como necesitamos encontrar a la famosa
“media naranja” para sentirnos “completos”, también necesitamos ser en
comunidad. Esto quiere decir, estar en comunión con los otros, lo que implica
un acto de amor y de servicio.
Sin embargo, el amor y la política ya no son
considerados el arte transformador de la humanidad. Se los toma como
compartimentos estancos, incompatibles.
Hemos perdido la mirada humana y amorosa que nos
hermana con los otros. Por eso hoy nos encontramos “sorprendidos” hablando
acerca de los discursos de odio y cómo erradicarlos.
Perdimos la brújula. Nos hicieron creer que hablar de
amor es para débiles y que hacer política es potestad de los poderosos. O lo
que es peor, han devenido es frases hechas, carentes de contenido, que se
utilizan para definirse por oposición a los contrarios.
El amor y la política se entrelazan, se hermanan. No
son conceptos para comprender sino para sentir. Pero al anularse los sentidos (¡y
ni hablar de la razón!), el caos vuelve a reinar y la oscuridad de los
corazones se vuelve a apoderar.
Siempre habrá una hendija por donde la luz se haga
lugar. No podemos permitir que el odio vuelva a imperar. Tenemos que
organizarnos, volver a forjar los lazos de la comunidad.
Re-construir un nosotros es el desafío. Mirarnos a los
ojos, reconocernos en el otro. Romper con la individualidad globalizada.
Comprender que no somos una “máquina”, sino seres que sienten, que la realidad
no nos es indiferente.
*Directora Ida & Vuelta Medios
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