WHISKY ROMEO ZULU


En Homenaje a las victimas de la tragedia de LAPA.
*Por Hugo Bertone

Testimoniar hechos de índole conflictivo, sucesos en los cuales las aristas mas escabrosas suelen mostrarse para constituir un relato y que el mismo sirva de clarificación ante la opinión pública desde un punto de vista tangible y de participación real del mismo, resultan de extrema necesidad, más aun cuando se aborda la degradación explicita de la seguridad, en esta oportunidad de un medio de transporte y poder así dar por tierra a las teorías estrambóticas que de plano surgen a través de los medios de comunicación y sus comunicadores de turno.

Enrique Piñeyro, ex piloto aeronáutico, filántropo y uno de los más excelsos documentalistas del principio del nuevo siglo, construye mediante una historia autobiográfica, un devenir que nos roza a todos en mayor o menor escala, puesto que la misma se constituyo como un cachetazo social duro y profundo. Un trabajo a su medida que resulta sumamente interesante. La claridad por mostrar la cinematografía va tomando cariz necesario secuencia tras secuencia, poniendo de manifiesto su intuición hacia hacer prevalecer recursos mas que atractivos desde un trabajo en el cual la narrativa, que transcurre entre flashbacks y un presente poco ampuloso para el protagonista, va dando paso al descubrimiento de primera mano del sistema corrupto, conveniente y límite de una empresa Aeronáutica.

Whisky Romeo Zulu narra la historia previa al accidente del Boeing 737 de LAPA que el 31 de agosto de 1999, se incendió tras impactar contra un terraplén en pleno centro de Buenos Aires, provocando la muerte de 67 personas. La catástrofe cambió la historia de la aviación civil y comercial en Argentina, y la película relata cómo la seguridad de los vuelos es increíblemente precaria.

De modo estructural el film posee un ribete por demás interesante: Desde el sueño que un joven sostenía, de ser piloto de avión y surcar los cielos como profesión, hasta la mas cruda y ambigua realidad de un sistema que también mostraba su parte incorrecta, dentro de una era signada por las catástrofes sociales y económicas en nuestra región.

Y aquel avión del siniestro, simbolizaba la precariedad de toda una Nación, signada a través de los tiempos para sostener toda falta de conceptos éticos y morales, desde un sistema cargado de anacronismos en el cual las personas, victimas directas del mismo, resultan ser daños colaterales, números dentro de una estadística fría y distante al desamparo.

Con un tino de excelencia el director pone de manifiesto una compleja trama de complicidades entre la Fuerza Aérea Argentina y la compañía privada para dejar de lado y soslayar los controles básicos operacionales de vuelo y obtener mayor rentabilidad de los mismos.

Los problemas que se le presentan al comandante, en pleno proceso de reestructuración personal se comienzan a convertir en irresolubles. O hacer reglamentar la lógica de seguridad o subirse al carro demencial de lo “Atado con alambre” (hecho tan tradicional en nuestra cultura).

Las escenas, algunas de ellas de carácter documental, forman parte de un conjunto de obscenidades sociales (presten suma atención al dialogo que mantiene el piloto con una psiquiatra, de antología…) que avasallan cualquier horizonte superador en materia de lógica empresarial y la responsabilidad que la misma conlleva.

Entre condimentos de apremios ilegales, suspenso y fragmentos reales y contundentes, el trabajo desarrolla una faz técnica acertada, metódica y medida acorde a las circunstancias. Uno de los aciertos del director es fotografiar mediante el manejo claro y original del cinematógrafo Ramiro Civita, el panel de control de un avión desde la parte trasera, mediante el conocimiento real de procedimientos y técnicas de aeronavegación del comandante.

Su parte actoral resulta atractiva y concluyente.

Mercedes moran en el rol de una gerenta que se debate entre la realidad de la desidia y su futuro profesional, Adolfo Yanelli cumpliendo el papel de un Juez victima de aprietes varios, y Sergio Boris, como un representante de la corruptela empresarial corporativa, en un trabajo interesante, cubriendo a un personaje hecho a su medida.

Y Piñeyro como él mismo.

Con sus recuerdos plasmados en la pantalla, tal vez de modo sanador, ante la injusticia que tuvo que sobrellevar y que puso fin a su actividad aeronáutica en el sesgo privado, siendo eje principal de una película que quedara en el análisis y el recuerdo de épocas en las cuales el comienzo del fin como País, comenzaba a sucederse.

Un trabajo atípico de nuestro cine. De villanos con el atenuante de intentar mostrarse como grandes seres. No se dan muchos casos en los que un protagonista privilegiado de una historia de tanta profundidad genere una película sobre el asunto, y lo realice con tanta justeza y pasión

Whisky Romeo Zulu. Matricula del avión en cuestión.

Marca estigmatizante del ejemplo de una nación en llamas.




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