"MÉTANSE EL PAÍS EN EL CULO"


*Por Pepe Muñoz Azpiri

El inefable matutino de Mitre destaca como una novedad el surgimiento de una nueva generación de Argonautas dispuesto a embarcarse a lo desconocido con tal de vislumbrar un futuro más aceptable. Desde luego que éste no es el caso de la familia actual del fundador del diario que, al igual que Jasón, busca en la Cólquida bancaria de los Alpes el Vellocino de Oro que Bartolito Mitre supo ocultar a su familia. Esto, si nos atenemos a las declaraciones de su petulante y descerebrada hija : Esmeralda.

Hemos dicho en más de una ocasión que no fue precisamente la clase media (más allá de las frustradas expectativas individuales de ascenso social) la que sufrió más profundamente las consecuencias de la pérdida las fuentes de trabajo. Es más, colaboró indirectamente apoyando candidatos y planes de aperturas asimétricas al comercio exterior, "integración al mundo", apoyo al "campo" etc. Pero sin embargo, una parte casi fundamental de los emigrados provienen de esta capa social. Y aquí es donde se hace más difícil, tal vez, encuadrar cada individualidad en alguna tipificación básica. Porque en muchos casos las aspiraciones de progreso económico (no en términos de supervivencia). y el clima de opresión política (dado el clima "castrochavista" por el que dicen sentirse agobiados), se fusionan con otro tipo de procesos más complejos, internos, propios de nuestra clase media. Cualquiera que haya leído la novela de Jorge Asís, "Flores robadas en los jardines de Quilmes", recordará que Samantha, desde la escalerilla del avión, tuvo ganas de gritar: "Métanse el país en el culo". Porque para ella nuestro país era una mierda, y no la dejaba "crecer". Esta es la caracterización del típico "emigré" argentino, parásito de una sobrevaloración individual que nunca mereció. En la citada novel Asís logra, sin proponérselo, confeccionar un compendio de todas las excusas de que se valió el exiliado de clase media. Y a madre de todas esas excusas, no es otra que el drama del medio pelo argentino por "realizarse", y su rechazo hacia una "sociedad mediocre" que no se lo facilita, imponiéndole reglas de fuego que no serían las de su predilección.

La dosis de resentimiento que esto origina en el medio pelo, conduce a la actitud final: ponerse a uno mismo antes que la sociedad. Así sabemos de muchos "intelectuales" de clase media que eligieron el exilio para poder "crear en libertad", logrando en el exterior una cómoda posición económica (los menos) gracias al crédito que en algún momento significó la condición de "exiliado político" para después retornar a las pampas transfigurados en severos y solemnes analistas analistas televisivos o incomprensibles escribas de manifiestos de "Caja Abierta". Son los mismo al mencionar a un Scalabrini Ortiz, un Marechal o un Jauretche son desdeñados por pintorescos y folklóricos y reemplazados por la Escuela de Frankfurt. No hablemos ya de esperpentos como Fernando Iglesias, Andahazi y Darío "apellido impronunciable" dedicados a remozar el discurso irascible de un Santander o un Ghioldi o traducir el Martín Fierro al idioma "inclusive".

Entendemos que la condición de emigrado, es una prolongación del psicologismo político de la clase media, es decir, de su interpretación subjetiva de la realidad. Y, para nosotros, esta subjetividad deviene de su falta de inserción en los procesos de masas concretos y reales. producida a su vez por su colonialismo cultural y su ambigüedad ideológica.

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