*Por Hugo Bertone
Uno de los grandes méritos del séptimo arte es poder desarrollar a
través de determinados productos y desde la imagen y los criterios narrativos
diferentes lo conocido como subjetividad.
Aquella percepción y valorización personal y
parcial sobre un asunto, idea o pensamiento, genera una sensación de reflexión,
análisis y crecimiento que sin dudas nos conduce inexorablemente en el camino
del crecimiento personal, de la construcción de un criterio propio.
Este trabajo está plagado del adjetivo tan
simbólico.
Desde la diferente narrativa que propone su
director y guionista, aquel que logro con la simpleza emocionar y movilizar
fibras intimas en la mayoría de sus obras, el gran Giuseppe Tornatore, se
introduce aquí en un campo diferente, constituyendo la mas atípica de sus
obras,y de forma sorpresiva y sorprendente a través de realizar una historia
casi Kafkiana, de bruma y agobio, fuera del mundo de las emociones más humanas
para explorar las condiciones de la psiquis más severas.
La historia nos muestra el devenir de un famoso
escritor que no ha publicado nada en mucho tiempo y es detenido por la policía
en una noche tormentosa. Sin identificación y con lagunas de memoria, es
sometido a un duro interrogatorio por un inspector que, pese a todo, es un gran
admirador de su obra.
Entre los caminos del thriller psicológico, el
drama existencial sumado a condimentos fantásticos y metafísicos, la
desmitificación de los ídolos y las crisis de creación, nos encontraremos con
un protagonista que posee reminiscencias al personaje total que genero John
Turturro en la inmensa obra de los Cohen,”Barton Fink” abordando una crisis en
lo personal y el síndrome de la “hoja vacía” que va limitando a un afamado de
las letras, para profundizarlo por otro sendero, el no explorado y el tan
temido.
El desarrollo de la narrativa presenta una
extremo desasosiego que armoniza con el estado cognitivo-emocional del escritor
de modo casi simbólico, un Quijote en plena y franca lucha contra aquellas
situaciones que acucian y urgen en lo más profundo de su ser.
Surgen pistas y alta confusión a lo largo de la
narración. Personajes que secundan a los protagonistas que generan un misterio
y una dureza dramática importante, desde un planteo del gato contra el ratón,
situando trampas mentales desde el proceder de un particular comisario hacia un
rehén explicito, casi amnésico y perturbado en aquel destacamento policial de
arquitectura similar a un castillo, similar a un claustro moderno, perdido en la
inmensidad de un pueblo desconocido y atemporal.
Su Director arranca la obra con uno de los más
agobiante y contundentes comienzos de la cinematografia.
La pesadilla tiene curso de modo lento,
generando un tópico de confusión permanente desde imágenes perfectamente
montadas en un trabajo que va desarrollando giros argumentales insospechados,
en cambios de perspectiva y en diálogos concisos, opacos o reveladores según el
caso casi siempre punzantes, por secuencias brillantes siempre acompañadas de
silencios elocuentes, dobles intenciones o alusiones veladas.
El montaje del film es parte fundamental en
momentos de hacer visual el grado de opresión psicológica del escritor, y la
música, pieza clave para adentrarnos en un conflicto de suspense, generada por
el artificio maestro y tangible del gran Ennio Morricone, toma dimensiones
inmejorables en este abismo cerebral hecho película que posee un final extraño,
digno para el dialogo y el análisis.
Dos titanes capitanean el film.
El gran Roman Polanski, que no solo demuestra
ser un grande como cineasta, si no que a través de personificar el rol de un
policía sin nombre que se hace llamar “Leonardo Da Vinci” genera una muestra
actoral única e impactante.
Y Onoff.
El que prende y apaga.
Un singular artista en la debacle límite de su
existencia.
Gerard Depardieu constituye tal vez una de sus
más importantes labores, caminando por límites muy finitos, delgadas líneas que
no pueden sostener todo el peso de sus matices morales, recuerdos y procederes.
Un ángel o un demonio asesino?
Como las verdades son reveladas y como transitar
por fatídicos recuerdos, experiencias traumáticas, y salir ileso de tamaña
contienda?
Todo eso se encarna en el disímil escritor.
Allí, en la antesala de una vida mejor.
La vida es solo un sueño, sostenía el héroe
Calderón.
Y los recuerdos, es lo único que nos sostiene en
la trascendencia.
Sin penas, ni olvidos.
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