*Por Eliana Valci
Las y los periodistas que hacemos honor a nuestra
profesión, tenemos la obligación de ser la voz de aquellos que no la tienen.
Entendemos a la comunicación como la “madre de la comunidad”, ya que sin ella
los grupos humanos y las sociedades no existirían.
Para comprender el rol de la comunicación en una
sociedad, es preciso saber el significado de las palabras que utilizamos. Por
ello muchas veces hemos escuchado de decir: “hay que pensar antes de hablar”.
Escuchando algunos discursos o declaraciones respecto
de lo que sucede en torno a lo político y económico por estos días en nuestro
país, pareciera que nadie piensa lo que dice, sino más bien que vomitan su
verborragia para “convencer”.
Nunca hay que subestimar. Lo que parece ser dicho como
la incongruencia más grande que se haya escuchado tiene su trasfondo. Ya no se
trata de persuadir como en otros tiempos, sino de que “te comas el verso”.
Vivimos en un mundo tan acelerado que lo que pensamos
es más veloz de lo que podemos llegar a poner en palabras. Todo tiene que ser
rápido, en lo posible ya! Nadie se detiene a leer entre líneas, a pensar por
qué se dijo tal o cual cosa.
Es cierto que pensar es todo un ejercicio y con la
panza vacía, los precios por las nubes y la lucha por llegar a fin de mes, se
hace cada vez más complicado. Las preocupaciones son otras. La principal es
sobrevivir.
Por tal motivo quienes hacemos comunicación popular,
tratamos desde nuestro pequeño lugar en el mundo, llevar un atisbo de luz y
esperanza para aquellos que no son escuchados. Quienes no son noticia porque no
rinde, porque lo que importa es el caos y el morbo.
Seguiremos peleando por la democratización de la
palabra, por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que sigue “cajoneada”.
Por las y los colegas que fueron despedidos o que cobran el sueldo en “cómodas cuotas”,
pero que nunca dejaron de ser los reales portavoces de un país al cual el
Presidente de la Nación dice tener “la enorme necesidad de federalizar”.
Las transformaciones se producen de abajo hacia arriba
y no viceversa. No hay Dios que atienda en ningún lado que resuelva esto. Si
nos dejamos de jugar con las palabras y las transformamos en hechos reales y
concretos, quizá lleguemos a buen puerto.
*Directora Ida & Vuelta Medios
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