La era de las redes virtuales (mal llamadas sociales) ha puesto en el podio al marketing por sobre la interacción humana de forma tangible, real y concreta. El lenguaje del mercado ha llegado como el mesías con la palabra revelada.
Para los que observamos y analizamos la realidad que nos circunda, esto no constituye más que el espectáculo circense que nos venden como “la salvación” a todos nuestros problemas.
Pues lo cierto es que con las campañas publicitarias con promesas vacías de contenido no se soluciona nada. Incluso es hasta ofensivo para el espectador.
Después se sorprenden cuando pierden una elección, o vienen argumentos tales como: “no la vieron venir”. Y claro, cómo van a avizorar un resultado desde la virtualidad, sin tener contacto cara a cara con los votantes y sus necesidades.
La realidad está latente en el territorio, no en las redes. Estas últimas son una herramienta en función de la comunicación, pero no son la panacea.
La virtualidad tiene la impunidad de los cobardes, no hay límite para ser, hacer y decir lo que se quiera, o mejor dicho, lo que los mercados quieren y desean, puesto que ellos son quienes plantean el juego del “amo y el esclavo”.
De política se debe discutir y debatir en todos los ámbitos, pero fundamentalmente en los barrios, frente a frente, donde se encuentra la necesidad. Para esto hace falta formación política que brinde las técnicas de persuasión necesarias para la consecución de un objetivo.
El ejercicio de la política y el uso de la memoria no se pueden tomar tan a la ligera, ni pueden ser comparables con las técnicas del mercado. Es por eso, que se horrorizan ante el resultado negativo en una elección; y esto sucede porque ven pero no observan, oyen pero no escuchan.
Mientras los sentidos del ser humano estén restringidos a causa de la virtualidad, continuaremos siendo meros espectadores o consumidores de un acto ilusorio, que no solo nos condenará a nosotros sino también las futuras generaciones.
*Directora Ida & Vuelta Medios
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