*Por Pablo Adrián Vázquez
Para la embajada norteamericana "la señora de Perón, una fanática, podría volverse comunista”. En vísperas del Cabildo Abierto del Justicialismo, del 22 de agosto de 1951, donde se definiría la candidatura de Perón como presidente y de Evita acompañándolo como vicepresidenta, los norteamericanos seguían, con preocupación, muy de cerca los acontecimientos.
En 1951, despejada la cláusula constitucional restrictiva para la reelección presidencial consecutiva, la postulación de Perón para un segundo mandato era segura.
Desactivada desde el oficialismo nacional la eventualidad de una candidatura del gobernador bonaerense Domingo Mercante parecía que todo apuntaba a que Evita acompañase a su marido en el binomio presidencial de las elecciones del 11 de noviembre de 1951.
Primera dama inusual, activa militante del voto femenino, organizadora de las mujeres en el Partido Peronista Femenino e impulsora de la justicia social a través de la Fundación Eva Perón, su paso a un cargo político en el Estado parecía algo inevitable.
Pero sus enemigos eran poderosos: a los prejuicios de la época sobre la actividad política de la mujer se le sumó el veto de los grupos de presión y factores de poder a su persona.
Si Estados Unidos tuvo sus reparos sobre Perón y su movimiento, más escozor le provocaba la figura de su mujer. Las descripciones que de ella hacían, desde los informes de la embajada norteamericana en Argentina al Departamento de Estado, son más que elocuentes.
Según Isidoro Gilbert en El oro de Moscú (1994), refirió que el inicio de relaciones diplomáticos con la ex URSS fue fundamental el rol de Evita. En una entrevista con Yuri Daschkevich (periodista de TASS, diplomático y agente de inteligencia), éste le refirió su primer encuentro con Perón y Evita: “La primera cita se prolongó por más de una hora y fue un estudio recíproco. Perón quería conocer nuestras intenciones… propuso una nueva reunión pero esta vez en su casa. Allí fuimos llevados al otro día desde el City Hotel, donde nos alojamos Shevelev (el representante comercial) y yo. Juan Duarte (hermano de Evita y secretario del Presidente) nos condujo en su automóvil... El propio Coronel salió a recibirnos y en tono amistoso nos dijo que estábamos en nuestra casa. Nos llevó a su despacho y nos dejó en compañía de Eva mientras él cerraba una reunión con el equipo de colaboradores, tal vez sus ministros. La mujer de Perón fue muy afectuosa para nuestro país “lejano y misterioso”. Era ella quien insistía en la necesidad de relaciones de amistad entre la Argentina y la URSS.
Desde que habíamos llegado a la Argentina, varias personas que decían venir en nombre de Evita llegaron al hotel. Ella se rió: “Es que tenemos muchos amigos”, con lo que trató de no darle importancia a los falsos influyentes. Los periódicos de esos días escribían que se estaban discutiendo negocios entre los dos países; nadie pensaba que ya habíamos comenzado a tratar sobre cuestiones diplomáticas, salvo, claro está, Perón, Eva y (el Canciller) Bramuglia”.
Ese dato también lo tuvieron los norteamericanos, de allí su desconfianza con la primera dama argentina. Vale el ejemplo del informe, en ocasión de la visita de Edward Miller, Secretario Adjunto del Departamento de Estado, fechado el 3 de marzo de 1950, por parte de la embajada yanqui: "(Evita) expresó su odio irreversible, profundo y corrosivo hacia "la oligarquía", un grupo que, según ella, consideraba que los descamisados eran basura, y que los habían mantenido en la opresión".
Thomas Maleady, Primer secretario de la embajada, refirió de ella que: “alternaba entre un feminismo interesante, un olfato político elemental, la conciencia que tiene de su dominio sobre los partidarios de su marido y su deseo de ser la (primera) dama y al mismo tempo la jefa política femenina".
Y advirtió a sus superiores del Departamento de Estado: "La propia señora de Perón afirmó, para demostrar su fanatismo, que ni ella ni su marido ni sus partidarios son comunistas pero si les presentaba la alternativa entre el regreso de la oligarquía al poder y entregar el país a los comunistas no se dudaría un segundo en elegir este último camino".
Para los diplomáticos norteamericanos, Eva Perón era el enemigo…
No era la candidata más confiable para los intereses del Norte, ya preocupados por Perón, según lo detallado en el informe del 13 de mayo de 1949, por la Tercera Posición; por su visión crítica sobre el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR); por la actividad creciente del Instituto Argentino de Promoción Industrial (IAPI); su negativa a incorporarse al Fondo Monetario Internacional; la situación de sus empresas (Ford, General Motors, Case, International Harvester, General Electric, Westinghouse, Firestone y Goodyear), y en particular sus frigoríficos, con relación a las restricciones en el comercio exterior; y, en especial, por lo estipulado en el artículo 40 de la Constitución Nacional de 1949, temiendo, según ellos, “la confiscación total de personas o compañías norteamericanas”.
Impulsada la candidatura del matrimonio presidencial a principios de agosto de 1951 por la Confederación General del Trabajo, y acompañada por el Partido Peronista Masculino y el Femenino, ésta tenía que sortear varios obstáculos.
Evita podía ser candidata? Que ella lo desea es seguro, y que no haría nada en contra de la opinión de Perón también. Contó con el beneplácito del Líder? Sí, pero con otro sentido: Perón sabía que la postulación de ella suprimía las intenciones de otros al cargo, en especial de Alberto Tessaire (según opinión del historiador Fermín Chávez) y que, mientras tanto, le daba una carta para negociar frente a los grupos opositores en caso de descomprimir la tensión política. Todo ello consensuado con Evita!
Volviendo a la pregunta inicial, Evita no podía ser candidata por su edad (aunque nacida en 1919, figuraba en la partida nacida en 1922 y se debía tener 30 años para la elección) – tema que dará para otro trabajo -, y, sobre todo, por lo que ella representaba como elemento revulsivo para la oposición, Iglesia, Fuerzas Armadas, los EE.UU, y también para propio dentro del peronismo, en especial cierta dirigencia del Partido Peronista Masculino.
Según el ex Canciller Hipólito Paz en sus memorias: "La candidatura no era políticamente viable. Lo confirma un diálogo de Perón con el embajador de Brasil, Joao Batista Luzardo, enviado de Getulio Vargas" y con el periodista brasileño Gerardo Rocha, que luego reprodujo La Nación. En ambos caso Perón Expresó su negativa a que tal candidatura fructificase.
El diálogo entre Evita y su pueblo el 22 de agosto fue más que elocuentes para presagiar tempestades...
Un informe norteamericano del 24 de agosto de 1951 afirmó: “Se oficializa la boleta Perón – Perón en una concentración de la CGT realizada el 22 de agosto. El Consejo del Partido Peronista la proclama formalmente esa misma noche... Perón aceptó en los inicios de su discurso mientras que Evita se hizo la modesta y se dejó convencer luego de hacerse rogar melodramáticamente durante 20 minutos".
Y acotó John C. Pool, Primer Secretario de embajada: “La aceptación de Evita es un desafío al Ejército y al resto de la oposición".
El 30 de ese mes el mismo Pool, en otro informe, agrega: "¿Evita será candidata a vice?... se dice que Perón ha afirmado ante periodistas brasileños que su esposa no será candidata ya que su edad y otras consideraciones no sería constitucional".
Esto se reafirmó en otro parte del 6 de septiembre: "Evita contesta la pregunta de los 64 dólares: "He decidido no presentar mi candidatura". En una emisión radiofónica especial realizada el 31 de agosto se autoexcluye de la candidatura a vicepresidente afirmando que no aspira a ningún honor. Sólo desea trabajar. Esto parece poner en evidencia que el poder de la CGT había sido sobreestimado. Asimismo, Perón habría recibido sugerencias "amistosas" de oficiales que fueron sus camaradas en épocas del GOU para que le recorte las alas a su esposa. Se comenta que Evita está furiosa. El Partido nombró formalmente a Quijano candidato a vicepresidente...".
Los EE. UU y el resto del marco opositor respiraron aliviados ante su renuncia del 31 de agosto. No tuvo sentido la intentona golpista del general Menéndez del 27 de septiembre, ya que la renuncia de Evita desactivó los apoyos civiles a dicho golpe.
A pesar del cáncer, la supuesta compra de armas y los furiosos discursos finales fueron su canto del cisne.
Ella fue peligrosa para los intereses yanquis, pues la veían como "símbolo de la revolución", siendo "la personificación de la nueva mujer, libre y sin trabas", tal como detallan en un informe del 10 de agosto de 1952, posterior a su muerte.
En una fecha, donde se confunde el Cabildo Abierto con su posterior Renunciamiento, y donde se da siempre la paradoja que quienes ponderan su entrega precisamente no renuncia ni sus cargos ni a nada, el ejemplo de Evita (nos) marca como militantes a seguir la lucha por una Argentina mejor, no importando el lugar que ocupemos, anhelando afianzar un proyecto nacional donde no se renuncie a la lucha.
*Politólogo; Miembro del Instituto Nacional Eva Perón, Newberiano y Juan Manuel de Rosas.
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