3 DE FEBRERO DE 1852: CASEROS Y LA CAÍDA DE ROSAS

 



*Por Pablo A. Vázquez

Las agresiones del extranjero junto a sus aliados unitarios intentaron minar el desarrollo de la jefatura de Juan Manuel de Rosas al frente de la Confederación Argentina, vía Pacto Federal, donde el gobernador bonaerense garantizó la soberanía nacional impidiendo cualquier disgregación territorial y haciendo frente a las amenazas imperialistas de turno. Pero el problema vino del frente interno y de uno de sus socios, hasta el momento, incondicional: el caudillo enterriano Justo José de Urquiza.

La institucionalización futura ante la dictadura rosista o la presión diplomática -y monetaria- del Brasil fue lo que lo persuadió al “Tata” a enfrentar a Buenos Aires y derrotar en Caseros a don Juan Manuel?

Ernesto Palacio, en Historia de la Argentina 1515 – 1938, apuntó sobre dicha “persuasión” del Brasil: “La coalición fue obra de la diplomacia brasileña, que lo usó como instrumento al gobernador de Entre Ríos: segundón inveterado... Los sofismas de los doctores unitarios prevalecieron sobre las relaciones sentimentales; no pudo resistir al mágico influjo que la toga doctoral ejerce sobre los espíritus sencillos y a la gloria que se le proponía de hacer entrar a la “república” en las vías de la “civilización” (…).

El precio de la operación consistía en la renuncia definitiva, por nuestra parte, a derechos inherentes a la soberanía, que Rosas había sostenido con un denuedo que se calificaba de obstinación bárbara: lo que significaba una renuncia a la grandeza y a la hegemonía e implicaba, por consiguiente, el triunfo de la causa brasileña, que se impondría en Caseros”. (Palacio, 1954, p. 407).

Pacho O’ Donnell, en Juan Manuel de Rosas. El maldito de la historia oficial, al contrario, señaló móviles crematísticos: “… uno de sus secretarios privados, Nicanor Molinas, lo explicará años después y sin ánimo de crítica, por móviles económicos: “Al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”.

El brasileño Duarte da Ponte Ribeiro, delegado ante la Confederación, escribe en el mismo sentido a su Primer Ministro Paulino el 23 de octubre de 1850: “(Rosas) no permitió que a Entre Ríos vayan buques extranjeros ni que de ahí salgan para ultramar; Urquiza no solamente es el gobernador, sino también el primer negociante de su provincia y las negativas de Rosas lo perjudicaban enormemente como negociante” (O’ Donnell, 2013, p. 286).

El Imperio del Brasil se aprestó a vencer a Rosas. Para ello reforzó su alianza con Paraguay y el Uruguay de Fructuoso Rivera, intento un cerco diplomático sobre la Confederación Argentina, con anuencia de gran Bretaña, y se pertrechó para la guerra, al punto de contratar mercenarios europeos para reforzar sus ejército.

Si bien hubo intentos de “enganches” de mercenarios en Génova y Francia, contratados primeramente por Montevideo para su lucha contra Oribe, serían de los ducados alemanes Schleswing - Holstein, mayormente en Hamburgo, donde vendría el grueso de tropas para el Imperio del Brasil.

Pedro Santos Martínez, en La incógnita de Caseros, refirió: “El cónsul argentino, m. Gallois protestó ante el Senado de esa ciudad porque los reclutamientos del Brasil violaban la neutralidad y el derecho de gentes. Destacaba que Francia e Inglaterra habían prohibido esos enganches en sus territorios y que si se declaraban las hostilidades, la Argentina trataría a Hamburgo “como un Estado que le hace la guerra.” Esos batallones tenían como comandante a Von der Heyde… llegaron a Río (de Janeiro) durante los meses de junio, julio y agosto de 1951… se habían alistado 1.800 alemanes aproximadamente”, continuó relatando Santos Martínez, señalando que “con estos cuerpos alemanes Rosas intentó repetir la exitosa tentativa de Dorrego en 1827: promover la deserción a favor de la Argentina… Encargado en esta misión fue el mayor Antonino Reyes…”. La misión fracasó por sabotaje y luego no se reintentó. “sea como fuere”, continua Martínez, “antes de Caseros algunos alemanes desertaron trasladándose a Buenos Aires donde ofrecieron sus servicios a Rosas y otros después de la batalla, se quedaron en la capital argentina. Los restantes volvieron al Brasil, donde el batallón fue disuelto sin haber expirado el contrato, distribuyéndose sus integrantes en la colonia alemana de Leopoldo y en otros lugares del Imperio” (Santos Martínez, 2009, pps. 40 -44).

Pronunciamiento del 1° de mayo de 1851 mediante, Urquiza logró sumar a la provincia de Corrientes, neutralizó, con asistencia militar brasileña, al federal oriental Manuel Oribe y trenzó acuerdos con el Brasil, para luego armar su “Ejército Grande Aliado”. Fermín Chávez, en tanto, señaló en Historia del país de los argentinos, las faltas de Rosas: “No obstante que la mayoría de las provincias argentinas se pronunciaron abiertamente contra Urquiza y su alianza con el extranjero, el Dictador se mostró indeciso y cometió graves errores en los momentos decisivos, previos al choque armado. Ya había extrañado su incomprensible medida, de agosto de 1851, cuando ordenó la separación de las fuerzas argentinas al mando de Oribe. Y habiendo aceptado ir a la guerra contra Urquiza y el Brasil, retardó inexplicablemente su acción ofensiva… Rosas sospechó del general Pacheco y con razón. Hoy sabemos que en el campamento de este jefe los oficiales brindaban por el éxito de Urquiza. Entre sus más allegados se contaba el joven Benjamín Victorica, uno de los primeros en saltar el cerco luego de Caseros.

No obstante ello, también debemos señalar que don Juan Manuel cometió el grave error de no aceptar el plan expuesto por Martiniano Chilavert y por Pedro José Díaz (en la Junta de Guerra del 2 de febrero) consistente en hacerse fuerte en la ciudad con la infantería y artillería, moviendo la caballería por los flancos de Urquiza, para hostigarlo” (Chávez, 1972, p. 268).

Y llegó el 3 de febrero de 1852 en Caseros donde, señalado acertadamente por Hernán Brienza en su libro sobre Urquiza del 2017, se dio el primer ensayo de la Triple Alianza contra Rosas, la que años después depredó el Paraguay.

José María Rosa en La caída de Rosas explicitó como se materializó “la aurora de la libertad y la civilización” de los vencedores: “(Martiniano) Chilavert, apresado después de su heroica defensa, había sido llevado ante Urquiza la misma noche de la batalla; el bravo unitario tuvo la osadía de jactarse “de haber servido a la independencia del país, sirviendo a Rosas…”. Urquiza ordenó fusilarlo inmediatamente por la espalada, como traidor… El coronel oriental Palleja, o sus tropas dieron muerte en el hospital de sangre de la casa de Caseros al joven médico y poeta Claudio Mamerto Cuenca por el delito de atender a los heridos federales; al anochecer, Martín Santo Coloma era apresado en el camino a Santos Lugares: el veterano de Obligado y del Quebracho fue degollado por orden directa de Urquiza; los soldados de la División Aquino, que se habían negado a combatir junto a los brasileños contra sus hermanos, fueron apresados, fusilados y colgados de los árboles en la residencia de Palermo, donde Urquiza había instalado su cuartel general” (Rosa, 2010, p. 604).

Derrota y exilio de Rosas mediante, marcó el fin de la tiranía, esperanzados muchos en tener mayor autonomía de las provincias, sin depender tanto de Buenos Aires, aunque para los brasileños significó la venganza de Ituzaingó y no preocuparse más de la Argentina como competidor en la región.

Urquiza con su lema “no hay vencedores ni vencidos” intento conjugar su federalismo originario con el ideal unitario “civilizatorio”. Rosas en Inglaterra y la Constituyente en marcha, separación de Buenos Aires mediante, marcaron su derrotero como Presidente de la Confederación y hacedor de la Constitución Nacional, a costa de ceder las Misiones Orientales para Brasil, arrear las banderas federales luego de Pavón y realizar pingües negocios con Brasil en la guerra contra el Paraguay. Urquiza vio tarde, o se resignó, a la hegemonía porteña, ahora en manos de los unitarios liberales, y la influencia de Gran Bretaña.

Caseros y el 3 de febrero, puede ser entendida, siguiendo a Ernesto Palacio y una pléyade de autores revisionistas, como derrota argentina, a pesar que en Entre Ríos aún lo conmemoren junto al “Pronunciamiento”, y que, para buena parte del liberalismo vernáculo, siguiendo la línea “Mayo - Caseros”, lo plantee como el fin de la “barbarie.

Calles, ciudades y parques en Buenos Aires, y en el resto del país, mantienen dolorosamente el mito de la “derrota de la tiranía”, sin comprender que la caída de Rosas abrió el camino para, posteriormente, acallar las últimas voces contrarias a la supremacía de Buenos Aires y lograr la unidad a consta de los fusiles porteños.


* Politólogo: Docente en la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas

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