DE QUÉ TRATA EL ODIO



*Por Juan Disante


Frente a los próximos comicios, y más allá de las relaciones intra políticas de las alternativas electorales, en la militancia barrial de los compañeros de a pie, se nos presenta hoy cómo planteamos nuestra militancia cotidiana en estos meses previos a la elección. La reciente presencia de la investigadora y psicoanalista Nora Merlin en el Ateneo Kirchnerista, Av. Mitre e Italia en Florida, instaló un antes y un después en la historia de las charlas-debate en el lugar. La idea principal que se trató fue: “La más exitosa proposición que instaló el Duran-macrismo en los últimos 4 años, fue generar la grieta del ODIO”. Es decir, generar el odio y la repelencia entre los Argentinos como mecanismo parcial, movilizador y provocador, para sostener un proyecto de destrucción total de la cultura popular. Un retorno a la estrategia de contratransferencia de la dictadura del 76 de priorizar intencionalmente sólo la sensación subjetiva del pueblo para sus fines económicos.

¿Podremos darnos una necesaria y urgente estrategia confrontando con esas ideas-fuerza que dominan la opinión pública?

Existe una necesidad militante de entablar un diálogo y no una disputa terca con aquellos simpatizantes y/o dudosos del apoyo al gobierno actual. Entre estos se encuentra un espectro muy amplio que puede ir de la bronca espontánea a los supuestos “años perdidos”, hasta los más envenenados “gorilas”. Por lo que, en la reunión se sugería como mal método no utilizar el odio como respuesta, por cuanto todo odio incita a una respuesta y devuelve la profundización de una grieta que no nos favorece. Algunos compañeros razonaban que es muy difícil para nosotros sacarse de encima el odio que sentimos por lo ejecutado por la reacción neoliberal. Pero de lo que se trata realmente es de reconocer que la persuasión no es sencilla y anda por caminos distintos a los impulsos indignantes que producen los enfrentamientos hostiles. En esta etapa hay que tener en cuenta cuáles son las características del destinatario “indeciso”. de la persuasión. Dice Ana Castellani: “Hay una idea bastante extendida en la militancia opositora de que todos los votantes de Cambiemos “son gorilas y se mueven por el odio” confundiendo una parte con el todo. Hay que considerar que son muchas las racionalidades que se ponen en juego a la hora de definir el voto: en algunas priman los fines, en otras los valores, las expectativas o las emociones. Hay que estar siempre dispuesto a escuchar y entender al otro a partir de lo que dice para convencerlo”. Hay que agregar que la disquisición es necesario hacerla con la habilidad que lleve al convencimiento real de la situación. Sin perder de vista que la mirada del circunstancial “odiador” no se convierta en un odioso estructural, sin regreso. Es necesario diferenciar la pasión de ánimo que flota en la superficie de la conciencia de su constitución orgánica.

Las preocupaciones del 60 % del electorado son la inflación y la falta de trabajo, pero no toda esa mayoría puede ver que los años macristas fueron el summun de la perversión política, mediática, jurídica, antidemocrática y discriminatoria. Se les habla de la “nefasta herencia”, de “setenta años de decadencia”, y como corolario piden un voto de confianza por otros 4 años. Persuadir fue siempre un arte, porque fue siempre más fácil engañar a los pueblos que convencerlos que han sido engañados.

Pero en primer lugar, lo importante es comprender cómo funciona el odio. La aversión que despierta el odio no está provocada por los rasgos característicos de aquello que se odia. De ahí que, al que se odia no se quiere educarlo o ennoblecerlo, sino todo lo contrario, pues no son sus defectos los que molestan, sino sus valores especialmente ideológicos; y no se lo quiere ver mejor, sino peor. Pueden odiarse pueblos y pensamientos e incluye en sus objetivos la misoginia y la misantropía. El odio condiciona, marca, designa, nos fija a un objeto que pasa a ser parte de quien odia. Una de las formas más extremas del odio llevado adelante por el Ku Klus Klan en EE.UU. desembocaba en la más destructora de todas las pasiones. Se trató de concebir al “otro” como algo que debía ser eliminado porque su mera existencia perturbaba al País. Ni hablar del genocidio nazi y de las dictaduras mundiales. La demonización de los sentimientos siempre es contra el “otro” en sus formas más sedosas o más extremas. Pero para nosotros, la Patria sigue siendo el Otro.

Si el odio es una emoción súper-estructural que expresa una convicción errada, en la persuasión siempre hay respuestas sensatas para ese mal: evitar la confrontación dura y evitar colocar al interlocutor como alguien que se equivocó, para que no vuelva el rebote. ¿Qué se puede agregar? El macrismo públicamente reconoce errores, pero el problema es que comete los mismos errores muchas veces. Tampoco escucha a los demás ni se escucha a sí mismo. Necesitamos corregir muchas cosas y para esto tenemos que empezar a rectificar nuestros proyectos y enfrentamientos, aunque esto sea provisorio en un gobierno de unidad para una nueva transición democrática en la que puedan participar todos los que quieran un País con futuro para todos y con mayor igualdad. Cepillemos las astillas más dañinas de esta grieta armada. Nada será peor.

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