EL HIT DEL VERANO

*Por Alejandro Moreyra

Encontramos y entrevistamos al hombre del momento. ¿Quién es Shériko? ¿Qué siente al ver que su canción se convirtió en una expresión política que desvela al gobierno?


“Tengo derecho a tener un pensamiento y que me permitan decir lo que siento, ¿por qué me tienen que cercenar?

¿Con qué derecho?”, dice Shériko, poniéndose del lado del manifestante, antes que del de compositor, mientras entra al bar de Corrientes y Paraná, su “zona de influencia”, donde contará toda su vida profesional.

Cualquier documentalista especializado en música que haya visto el film Searching for Sugar Man desearía, alguna vez en su carrera, tener acceso a una historia como la del misterioso cantante Rodríguez, e Infonews encontró a su equivalente vernáculo,

Desde que resurgió como “hit del verano” la melodía de cancha en la que se insulta al presidente Mauricio Macri, se hizo carne una duda.

¿Quién compuso esa canción? Shériko es el artista que en 1975 publicó esa sinfonía popular llamada “Es tiempo de alegrarnos” que, en un principio las hinchadas, y luego las protestas sociales, se apropiaron con orgullo.

Lo primero que se puede notar es que está agradecido por este momento que le toca vivir, y se alegra de que la canción que escribió en una pieza de hotel sea el vehículo que motoriza la protesta social.


-¿Qué le produce al ver que la letra de su canción ha pasado a tener un insulto?

-Es el sentimiento del argentino, que es franco, sincero, explosivo.

El argentino es sentimental, querendón. Sabe cuándo tiene que amar y cuándo tiene que odiar.

Pero no un odio destructivo, sino el decir “te estoy llamando la atención, te estoy diciendo pará la mano, loco.

No es así, no me tomes por estúpido”.

Como no le puede decir eso, entonces, utiliza un vehículo que le hace más accesible expresarlo y, sin querer queriendo, me tocó a mí.

O sea, utilizan mi música, que ya estaba en el oído popular.

Entonces, la ligué.

Y me pone feliz, contento.

Eso no quiere decir que yo no respete la investidura del presidente o de quien sea.

No pasa por ahí.

Pasa por un sentimiento de hastío, de bronca y de repudio, de decir “loco, ¿qué está pasando?”.

¿No tenemos capacidad para generar otra cosa?

Sí que tenemos.

A esto lo disfruto por la parte musical; y por la literaria, también.

Porque no es una agresión despectiva.

Es “escuchá lo que te digo.

No es para que te vayas corriendo.

Atendé mis necesidades, preocupate un poco más por mí, que yo después te voy a aplaudir”.

Tan simple como eso.

Lo que pasa es que ellos nos tratan de estúpidos y creen que todavía tenemos la pluma en la cabeza, y no es así.

Tengo que decirte que no todos los negros son delincuentes.

Hay negritos pensantes, hay negritos intelectuales.

Entonces, prestémosle atención a la gente.



“Vengo del barro”

Shériko es oriundo de Santiago del Estero.


A los cinco o seis años –no lo recuerda bien- le llegó -no sabe cómo- una guitarra a sus manos.

“Cuando vio la guitarra, mi abuela dijo ´¡ah! ¡otro sacatragos!´

Eso me quedó grabado en la mente de por vida.

¿Por qué me dijo eso?

Después, con los años, entendí que no quería que agarre el mal camino”, relata el artista, que trajo su guitarra a cuestas a la entrevista, mientras bebe una gaseosa natural, para no perjudicar su garganta.

A Buenos Aires primero viajaron sus tíos y, después, su mamá, cargándolo a él a upa.

“Entonces, acá, nos instalamos en Tucumán y Suipacha.

Esta zona la conozco como la palma de mi mano”, se jacta.

-¿Qué es lo que más recuerda de su vida en la capital?
-Acá levantaba los papeles, las revistas y los diarios tirados en la calle.

Porque me gustaba leer, me cultivé con eso.

Y, de paso cañazo, la guitarrita, siempre aprendiendo.

A los 13 me grabaron mi primera canción. A partir de los 20 comencé a estudiar composición y armonía.

Después estudié foniatría y vocalización en el teatro Colón.

Luego entré a ver con mucha atención a la televisión, había programas musicales de muy buen nivel. Más tarde, trabajé en cine.

Hice cinco películas, con Luis Sandrini, Lola Flores, Evangelina Salazar, Norberto Suárez…

–¿Cómo llegó a trabajar con esos monstruos?

-Yo era curioso.

No sabía que ellos quisieran contratarme para tal papel o personaje.

Yo me metía, me mandaba, iba y averiguaba, y me daban personajes…

-Pero sin haber estudiado actuación…

-En ese momento se vislumbraba al que tuviera inquietudes, nunca se preguntaba “¿dónde estudiaste?”.

No había eso.

Pero, como decía, yo me mandaba.

Siempre.

Y lo hice también con la música.

En el barrio ensayaban Sandro, Los Cinco Latinos, Pepito Pérez, Rosamel Araya y Leo Dan.

En un sótano en Callao 21, yo los iba a ver y mi picardía hacía que dijera “yo puedo hacer una canción para uno, o para el otro”, y así avancé.

-Comenzó escribiendo para otros, entonces…
-Sí, como autor y compositor, hasta que apareció la oferta del primer disco. Grabé cinco. Luego, me descubrió, o me redescubrió, Horacio Malvicino, con el que trabajé cinco años.


Nombre propio

-¿Por qué el nombre Shériko?

-Está en mi documento. Es mi nombre original.

-¿Con “K” y todo?

-Con “K” y todo. Mi abuela pertenecía a la iglesia evangélica.

Mi mamá dijo que, cuando tuviera su hijo varón, le iba a poner ese nombre, porque venía a la iglesia un pastor que se llamaba “Shériko” (N. d. R.

Probablemente sea por Jericó, ciudad donde el pueblo israelí, dirigido por Josué, se liberó de la esclavitud de Egipto.)

“¿Y cómo se escribe?

Ese-hache-ere-i-ka-o”, y así quedó.

En ese momento no se usaban los nombres con esa fonética.

Cuando me presenté en la oficina de mi nuevo representante, me preguntó qué nombre artístico iba a usar. Le dije mi primer nombre de pila: “Raulito”.

Me preguntó: “¿no tenés otro nombre?, porque acá ya tenemos un artista llamado Raulito Barboza, y ya es famoso.

Nos va a costar un triunfo correrlo a un costado”.

Entonces le escribí en un papel grande, mi otro nombre, “Shériko” y lo pegó contra la pared que daba de frente a la puerta del despacho.

Cada uno que entraba decía “Shériko…

¿Qué es eso? ¡Qué lindo que suena!”, y él me miraba y me guiñaba el ojo, como diciendo “¿Viste? La pegamos…”.

Mi representante fue el que inventó al Club del Clan, Ricardo Mejía.

-Yendo a “Es tiempo de alegrarnos”. ¿Por qué se le ocurrió escribirla?

-En ese momento, Argentina vivía una apoteosis de algarabía con la llegada de Juan Domingo Perón.

Por referencias de la familia, porque yo no llegué a conocer su etapa de gobierno, tenía antecedentes de que era un hombre muy querido, pero que también tenía gente rebelde contra él.

Pero yo veía que todo el mundo hacía fiesta.

Músico de nacimiento, dije “tengo que hacer algo que pueda unirnos más todavía y que esto se convierta en una verdadera fiesta”.

Y era eso: (recita) “Toquen trompetas y matracas al compás, suenen los pitos y las palmas sin cesar, cantemos todos, la tristeza hay que olvidar, la vida pasa, no te pongas a llorar(…)”.

-¿Cuándo escuchó o le contaron que la corearon por primera vez en la cancha?

-Me lo contaron. Fue la hinchada de Boca.

-¿Con insulto?

-No, no, no.

Cantaban: “Y dale Boca, que tenemos que ganar”, todas las cuartetas con esa frase.

La melodía saltó al otro equipo, envidioso.

Después al otro, al otro, y al otro…

Como motivándose con algo, o gritando “ponelo al Flaco la pu…que te p…”. Tras unos años pasó lo del Corralito: “abran la puerta, la puta que los parió”, en la puerta de los bancos.

Y pasó el tiempo, y la campaña del Garrahan, “los papelitos, los tenemos que juntar”.

Y así, sucesivamente, lo usaron en los colegios, los chicos, para jugar, entretenerse, o para despotricar en alguna situación.

Se hizo natural.

Cuando empecé a escuchar la canción a través de la hinchada, lloraba como un niño de ocho años.

No podés creer que tu tema, que salió en la pieza de un hotel, lo estaba cantando toda la Argentina, millones de personas.

-Hoy, debería estar lleno de plata.

-Cuando el pueblo agarra la canción, ya no es tuya, es de ellos.

Como dice el refrán, “voz del pueblo, voz de Dios”.

Entonces, quedó ahí.

Nunca me preocupé porque me llene los bolsillos de dinero.

La venta de los discos, en su momento, dejó algo.

Cambié los muebles de mi casa, avancé un poquito más en la vida.

Y, como todas las cosas tienen su proceso natural de subida y de bajada, nunca me quejé y no me molestó.



Exiliado


Como muchos otros artistas, Shériko debió dejar el país durante la dictadura de 1976. “Yo no podía ser difundido por nadie.

Agarraron el disco y lo sellaron: ´prohibida su difusión´.

Yo no lo sabía, pero de repente me fue mermando el trabajo y dije

“¿Qué hago acá? Cruzo la frontera”.

Agarré mi disquito, mis fotitos, mi valijita y gacetillas, y me fui.

Arranqué por Rosario, después subí por Bolivia, Perú, Ecuador, hasta llegar a México.

Cruzar las fronteras amplió mi mente, mi espectro”, asegura.

-¿Qué hizo cuando debió irse del país?

-En México estuve con el trío los Panchos.

Cuando llegué, en 1980, me hospedé en la casa de su representante, al que había conocido antes acá.

Con el regreso de la Democracia, volví a Argentina.

Como uno se escapó por primera vez al exterior tan de golpe, empieza a extrañar la esquina de Paraná y Corrientes, la pizza, el café y todo lo que tiene el país de bueno.

Y volvimos de cero.

Es nacer de nuevo, porque antes te habían empujado.

-Pero no fue empujado por el pueblo, fue por la dictadura.
-Claro. No fue el rechazo de la gente.

Fue el sistema que me marcó el disco para que no fuera difundido. No podías entrar a los medios.

-Hace pocos años usted compuso una canción, “Vamos todos compañeros” que hace un juego con la Marcha Peronista.

-Que tiene afinidad con la Marcha Peronista. Es que hay quienes no quieren comprender que cuando el pueblo habla, es por una razón.



Pelota al medio

Shériko, con la autoridad que le da haber sido prohibido durante la dictadura, tiene una postura clara sobre el sistema de comunicación en el país y se expresa sobre el asunto:

“Ellos te imponen la agenda en la mente, a través de los medios masivos que acapararon”.

-¿Por qué lo dice?

-Destruyeron la ley de medios.

Cuando sacaron a (Martín) Sabbatella, ¿qué hicieron?

Se agarraron de los monopólicos, armaron un texto y dicen “esto sale hoy día en todos los medios nuestros”.

¿Y cuántos son? Cincuenta mil. ¿Cuántos tiene la oposición?

Dos. ¿Vas a competir con los 50 mil?

No, con los dos que tenés, no hacés nada.

Entonces, te dicen lo que tenés que decir y hacer.

No se puede frenar eso, pero cuando llega un momento en el que la gente se cansa de la mentira que le estás haciendo, busca los carriles para poder aflorar su impotencia y, ¡oh, casualidad!, apareció la cancioncita en su recuerdo, largó la primera bolita y empezó a hacer una bola de nieve que no podés parar.

Mientras que este muchacho no haga lo que debiera hacer un presidente de los 40 millones de argentinos, será así.

Porque no puede trabajar solo para dos millones, tiene que pensar en los demás.

-¿Cree que esto de que la gente se exprese mancomunadamente atrás de este “himno” pueda tener un efecto político, o que es algo del momento?

-Es una forma de expresarse masivamente. Cada uno tiene un pensamiento interno.

A vos también te pasa.

Si te tocan el bolsillo, vos vas a decir no solamente “la puta que te parió”.

Vas a decir algo más.

Entonces, los manifestantes, de repente, no se han puesto de acuerdo, porque vos no conocés al de la otra cuadra, pero cuando llega el momento de elevar tu voz con un mismo pensamiento, ahí te anotás, sin siquiera pensarlo.

Le das para adelante.

Eso es el argentino, y esa es la voz del pueblo.

Cuando es el pueblo el que te manda, vos tenés que acatar esa orden y te va a ir mejor.

-José Cano dijo que lo de los cánticos es algo organizado por el kirchnerismo.

-No tiene otra forma de querer anular el sentimiento masivo del pueblo. No van a callarlos. Vas a ver que dentro de un año va a seguir la canción.

El que opinó lo que me dijiste, va a quedar en el camino.

Y la canción va a seguir, va a seguir y va a seguir.





Fuente: NAC&POP

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