INDIVIDUOS (HOMENAJE A CLAUDIO DIAZ)

Todo el esquema asentado en que los políticos populares son ladrones se basa en la dificultad del receptor para desdeñar las frases sin fundamento. Quedar bien ante el entorno es un modo muy habitual de perder capacidad de análisis. Los medios y sus amplificadores –los zonzos- lanzan apreciaciones contundentes sin sostén. El objetivo de las campañas consiste en situar al oyente y forzarlo a admitir la aseveración o –si tiene carácter- refutarla. Pero sea como fuere, se pierde demasiada energía en la operación. La realidad es bien difícil de aprehender.

*Por Gabriel Fernández 


Cada persona es un mundo; por eso constituye un enigma.

Pero muchas veces nosotros mismos resultamos enigmáticos.

Estoy repasando el completo libro de mi amigo –y cada día, extrañado- Claudio Díaz, Manual del Antiperonismo Ilustrado.

Voy dialogando mentalmente con el querido compañero que nos dejara tempranamente: sonrío, objeto, polemizo para mis adentros al leer tanta cosa, tanta carga recogida y sintetizada con paciencia.

Del texto surgen muchísimos elementos con vigor presente e inclusive proyección.

Pero también dispara reflexiones propias que se entrelazan en esas conversaciones mentales, que mi hábito escenifica con un mate de por medio.

No voy a reiterar aquí los argumentos sensatos y nítidos con que Claudio refuta a los más variados e ilustres hombres y mujeres del antipueblo.

Intentaré volcar el tercer nivel de pensamiento que suscitan esos párrafos, esa zona que sugiere mientras el razonamiento evoluciona.

Reflexiono.

Nadie admite ser pobre ni tonto.

Ese es un tema a considerar a la hora de hacer política.

En ocasiones, cuando hay algún movimiento masivo, se suelen admitir las dificultades económicas particulares; en otras, cuando es preciso mostrar honradez se puede aceptar cierta ingenuidad.

Pero rara vez el ser humano va más allá de esas excepciones.

Aún las acusaciones más disparatadas se basan en el placer de sentirse cómplice de algunos vivos que se codean.

Supongo que eso que llaman bullyng (no es otra cosa que tomar a alguien de punto) está regido por tal insensatez.

Sucede que pocos se resisten a compartir la ironía política.

Es preciso contar con una personalidad sólida para rechazar el lugar común cómplice y mandar a paseo al emisor.

Todo el esquema asentado en que los políticos populares son ladrones se basa en la dificultad del receptor para desdeñar las frases sin fundamento.

Quedar bien ante el entorno es un modo muy habitual de perder capacidad de análisis.

Los medios y sus amplificadores –los zonzos- lanzan apreciaciones contundentes sin sostén.

El objetivo de las campañas consiste en situar al oyente y forzarlo a admitir la aseveración o –si tiene carácter- refutarla.

Pero sea como fuere, se pierde demasiada energía en la operación.

La realidad es bien difícil de aprehender.

Resulta más sencillo apropiarse de alguna narración de la misma –sobre todo si posee consenso- y leer la propia vida con esos parámetros.

¿Alguien puede creer sinceramente que la famosa “crisis de inseguridad” duró hasta diciembre del 2015 y se extinguió en enero de 2016?

¿Alguien puede pensar que quien alza sus tarifas, reduce el valor de su salario e incrementa los precios puede beneficiarlo?

Sin embargo es así.

En líneas generales se ha llamado alienación a ese turbio enfoque.

Es ideología, falsa conciencia; el alimento cerebral del zonzo.

Quien logra ver la realidad –con todo lo que ello implica- sin vidrios deformantes, se aproxima a su interés profundo. Pero necesita desaprender, despojarse de esos lentes.

También necesita situarse, saberse parte de un pueblo y –uy, pero no quiere que lo sepan junto otros pobres- por tanto constructor de un destino mancomunado.

Allí hay algunas claves que pueden beneficiar el entendimiento al quebrar aquél sentido: sentirse parte del mundo del trabajo bien puede resultar una salida elegante para el que se avergüenza por atravesar dificultades económicas.

Es saludable dirigirse a la población, no como un grupo de desharrapados –aunque en ocasiones lo sean, por el esquema de explotación reinante- sino como clase trabajadora inserta en un pueblo.

De allí que en esta lucha –la de Claudio, por ejemplo- resulte decisivo hostigar las versiones devaluatorias del pueblo argentino.

¡Quién anhela pertenecer a un séquito de perdularios que, además, carecen de palenque ande rascarse!

Toda la historia del diario La Nación, citemos uno de los tantos casos (quizás el más consecuente), ha consistido en lanzar baldes de iniquidades contra este grupo humano que habita el territorio nacional.

Pero el lector perspicaz que se toma el tiempo para paladear esta conversación mental, recuerda ahora que hablamos, además, de la necesidad de contar con una personalidad sólida. A ver.

Eso sí que es complicado, porque no es recomendable zambullirse en honduras psicológicas a la hora de hablar de política.

Sin embargo, es probable que algunos trazos sirvan para evidenciar mi postura, aún cuando la misma merezca muchos exámenes antes de considerarse verdad: las personas que han madurado con cierta serenidad y, en el léxico callejero, “saben lo que quieren” tal vez tengan menor tendencia a dejarse arrastrar por las tonteras consensuadas en el medio ambiente reproductor de los grandes medios.

Y voy más allá con una hipótesis de cuño propio que jamás logrará corroboración: cierta valentía física, cierto despojo del destino corporal individual, puede aportar a la configuración de esa personalidad y por tanto, de la comprensión política.

Esto es temerario y seguramente José Pablo Feinman no lo admitiría.

O peor, se montaría sobre el aserto para hablar de violentistas y autoritarios y cosas así.

Pero no es ahí donde voy: creo que frente al zonzaje reinante es preciso plantarse y dignificarse aunque ello redunde, en determinadas regiones sociales, en alguna variante del recogimiento, períodos de encierro y algo de soledad.

Es preciso saber mantener la bandera revolucionaria en soledad, le dijo Arturo Jauretche en su carta a Abalos, cuando faltaban dos años para que se sintiera más acompañado –y feliz- que nunca, en aquel mítico pero concreto 17 de octubre de 1945.

Cuando redactaba la misiva, ni masas en las calles ni gobierno nacional popular: apenas un puñado de “solos” ofreciendo los Cuadernos de Forja en las esquinas.

Difícil sentirse un vivo, percibirse “cool” cuando se rema contra una gilada que aparenta tener la posta y es refrendada, a diario, desde diales y pantallas.

Eso de “against the wind” está bueno para la canción –porque se la escucha mediada por un equipo- y para el cine –la cámara atenúa el aislamiento del personaje y lo pone en contacto con el público-, pero te la regalo cuando se trata en la vida real de contrastar con una pléyade de paparulos que repite y repite se robaron todo cuando en realidad “esos” le pusieron de pie un país que venía derruido y lo ayudaron a crecer individualmente.

El lector de estas líneas conoce la sensación.

Ahí es donde el concepto propio, el lugar del mundo que se escoge y se vive a sabiendas, pero también la personalidad y la valentía juegan un papel, cobran cuerpo, vigorizan la opción propia.

Qué curioso: en estos casos la afirmación personal facilita compartir una bandera masiva.

Pasa que no somos socialistas: somos la combinación de individuo y masa, en continua tensión y enriquecimiento mutuo.

Vale saberse individualista para no derivar en egoísta, como sucede con tantos que emiten discursos universales pero se miran el ombligo.

Cuando alguien trae una nota muy bien realizada, sin perder de vista el trabajo en equipo, felicito personalmente al autor; pues se trata de su trabajo, de su capacidad, del reconocimiento que merece.

Todo esto y bastante más surge del andar actuando en la comunicación por largos años y –ahora- de la lectura del texto de Claudio.

Manual del Antiperonismo Ilustrado; ¡qué bronca nos tienen!


¡Y cuánto han elaborado para desbancarnos!

Se la han pasado indagando, escribiendo, chamuyando, organizando simposios para atisbar alguna solución final para el peronismo.

Sacan diarios, arman webs, ponen canales, potencian radios.

Y nosotros seguimos aquí: emperrados al punto de saber que, aunque charlemos con alguien que se ha ido, hablamos del futuro.

Porque está bueno mirar en derredor sin velos difuminantes.

Y más bueno aún, está el mirar hacia dentro y desentrañar el enigma que nos convierte en mundos y nos permite seguir.





*Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.


Fuente: NAC&POP

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