SEIS MESES DESPUES DEL ALTO AL FUEGO, LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS DE GAZA ESTAN ATRAPADOS POR EL TRAUMA


Tras haber perdido a su padre y su casa durante el último conflicto, dos niñas en Gaza luchan por asimilar el pasado y mirar hacia un futuro más brillante.

Ali Hassouna lleva de la mano a sus nietas, Samar Barakat, de 11 años (izquierda) y Rosol, de 6, al lado de los restos de las torres de viviendas donde las niñas residían, en la ciudad de Beit Lahia, al norte de la Franja de Gaza, Estado de Palestina. © UNICEF/NYHQ2015-0248/El Baba

Han pasado seis meses desde que una precaria tregua terminara con otro devastador brote de violencia en Gaza. Para niños o niñas, como Samar y Rosol Barakat, las cicatrices dejadas en los 51 días de hostilidades del pasado verano están a flor de piel.

Durante el conflicto, las dos niñas, sus padres y otros tres hermanos huyeron de su piso bajo el intenso bombardeo. La familia se refugió en una escuela administrada por las Naciones Unidas. Una noche, el aula en la que dormían fue alcanzada por un proyectil de artillería. El padre murió y la madre quedó gravemente lesionada. Las dos niñas sufrieron heridas de metralla.

Hogares destruidos

Samar, de 11 años, y Rosol, de 6, no pudieron regresar a su casa, en las torres de viviendas de al-Nada, que habían sido destruidas. Se fueron a vivir con su abuelo, amontonadas junto a otras 12 personas en un diminuto y ruinoso piso de dos dormitorios en Beit Lahiya.

Los miembros de esta familia formaban parte de los 100.000 palestinos de Gaza, la mitad de ellos menores, cuyos hogares quedaron destruidos, total o parcialmente, durante el conflicto del pasado verano, y que permanecen desplazados.

“Mis hijos han perdido todo”, dice Neveen, la madre de Samar y Rosol. “Ahora tengo que hacer de padre y de madre”. Como consecuencia de sus heridas, Neveen padece una discapacidad y necesita ayuda para cuidar de sí misma.

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No hay un lugar seguro



Samar y Rosol siguen sufriendo un profundo pesar. Neveen está siempre a su lado, consolándolas, cuando las dos niñas luchan por hacer frente a la muerte de su padre.

Pasaron meses antes de que Rosol aceptara ponerse el uniforme y volver a la escuela. Cuando se le pregunta si le gusta su profesor, se queda inmóvil, retraída y, después de unos minutos, se echa a llorar.

“Mis hijas resultaron heridas en la escuela”, dice Neveen. “Vieron a personas con piernas o manos mutiladas, con lesiones en la cara y los ojos. Vieron a su padre muerto. Para ellas, la escuela ya no es un lugar seguro”.

Una ligera mejoría

Un orientador psicosocial que trabaja con el Centro Palestino para la Democracia y la Resolución del Conflicto (PCDCR en sus siglas en inglés), asociado con UNICEF, sigue la evolución de Rosol y la de su hermana mayor, Samar.

Samar ha dado algunas muestras de mejoría. Tras el conflicto tenía rabietas y rechazaba hacer la tarea. Después de varias sesiones con el orientador, se ha vuelto más tranquila.

Algunas veces Samar va con su abuelo a ver lo que queda de su antigua casa, ahora reducida a escombros. Aunque ha ido aceptando la situación, todavía le resulta difícil centrarse en los estudios y su rendimiento escolar ha disminuido.

“Para nosotras, la escuela ya no es lo mismo. Nuestro padre murió, mi madre, mis hermanos y yo resultamos heridos, y ya no tenemos casa”, dice Samar.

La necesidad de una ayuda continuada

Al igual que muchos niños de Gaza, Samar y Rosol requieren ayuda, tanto psicosocial como educativa, para reanudar sus vidas. La participación de las escuelas es decisiva para ayudar a los estudiantes a superar los retos físicos y emocionales que afrontan. Por otra parte, un mínimo de 281 escuelas sufrieron daños en el enclave costero, y muchas aún tienen que ser reparadas. A esta difícil situación hay que añadir la angustia que sufren los propios profesores.

Samar y Rosol sentadas en los escalones exteriores de la casa de su abuelo en Beit Lahia, Gaza. © UNICEF/NYHQ2015-0256/El Baba

Hasta ahora, UNICEF ha ofrecido ayuda psicosocial a casi 35.000 niños y niñas y a más de 7.000 cuidadores, además de conocimientos para afrontar situaciones difíciles a 12.000 profesores de escuelas públicas. UNICEF también ayuda a reparar escuelas públicas y suministra uniformes y zapatos a los niños, tras una campaña inicial de “vuelta a la escuela” en septiembre en la que se ayudó a 230.000 niñas y niños con material escolar. Estos esfuerzos han contribuido a mejorar las vidas de los estudiantes, pero la situación sigue siendo precaria.

“En Gaza no hay futuro para nadie, sean hombres, mujeres o niños”, dice Ali, el padre de Neveen. “Se han hecho muchas promesas para la reconstrucción de Gaza. Confiamos en que por fin se cumplan y mi hija pueda recibir tratamiento y recobrarse de sus heridas, así como que las personas que perdieron como ella sus hogares tengan un lugar donde habitar y una vida mejor.

Mis nietos merecen llevar una buena vida”, dice. “Igual que todos los niños del mundo”.


Fuente
: Catherine Weibel, UNICEF/ Resumen Latinoamericano

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