EL JUEGO DE LAS OPOSICIONES

*Por Ana Laura Herrera

Podríamos decir que desde las últimas dos manifestación opositoras la derecha recuperó cierta iniciativa para presentar y hacer circular algunos binomios que se pretenden como antitéticos. Sin la menor intención de sumar a un debate que podría enriquecer la vida ciudadana, bastardeando la posibilidad de discusión política, es decir de argumentación, escucha e intercambio, sacan tajada para incentivar el hostigamiento al gobierno. Tal es el caso de los sentidos que intentan instalar cuando contraponen la idea de República con la de Democracia, la imagen de gente vs la del pueblo o el discurso sobre la libertad como contrario al de comunidad.

Ciertamente el juego es un ejercicio de poder que logra presentar como “objetivo”, desideologizado, un posicionamiento y una cierta mirada sobre el mundo. Intenta articular un relato que desprecia así la política y desvaloriza la acción. Una máscara, un disfraz, que esconde intenciones inconfesables.

Quizás haya matices y alcances que podemos discutir entre cada uno de aquellos términos. De hecho en nuestra República estamos luchando por alcanzar mayores niveles de democratización, pero no hay ninguna iniciativa oficial que avance en un sentido sin reconocer y respetar las vías republicanas institucionales. También es claro que preferimos nombrar al pueblo, al decir gente es como si le extirpáramos la historia de sus conquistas, pero tampoco hemos ido por la eliminación de los derechos de algunos sino por una ampliación que nos vuelva un poco más iguales los unos con los otros, asumiendo que “la patria es el otro”. Por último nos reconocemos militantes de la libertad, tal vez no entendida de modo individualista, luchamos por una libertad inscripta en los límites que impone la idea del bien común, una libertad vinculada al interés por lo colectivo, esa que recuperamos y aprendimos a transitar después de los 90, la que nos enseño el estallido social del 2001 cuando logramos visibilizar los fragmentos de una Patria devastada y entendimos que nadie se salvaba solo.

Hay un rostro que la derecha nos quiere ocultar y nos empuja a un rincón en el que no nos reconocemos. Intenta despojarnos de la memoria, encubrir el conflicto, simplificar el análisis. Necesitamos desenmascarar su juego. Nuestras tradiciones democráticas y las banderas que sostenemos, el camino recorrido y este presente que seguimos construyendo cotidianamente puede que nos enfrente con algunos, los que se acostumbraron a ser dueños del país y sueñan con un futuro establemente restringido, aquellos que tienen el control mediático y la posibilidad diseminar discursos, pero las oposiciones no son las que nos intentan vender.

Hoy podemos decir que la Argentina es una República Democrática, en ella vivimos, trabajamos, estudiamos, criamos nuestros hijos y nos involucramos en los asuntos públicos sin temor de nuestro compromiso. El pueblo argentino, la gente, se afirma como soberano de sus decisiones y eso también implica que la mayoría gobierna a través de la elección de sus representantes. En la experiencia de estos últimos 30 años reconquistamos la libertad, una libertad preocupada por el semejante, porque asumimos que cuando cada uno se mira su ombligo es muy difícil construir una Patria justa. Elegimos dónde pararnos, los engaños de esta derecha camaleónica son difíciles de sostener si logramos estimular renovadas discusiones, por más que intenten embarrar la cancha y confundir a un sector importante de la ciudadanía, los pasos que vamos dando consolidan los discursos y las transformaciones democráticas de esta etapa del país.


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