*Por Alberto Lettieri
Texto del derecho a réplica negado por
Miradas al Sur, tras infame ataque de su Secretario de Redación hacia mi
persona
De todas las traiciones posibles,
ninguna peor que la del enemigo interno que, agazapado, espera su oportunidad
para tratar de aplicar su golpe letal contra aquel que, hasta ayer, le había
premiado su confianza y su abrazo sincero. Muchas veces retomé este tópico en
las columnas que publiqué hasta hoy en Miradas
al Sur. Lo sufrieron Rosas, Urquiza, Perón, Néstor, Cristina… La lista es
interminable. Agazapado, silencioso, el gatopardo elige cuidadosamente su
presa, espera la oportunidad y trata de cumplir con su infame tarea.
Lo triste y lamentable es cuando
uno mismo es el objeto de tan infame acción. En este caso, el agresor tiene
nombre y apellido: es el Secretario de Redacción de Miradas al Sur, Alberto Elizalde
Leal, quien, desmintiendo su propio apellido, ha decidido descargar su saña
sobre un compañero que compartió durante varios meses las páginas de este
semanario. Efectivamente, en la contratapa del último número, correspondiente
al 24 de marzo, Elizalde (des) Leal publicó un editorial titulado “Borges
disciplinado”, que en realidad debería haberse llamado “Tratando de disciplinar
a Lettieri”. ¿Cuál es la razón por la cual, en una fecha histórica que
sintetiza tanto la memoria del oprobio cuanto la identificación de la mayor
parte de la sociedad argentina con los DDHH y la democracia, y la exigencia de
condena de los responsables, militares y civiles, del Terrorismo de Estado, un
semanario progresista dedique su contratapa –tan luego su contratapa!!!!!-a
reivindicar a José Luis Borges, quien representa exactamente la concepción
inversa de la sociedad, y a descargar su mazazo artero contra un intelectual
comprometido con los principios del campo nacional y popular?
¿Era el 24 de marzo, una jornada
que significó un verdadero plebiscito de los valores democráticos y del
compromiso con la vida, el momento adecuado para reivindicar a Borges, quien no
tuvo empacho en almorzar con Videla y Ernesto Sabato a pocos días del Golpe
Macabro de 1976, ni de estrechar calurosamente la mano de Augusto Pinochet[1]? ¿Qué
pasó por la cabeza de los compañeros de la redacción de Miradas al tomar
semejante determinación? ¿Fue una decisión personal de Elizalde (des) Leal, o
del Comité Editor en conjunto?
Estos interrogantes exigen una
respuesta clara e inmediata de la conducción del semanario. Frente a la
gravedad de esta decisión de marchar directamente en contra de la voluntad del
pueblo argentino y de su conducción democrática, los agravios personales que me
propina el Secretario de Redacción de Miradas al Sur pasan a un plano
accesorio. Sin embargo, en lo que seguramente será mi última intervención en
estas páginas, no puedo omitir referirme a su artera operación panfletaria. No objeto que se formulen criticas a mis intervenciones,
siempre y cuando sean realizadas con altura, honestidad y fundamento.
Realmente, no alcanzo a comprender las razones por las cuales la conducción del
semanario consintió en publicar este desagradable panfleto, , que no implica
sino una manifiesta agresión ad hominem
en mi contra, sin siquiera anoticiarme de ello.
Tal
como manifesté explícitamente en mi artículo “Borges y la magnifica ironía de
Dios” (Miradas, 3/3/2013), en ningún momento
me propuse evaluar la obra literaria de Borges, sino su acción pública y sus
posicionamientos políticos. Según concede el propio Elizalde, "la parte
más inerte y viscosa de sí mismo: su ser social". Sin embargo, ya que mi
crítico no encuentra un solo elemento de prueba que le permita objetar ni
responder mis argumentos, cae en el amarillismo de descalificar los datos
utilizados, señalando que algunos de ellos están disponibles en "Google y
Wikipedia, fuentes donde Lettieri parece haber abrevado en la escritura de su
texto." Al respecto, pueden señalarse dos consideraciones: por un lado,
que sería complicado que Elizalde pudiera demostrar que esas fueron mis
fuentes, ya que, como el mismo sostiene, se trata de "información
archiconocida"; por otro, que la información sea
"archiconocida", o que pueda encontrarse en esos portales, no la
inhabilita como argumento válido para analizar el desempeño público de Borges. Más
bien todo lo contrario.
Llamativamente,
las agresiones del Redactor de Miradas
no cesan: "pedestre enumeración", "crayón militante pero
grosero", "ominoso", aplicación de un "canon conceptual
absolutamente inadecuado para la comprensión de la obra y la vida de un autor y
las condiciones de producción de su discurso estético y simbólico.", son
sólo algunas de las expresiones agraviantes con que Elizalde pretende invalidar
mis sólidos y probados argumentos. No hay un solo fundamento que sostenga sus
trasnochadas afirmaciones; sólo retórica vacía y mal gusto evidente.
"¿Creerán
-los lectores- la imagen que nos entrega ese texto inútilmente despiadado?-se
pregunta el Redactor de Miradas-. ¿O
se sumergirán, maravillados, en un mundo de impecables metáforas, de
inquietante universos desconocidos, de morosas poesías alejandrinas y amables
aunque implacables cuchilleros?" Evidentemente Elizalde, seducido por el
Borges escritor, ha decidido tender un piadoso manto de olvido sobre su
desempeño público, y sobre las implicancias sociales de ese desempeño público, que
es precisamente la dimensión en la que se centra mi artículo.
¿Miopía?
¿Incapacidad para diferenciar los distintos ámbitos de acción social? Lo cierto
es que Elizalde demuestra estar totalmente contaminado por un canon cultural
eurocentrista, fascinado por un personaje que enajena su voluntad a punto tal
de convertirlo en su sicario.
Elizalde
objeta mi “insistencia” en presentar “un Borges unilateral, insensible
aprovechador de los recursos del Estado”. ¿No es unilateral el Borges que construye
mi detractor? A su juicio, mi error ha sido ofrecer una lectura de Borges desde
el "catecismo peronista". Sin embargo, le parece natural y hasta
“progresista” presentar su propia interpretación infestada de provincialismo
cultural y de sumisión a la estética eurocentrista.
A lo
largo de mi participación en el semanario Miradas
al Sur, mis artículos adoptaron una MIRADA DESDE EL SUR, característica de
mi compromiso militante y de mi acción como intelectual. Por el contrario,
Elizalde, su Secretario de Redacción, paradójicamente, demuestra que MIRA AL
SUR DESDE LA
PERSPECTIVA DEL NORTE.
"Criticar
la nota de un amigo de la casa no es fácil ni especialmente gratificante",
apunta el redactor. Sin embargo, no critica la nota de un amigo de la casa,
sino que pone en cuestión el derecho de un amigo de la casa a examinar de
manera crítica la acción pública de uno de los principales referentes de la
cultura oligárquica y colonial y, a falta de argumentos, pretende poner impugnar
mi sólido prestigio intelectual, del cual él carece, apelando a una retórica
cuidada pero vacía de contenidos.
El
campo popular ha sido víctima reiteradamente de las acciones de quintacolumnas
que terminaron provocando la fragmentación y el colapso de los proyectos más
promisorios. Urquiza o Lonardi han sido ejemplo de esto. He escrito
reiteradamente sobre este tópico en estas mismas páginas. ¿Será la de Elizalde una
nueva reencarnación de este Ave Fénix? ¿Los enemigos del proyecto nacional y
popular sólo se cobijan en la órbita de los oligopolios que han eludido la
aplicación de la Ley
de Medios, o también acechan, camuflados, en los medios que se identifican con
nuestro propio espacio? ¿El panfleto amarillista de Elizalde, publicado
groseramente un 24 de marzo, implica un juicio personal o sintetiza la opinión de la dirección de Miradas al Sur?
“El
pueblo quiere saber de que se trata”, fue la consigna popular del 25 de mayo de
1810. También desea saberlo ahora. ¿Elizalde o Lettieri expresan el compromiso
y el programa de Miradas al Sur? ¿Con Braden o con Perón? El 24 de marzo pasado
el pueblo argentino, masivamente, dio su respuesta a este interrogante. Es hora
de que la dirección de Miradas haga lo propio.
*Historiador
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