"A LO MEJOR A 678 LE HACE FALTA UNA VOZ PERONISTA"

*Por José Luis Ponsico

El rico debate formulado por "6, 7 y 8" a partir de intervenciones de Hugo Presman en el estudio y Oscar Cuervo desde su condición de referente de opinión, emisor blogero, destacado, remite al viejo problema del peronismo -ocupa gran parte de la escena desde hace seis décadas-: dividir el mundo entre "buenos" y "malos". Hoy, “progresistas” y “retardatarios”.

Carlos Barragán, discípulo de "Lalo" Mir, por su parte defendió el formato actual, el de siempre, del productor Diego Gvirtz. Voces de opinión, conocidas en Medios periodísticos, con "marca personal" sobre el grupo "Clarín", monopolios de la Prensa, desde Papel Prensa en tiempos de dictadura militar. Todo agravado hace exactamente 20 años cuando desde el gobierno de Carlos Menem, merced a gestiones del todopoderoso Eduardo Bauzá, secretario general de la Presidencia y el no menos influyente Eduardo Menem, titular del Senado de la Nación, el gobierno redoblaba la apuesta: volteaba el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión (la 22.285) de la dictadura militar que impedía los monopolios de la Prensa.

A partir de 1993 "nada fue igual": Clarín ya tenía Radio Mitre con testaferros, desde 1986, tiempos del periodista temido Abel Maloney -fallecido hace más de una década- uno de los profesionales más odiados en el vapuleado gremio de la Prensa. Excesivamente pro-patronal, de muy mala relación con sus subordinados. Algo parecido a su contemporáneo Ricardo Gangeme, histórico director de "Crónica" vespertina en plena dictadura militar. Ambos, Maloney y Gangeme odiados por el personal -en su mayoría- de Editorial Sarmiento (Crónica) y Clarín (hoy, AGEA). El segundo asesinado -hace algo más de doce años- en oscuro episodio ocurrido en Trelew. Editaba el "Informador chubutense". Acusado de extorsión.

La historia del gremio de los periodistas no ubica, especialmente, a ninguno de los panelistas -todos muy buenos profesionales periodísticos- en los avatares de las antiguas luchas gremiales. Mucho menos en el segmento de los activistas peronistas. Alberto Fernández, a fines de 2003 había ofrecido Canal 7 a Jorge Lanata. En su mayoría -el resto del gremio desde "el campo nacional y popular" sin poder siquiera pasar por la puerta del gran diario argentino en cuatro décadas. Tiempos donde desde la Redacción se convocaban foros de "la libertad de expresión" y por otro lado se conocían "purgas" de dos centenares de cesantes.

Una excepción es el periodista Pablo Llonto, despedido hace veinte años del matutino. De fuerte compromiso con organismos de los derechos humanos desde los ´80, cuando era un cronista deportivo "de base" y desde su militancia en "la izquierda" siendo reelegido por sus compañeros de "Clarín". Su compañera Ana Ale murió joven y mucho tuvo que ver la lucha gremial y política dentro del diario. En la Redacción se la recuerda como inquebrantable luchadora. Algo que jamás alcanzaría Gonzalo Bonadeo, por ejemplo, que estuvo a punto de ser funcionario en Deportes del actual gobierno. Nada es una línea recta.

Otra excepción, Martín García, ex titular de la agencia Télam, invitado al ciclo y reconocido por su infaltable militancia peronista en un gremio que desde su actividad de base soportó la dictadura, luego el alfonsinismo y más tarde el Poder ejercido desde el gobierno de Carlos Menem por los llamados "celestes". En el panel de "6, 7 y 8" y por la línea "profesionalista" hace 30 años la referencia ubicaba a Orlando Barone en vereda opuesta a todo aquello que fuera "militancia política y gremial" dentro de una Redacción. El milagro kirchnerista -lo que se llama "el colectivo"- unió a todo el mundo que hoy enfrenta a Papel Prensa.

Eso sí: a lo mejor en el panel que imaginó el exitoso productor Diego Gvirtz -hoy más interesado en su lucha contra Mario Pergolini que en los avatares que cultiva el ciclo- lo que está faltando es algún peronista con cierta historia política y gremial cuando el kirchnerismo sólo crecía en Santa Cruz.

*El autor es periodista, militante peronista y activista gremial cesanteado en 1976 en Mar del Plata, luego perseguido por la dictadura. Testigo en los Juicios por la Memoria, Verdad y Justicia 
marplatense.

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