SOBERANIA EN SALUD


UNA NECESIDAD IMPERIOSA

*Por  Jorge Rachid

Soberanía es el poder de decisión de un país sin depender de terceros y en Salud eso significa poder proyectar políticas estratégicas de planificación, que puedan ser ejecutadas sin dependencias externas ni condicionamientos internos, en especial económicos, de grupos de intereses concentrados a través de los Laboratorios de Medicamentos y de la presión de los avances tecnológicos, ambos presentados en la medicina alopática como esenciales a la hora del diagnóstico y tratamiento.

Alopática es la medicina que actualmente conocemos y que culturalmente nos fue conformando como cultura sanitaria de la población, llamando al resto de las corrientes sanitarias, algunas milenarias, como alternativas en su desprecio al conocimiento de otras culturas. Alopática es la medicina en donde el medicamento forma parte esencial del conocimiento popular, influenciado por los Laboratorios en cuanto a publicidad, que debería estar vedada como en los principales países del mundo,  por presión sobre los médicos con prebendas, en la conformación de grupos de enfermos financiados por esas industrias y entrada de medicamentos que en otros países centrales apenas cumplieron las etapas de corroboración científica y son incorporados a los vademecum nacionales, como panaceas milagrosas en determinadas patologías.

La Salud no está exenta del negocio de lucro, que desgraciadamente ha intrusado en todos los sectores que constituyen la atención de la enfermedad a partir de las políticas neoliberales de desregulación y fragmentación impulsadas por el Banco Mundial desde la dictadura militar hasta finales de la década infame de los noventa. Esa mecánica instrumentada a los fines de apropiarse del ahorro interno genuino del pueblo argentino a través del aporte de trabajadores activos y pasivos, en la Seguridad Social, mas los recursos tributarios del Estado en el sector público hospitalario, constituyó uno de las mayores  estafas económicas junto a las AFJP y un tráfico ideológico que permitió destruir el sistema solidario de salud forjado en décadas por el movimiento obrero y los institutos provinciales junto al PAMI, con el tristemente famoso descreme de los sectores de mayores recursos.

En los medicamentos esta situación se verifica en que la Argentina es el país de mayor gasto en salud de la región per cápita, incluso mayor que en los países centrales, pero también el país que mayor porcentaje dentro de ese gasto ocupa en el medicamento, mas del 30% en un gasto total de los 122 mil millones al año. En general ese gasto se ubica entre el 15 al 18% en la mayoría de los países, lo cual implica un gasto superior a los 4 mil millones de dólares en a Argentina, sin explicación científica ni sanitaria. Pensemos simplemente que los recortes de subsidios implicaron un ahorro de 4 mil millones de pesos que impactan sobre los argentinos, mientras que en medicamentos esa cifra se cuadriplica. A ello debemos agregar que los medicamentos de alto costo y baja incidencia, muchos de ellos impuestos por la farmacopea, son de importación lo que impacta negativamente en nuestra balanza comercial y con resultados en muchos casos dudosos de efectividad clínica y que en otros conforman cuadros de encarnizamiento médico en las etapas finales de la vida, sin agregar ni expectativa de vida ni calidad de vida, en esos instantes dolorosos.

El Estado Nacional y la Producción Pública de Medicamentos son las herramientas imprescindibles para dar respuestas a los interrogantes que surgen de la lectura anterior ya que con simples decretos en algunos casos y resoluciones ministeriales en otras se pueden corregir las desviaciones e imposiciones neoliberales de antaño. En efecto con sólo derogar el Anexo 1 del ANMAT que permite la entrada de medicamentos de EEUU, UE y Japón por el sólo hecho de estar aprobados en sus lugares de origen, sin el tamiz de nuestra óptica y las necesidades nacionales, que debieran ser el control necesario para evitar ser convertidos en “conejitos de indias” de industrias multinacionales, como ha sucedido con innumerables medicamentos entrados por esa vía y retirados del mercado, años después con ganancias de miles de millones de dólares, con la iatrogenia (enfermedad producida por médicos) medicamentosa producida. Se estima que un 25% de las internaciones del segundo nivel de atención se producen por iatrogenia medicamentosa, en especial por sobre medicación indicada o espontánea.

Recuperar soberanía en salud empieza por la producción nacional de materia prima, hoy 100% importada de China, India, México y otros países, cuando hace 40 años se producían en el país, por años, desde los inicios mismos de la EMESTA empresa de producción pública de medicamentos inaugurada por el Dr. Carrillo en los años 50. Recuperar soberanía es también efectuar los controles de calidad a los medicamentos importados, como así también centralizar la compra de los medicamentos de alto costo-baja incidencia, evitando la extorsión económica permanente y el paciente como rehén de situaciones de emergencia. Hacer soberana la decisión en salud, es estimular la Investigación y el Desarrollo de los Laboratorios Públicos de producción, nucleados en la RELAP, en las Universidades Nacionales, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que permita avanzar a las fórmulas mas sofisticadas de los avances del conocimiento médico, evitando ser sólo productor de medicamentos primarios. Debemos destacar sin embargo que la atención médica primaria impacta en el gasto total de manera significativa y es el motivo de demanda habitual de mayor presión cotidiana, en el sector público y los crónicos.

La Producción Pública de Medicamentos además de ser un hecho de soberanía, es un importante jugador económico en la macro economía del país y mas aún en el marco actual de la sustitución de importaciones, ya que la Argentina tiene desde el recurso humano necesario hasta la tecnología, que nos permite dar respuestas prestacionales en salud para nuestro país y la región. No existe un medicamento de pobres y otros de ricos, ya que todos los medicamentos cumplen las normas ANMAT, y las materias primas son comunes en todas las marcas conocidas, por lo tanto la PPM es de excelencia y viabilidad clínica acoplada a las “buenas prácticas farmaceúticas”. Por otro lado la Seguridad Social debería ser el primer actor en cumplir con la Ley de Monodrogas o de genéricos, evitando aceptar los nombres fantasías que todavía circulan en los principales sectores del sistema solidario.

Además la PPM se debe constituir en empresa testigo de precios al sector hospitalario, evitando las cartelización de la Industria, que si bien ésta debe existir y participar activamente, debe ser regulada y controlada en sus precios que son los que originan las mayores ganancias en cualquier rubro que se tome, llegando en casos al 17000%, entre el costo y el precio al público. Sin ese control, con las estructuras de costo en mano, se debe sincerar la Industria entendiendo que el medicamento es un bien social y no una simple mercadería de cambio. Además debería sincerarse el IVA que la industria paga a la primer venta, generalmente a su propia droguería, produciendo por casi no tener diferencia de precio una distorsión del sistema tributario.

Nuestro país ha avanzado sin dudas en una política de medicamentos con la promulgación de la ley de PPM recientemente sancionada, también con las disposiciones de Trazabilidad y la ley de prohibición de la venta libre de medicamentos, pero el camino de las políticas estratégicas en Salud y en Medicamentos merece encuadrarse en un Plan Nacional de Salud, que recupere como concepto la preservación de la salud como paradigma, antes que la atención de la enfermedad, revise la currícula de formación médica enciclopedista, tecnocrática e industrialista en la hora actual, recuperando la medicina basada en la observación, la semiología, la clínica, la contención y el interrogatorio, como ejes de la recuperación del trabajo médico, la deontología médica y la bioética en el ejercicio profesional, hoy avasallados por el facilismo tecnológico-medicamentoso del lucro.

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