LA COCINA DE LA LEY


El proceso de incidencia en la elaboración de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina


Presentamos la versión PDF del libro de Néstor Busso y Diego Jaimes (compiladores)

*Por Daniel Di Giacinti
La lucha contra la colonización cultural que anunció reiteradamente nuestra presidenta nos estimula a analizar cómo el peronismo puede acompañar y promover una forma de participación política diferenciada de los sofismas liberales que le permita delinear una alternativa revolucionaria.


Agradecemos especialmente a Pedro Lanteri,
director de la Voz de las Madres (AM 530).



La Cocina de la ley nos revela el largo recorrido realizado por las personas y agrupaciones políticas que participaron del proceso que culminó con la sanción legislativa de la ley 26.552. Un relato que nos describe el esfuerzo de un diversificado conjunto de sectores populares, que rescatan las formas participativas que el peronismo motorizó a través de su larga historia de luchas.


Fue evidente el esfuerzo permanente de Juan Perón por construir una forma de participación diferenciada en el ciudadano argentino. En el primer gobierno lanzó junto con el Segundo Plan Quinquenal en el año 1952 las Organizaciones Libres del Pueblo, y en su tercer gobierno mientras luchaba contra su propia vida que se extinguía, propuso una Reforma Constitucional con un basamento de participación popular en el Consejo para el Proyecto Nacional. Conjuntamente presentó como actualización doctrinaria de ese momento El Modelo Argentino donde convocaba a su pueblo a definir y crear una identidad social común para construir la comunidad soñada por todos.

Perón planteaba que la liberación nacional dependía de la maduración cultural del pueblo en función de lograr crecientes grados de solidaridades comunitarias: primero a nivel social y luego nacional.
El aspecto más revolucionario de su propuesta fue la forma de lograr una identidad fuera de las ideologías abstractas que hasta ese momento habían reglado la normas de convivencia política donde una clase ilustrada o profesional resolvía los problemas políticos de la comunidad, y el pueblo podía con su elección (cuando se le era otorgada) propiciar el camino adecuado.

Perón había comprendido que la revolución de los medios de información masiva así como la evolución tecnológica, imponía un cambio sustancial en los grados de complejidad de las relaciones culturales así como un crecimiento geométrico de los eventos y conflictos de las comunidades sumado a un aceleramiento de los procesos socio-políticos.

La maduración colectiva de la comunidad si quería seguir brindando una respuesta adecuada a la conflictividad creciente no podría ya sustentarse con la actividad política propuesta por el liberalismo o el marxismo dogmático. Si los pueblos querían liberase deberían encontrar una forma de participación distinta que permitiera a la comunidad madurar culturalmente a la misma velocidad que la evolución de los acontecimientos político-culturales imponía.


Era evidente que circunscribir la participación popular solamente a la elección de representantes acotaba esta actividad ciudadana promoviendo un hombre que cada día miraría mas hacia sí mismo y se aislaría de la complejidad palpitante de la realidad.

Suplantando las lógicas acciones solidarias hacia su comunidad por un materialismo competitivo que elevaría sus aristas hedonistas este camino promovería una suicida carrera hacia un individualismo creciente que enfrentaría a los hombres con sus hermanos y a unas naciones contra otras.
Este proceso también condenaría a las Instituciones políticas a una burocratización e inmovilidad que provocaría su caída en el consenso común, con su incierta consecuencia: la falta de autoridad y por ende de poder.

Hoy ante la crisis financiera mundial es evidente el rechazo de la comunidades a las Instituciones políticas que se han quedado huérfanas de decisión y poder para enfrentar a las corporaciones económicas internacionales. Estas sí han logrado mantener una sofisticación adecuada de sus estructuras con la formación acelerada de sus cuadros de conducción, para seguir a la evolución cultural en defensa de sus intereses privados.

Para lograr una maduración similar en las Comunidades el principal problema residía en romper la relación vertical y unidireccional existente entre las dirigencias y los pueblos. Los Estados se transformaron en protagonistas únicos, mientras los pueblos eran espectadores lejanos de los acontecimientos.

Esta relación se sostenía en base a una identidad de tipo ideológica o filosófica abstracta y predefinida tomada por las dirigencias que eran las que decidían por el pueblo. Situación lógica de las épocas donde las masas se caracterizaban por su falta de información e incultura.

Perón desarrollaría un sistema de identidad política distinto que permitiría el libre albedrío ciudadano en la creación y elaboración de las normas que regirían y transformarían a su comunidad, manteniendo una identidad común con características firmes y diferenciadas.

Propondría la organización política de la comunidad para que juntos, dirigentes y pueblo fueran conformando en una acción creativa permanente la nación donde desearan vivir. No habría ideologías preelaboradas ni objetivos abstractos a alcanzar. La identidad ideológica de esa lucha sería también una construcción permanente que dejaba las teorizaciones como síntesis de esa praxis contínua y como una consecuencia de la acción transformadora de esa experiencia comunitaria.

Para ordenar el proceso y poder institucionalizarlo orgánicamente decidió brindarle una identidad ideológica a través de principios que permitirían un visión común sobre la realidad así como también una tabla de valores aplicada a la acción política.

Un pueblo con principios doctrinarios afines tendría una visión común sobre la realidad y sus problemáticas, lo que lo llevaría a tener una unidad conceptual y una identidad común en un proceso de autodeterminación comunitaria. Esta identidad tendría una diversidad amplia para respetar los distintos acentos de los distintos sectores sociales que la conforman, pero ese conjunto se movería como un bloque unido con valores diferenciados y propios que permitirían un rumbo definido y una acción liberadora.

La identidad ideológica del peronismo se manifestaría entonces como una construcción común y permanente en un proceso de transformación donde pueblo y dirigentes tendrían una misma valoración sobre los procesos políticos. Esta valoración fue sintetizada por el Gral. Perón el 17 de octubre de 1950 en Las 20 Verdades Peronistas.

La lucha revolucionaria del peronismo se concentró en brindar a su pueblo esa visión común, para generar un subconciente colectivo que se transforme en el reaseguro de la liberación nacional. Toda la acción del gobierno peronista, sus logros, sus fiestas, sus emprendimientos, eran utilizados para reafirmar lo principios doctrinarios sintetizados en las tres banderas del justicialismo: justicia social, independencia económica y soberanía política.

Este adoctrinamiento popular es lo que permitiría la participación ampliada que el gobierno justicialista promovió desde el gobierno. Su forma de hacer política tendrá expresiones diferenciadas con una movilización popular que no era instigada como en los viejos partidos políticos de la democracia liberal solamente ante los eventos comiciales, sino que se mantenía en términos crecientes y masivos acompañando todas las acciones de gobierno.




A las clásicas convocatorias populares del 1 de mayo y el 17 de octubre se sumarían los acontecimientos políticos como la nacionalización de los ferrocarriles, la reforma constitucional, la declaración de la independencia económica, el lanzamiento de sus planes quinquenales así como también las inauguraciones de las grandes obras de la Fundación Eva Perón.

Esta profundización democrática además ampliaría por tres el padrón electoral incorporando a la mujer, los territorios nacionales y los suboficiales del ejército. Incorporaría además a la mujer en la acción política incluyéndola en las legislaturas al igual que los obreros. La argentina viviría una verdadera conmoción política que grabaría en la mística popular la movilización permanente y la participación activa como ejes fundamentales de la política de liberación.


A pesar de esto el adoctrinamiento popular justicialista no pudo proyectarse en acciones institucionales que permitieran el comienzo de un proceso de autodeterminación comunitaria para definir un nuevo Modelo de país. Lamentablemente la propuesta de Perón no fue comprendida ni en los 50 ni en los 70.

Sin embargo el Hombre Nuevo que anunció se iría afirmando con el correr de los años ante la explosión de los medios de comunicación de masas, que multiplicaron su capacidad informativa geométricamente, sumando a ello la extraordinaria revolución cultural de Internet, con su interconectividad planetaria instantánea.

Hoy es absolutamente natural ver la participación popular en decisiones políticas que van desde la formulación de alternativas económicas hasta el abordaje de cuestiones de política exterior, o los proyectos de reformas constitucionales nacionales o provinciales.

Hoy, los pueblos naturalmente van superando las formas de participación política, acentuando el agotamiento de las estructuras participativas demoliberales.

El sentido orgánico institucional para la participación comunitaria, que estaba ausente durante los inicios del peronismo, es en el presente una evidencia que presiona sobre las derruidas estructuras del demoliberalismo. La democracia burguesa no sabe cómo enfrentar la enorme ansia participativa de los pueblos. Al no encontrar un cauce ordenado a sus nuevas potencialidades, los pueblos expresan su impotencia con un repudio sobre las corroídas dirigencias partidocráticas del liberalismo, que se hunden en un descrédito generalizado.

El extraordinario crecimiento de las redes sociales de Internet demuestra la necesidad del hombre de verse reflejado en algún ámbito orgánico institucional donde pueda sentirse expresado, más allá del papel consumista al que lo condena el Estado fáustico demoliberal. A las acciones de participación masiva, como plebiscitos y referéndums, se han sumado las herramientas de medición de opinión, que permiten evaluar los consensos comunitarios.

La visión valorativa sobre la realidad en común del pueblo es lo que permite al peronismo ampliar los marcos de participación masiva en cada una de las acciones de transformación política que encara. Es una actitud revolucionaria que se enfrenta con la acción política de la democracia liberal que promueve el individualismo egoísta del capitalismo donde el ciudadano vota y consume encerrado en una actitud competitiva y hedonista. Este enfrentamiento de carácter cultural es la madre de todas las batallas.


No basta solamente con un buen gobierno (como el que tenemos) para ir consolidando las estructuras políticas que rompan el entramado de intereses de las corporaciones neoliberales que buscan nuestra colonización. Es necesario promover una nueva actitud ciudadana que trascienda la elección de representantes y se comprometa con la definición de políticas de vayan brindando una nueva identidad a nuestro pueblo.

Esta nueva etapa histórica del peronismo está signada por la actitud de un grupo de patriotas que pateó el tablero de la administración sumisa que le venía ofreciendo el establishment corporativo para jugar a la democracia en un marco de dependencia colonial. Su actitud valiente y decidida frente a las fuerzas de la dependencia comenzó a abrir los espacios políticos donde las fuerzas populares pueden desplegar sus nuevas experiencias participativas.

El esfuerzo de los compañeros que llevaron adelante la lucha por la Ley de Medios, demostró que ese basamento subcociente y revolucionario del pueblo argentino sólo necesita de estímulos y esfuerzos para ponerse en marcha y transformarse en una herramienta poderosa contra el colonialismo cultural que nos somete.

La democracia popular que queremos construir debe ser congruente con las potencialidades actuales de participación. Si queremos que el Estado tenga la autoridad necesaria para generar un poder revolucionario que nos libere, se debe democratizar la toma de decisiones políticas, para que sean realizadas por el conjunto de la comunidad y no sólo por sus dirigentes.

Será en esa búsqueda que el pueblo y el Movimiento Nacional podrán reactualizar las herramientas que el Líder dejó como herencia, para articular la nueva democracia popular que permitirá nuestra liberación definitiva.

Porque Perón estaba convencido de que hay un fatalismo histórico en el futuro de la Argentina. Un destino marcado por la inquebrantable voluntad de su pueblo y su historia, escrita con el deseo, la voluntad y la heroicidad de nuestros mártires, que nos alumbran el camino.


Gentileza de: Fundación Villa Manuelita

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