EL MEDIOCRE CONFORMISMO

*Por Nancy Azpilcueta

“Cada quien tiene su propio Macondo…”
Eduardo Olmos Castro
Entrevista realizada en 2005
(Primera elección por la que contendió para alcalde y fue derrotado por el panista José Ángel Pérez Hernández)

Desesperanza, hartazgo, indignación, pero sobre todo, miedo es lo que percibo en los correos electrónicos que intercambio con amigos y colegas de todo el estado de Coahuila, y en las más íntimas charlas que mantengo con familiares, amigos y amigas de Torreón, Coahuila, mi ciudad natal, que hasta no hace mucho tiempo era una de las más jóvenes, liberales, pacíficas y progresistas del norte mexicano, donde hoy prevalece un caos que, visto desde la distancia parece no ser reversible.

Torreón hoy está en plena degradación, y créanme que no es fácil afirmar y aceptar una realidad que plasman los diarios locales que, por obvias razones revisamos varias veces al día, para al menos conocer los pormenores de una situación que se aleja mucho del desarrollo y la paz que tanto han anhelado sus habitantes.

No resulta gratificante conocer las estadísticas: 210 personas ejecutadas de enero a la fecha, es decir un promedio de 41 personas muertas por mes en una ciudad con una población de casi 700 mil habitantes; tampoco es halagüeño enterarse que Coahuila es el segundo estado de la República Mexicana en materia de desempleo y que, dentro de Coahuila, Torreón ocupa el primer sitio en pérdida de empleos, pues, de acuerdo con datos oficiales del Instituto Mexicano del Seguro Social, entre octubre de 2009 y junio de 2010 se perdieron 46 mil 500 empleos en la ciudad y que, si bien se han empezado a recuperar, los puestos laborales pertenecen a los sectores de la construcción, la manufactura y el comercio, es decir, los empleos recuperados son de baja calidad y por tanto de escaso salario, lo que implica que los universitarios recién egresados se queden sin esperanza de conseguir un puesto laboral en su propia ciudad.

Más allá de las cifras –porque podríamos seguir analizando rubro por rubro para constatar y demostrar la degradación social-  sus actuales autoridades, encabezadas por el alcalde priísta Eduardo Olmos Castro, exponen en los hechos su propia indiferencia a las demandas sociales básicas y lógicas como son la seguridad, la atención a la infraestructura urbana, la sensibilidad necesaria para evitar que más empresas de la ciudad sigan cerrando sus puertas y sobre todo, la verdadera decisión de encarar los muchos problemas de una población cansada de ser botín electoral, pero que a pesar de eso no hace gran cosa para evitarlo, pero sigue llenando el Territorio Santos Modelo en temporada futbolera.

La incapacidad y ceguera del alcalde Eduardo Olmos Castro –quien ya había sido derrotado en las urnas por su antecesor panista, José Ángel Pérez Hernández en 2005- es tal que, mientras responsabiliza al gobierno federal de sus propias carencias y de los problemas de inseguridad de la ciudad a la que tendría la obligación de gobernar y atender, construye sus propios sueños de trascender en el tiempo en una “macroplaza” cuya construcción –se quejan muchos torreonenses- no avanza; en distintas obras cuya construcción podría haber esperado para mejores tiempos en aras de meterse de lleno al combate a la delincuencia, en la construcción de un estacionamiento subterráneo en la Plaza de Armas del centro histórico de la ciudad -que nadie usará, porque es justo donde más álgido se presenta el fenómeno de la violencia- y una serie de las llamadas “obras de relumbrón” que de muy poco le servirán a un pueblo que teme salir a la calle.
Más aún, el poco patrimonio histórico recuperado recientemente, como el Canal de la Perla, uno de los muy pocos sitios de interés, se dañó alegremente por la excavación casi ilegal para construir un estacionamiento que no beneficiará al ciudadano, sino que enriquecerá a una empresa privada… ¿y del daño al patrimonio histórico-cultural de los torreonenses, quién se hará cargo, si en este momento hay elecciones?

¿Cómo no tener miedo? Me comentan algunas amigas que temen que sus nombres aparezcan en cualquier medio informativo porque dicen “Los Zetas están en todas partes, ya no sabes de quién te tienes que cuidar, mejor te cuidas de todos…”
Estas amigas, con las que casi crecimos y nos hicimos profesionistas juntas, narran cómo una niña de 13 años, con uniforme escolar, fue encontrada asesinada hace unos días con un tiro en la frente y su cuerpo ni siquiera ha sido identificado… O bien, nos cuentan cómo cada vez son más las mujeres “ejecutadas” que aparecen en Torreón o en Gómez Palacio, Durango –ciudades conectadas sólo por puentes sobre un río sin agua- sin que a nadie se le ocurra usar el término femicidio; o el caso del empresario ganadero Carlos Ignacio Valdez Berlanga, quien fue asesinado afuera de su propia residencia de la exclusiva colonia San Isidro durante la mañana de un domingo; o bien uno de los más recientes acontecimientos sangrientos: la ejecución de un conocido líder priísta, Jesús Sosa Ayala. ¿Cómo no entender que la gente de Torreón, como la de todo México tenga miedo?

Durante la pasada gestión municipal, a cargo de José Ángel Pérez Hernández se gestó el inicio de la destrucción de esta anteriormente rica ciudad. Fue durante ese período oficial –el primer mandato municipal de cuatro años- cuando el ex jefe policíaco Alfredo Castellanos Castro exhibió la pobreza –y también la bajeza- de su autoridad, al trascender un video donde una chica desnuda bailaba para él y otros jefes policíacos en una “fiesta”, apenas unos meses después del atentado que sufrió el empresario y ex alcalde de Gómez Palacio,Carlos Herrera Araluce, hecho a raíz del  que sobrevino la ola más sangrienta de la historia de Torreón. José Ángel Pérez no despidió a su jefe policíaco, por el contrario, prácticamente lo premió con más poder, pese a las huelgas que efectuaron los elementos de la policía municipal.

La degradación avanzó rápidamente y llegaron nuevas elecciones para renovar la alcaldía. Se volvió a postular Eduardo Olmos Castro, quien hizo infinidad de promesas y compromisos de los que, hasta el momento y como “nuevo” alcalde –gracias al pésimo trabajo de su antecesor- no ha cumplido una sola de sus promesas. Lo importante es que el pueblo de Torreón tiene memoria, aun los que por distintos motivos ya no habitamos ahí.

Los torreonenses no olvidan que Eduardo Olmos Castro –hoy bajo el amparo del clan Moreira- nunca terminó uno solo de los cargos de elección popular, ni por designación, y que permanentemente salta de un cargo al otro, viviendo siempre a costa del erario público. El más patético de los ejemplos es el de la diputación local por el distrito 12, que ganó en 2008 y asumió el 1º de enero de 2009, para separarse 13 días después de la pertinente protesta, engañando así al electorado que lo había votado.

Actualmente y en medio del caos que vive la población de Torreón, convertida hoy en una ciudad sombría, deforestada, semidestruida y sin rumbo administrativo, Eduardo Olmos Castro pretende de nuevo pegar el brinco; abandonar a medias la administración en el proceso electoral que ya vive Coahuila para la renovación de mandato estatal –con Rubén, el sucesor de la dinastía Moreira como candidato del Revolucionario Institucional- y volver a contender en las elecciones federales de 2012 para una diputación federal o bien, para una senaduría.

Para Olmos Castro, lo de menos son el futuro y el destino de la población que se comprometió a gobernar y administrar. Tan poco le importa esta tarea, que cualquiera –bajo la protección del círculo cercano del alcalde- puede saquear parquímetros, participar de actos partidarios y de proselitismo en horas de trabajo, y violentar constantemente las leyes y reglamentos vigentes, porque para Eduardo Olmos Castro lo importante es el partido y los cargos que éste le pueda proveer.
Los mismos compañeros de partido del edil priísta, resentidos unos y preocupados otros, no sólo se están alejando de su entorno, sino que empiezan a tomar conciencia –al menos eso dicen, rogando que no mencionemos sus nombres- de que hay que empezar a hacer algo para que la gente reaccione porque afirman “eso no es lo que busca el PRI para la gente de Coahuila, y menos para Torreón”, sólo que también ellos, los priístas inconformes tienen el mismo miedo que el resto de la población.

Entre los muchos correos electrónicos que nos envían –incluidos los de estos priístas arrepentidos- elegí para compartir con los lectores de este espacio uno que, más allá del mensaje entre líneas, muestra el sentir de muchos coahuilenses que siguen preguntándose por qué no aparece la información más relevante de lo que ocurre en su estado, principalmente cuando hace apenas unos días, se incautó una tonelada de cocaína y se detuvo a varios presuntos zetas  sin que nadie haya hecho más preguntas que lo que indicaba el boletín oficial. Este es el mensaje que recibimos:

TEMOR O CORRUPCIÓN

Los lamentables acontecimientos sucedidos en Monclova la noche del martes al miércoles de esta semana, de los cuales muchos de sus habitantes fueron testigos y posibles víctimas, conducen a la reflexión respecto al papel asumido por los medios de comunicación en general en nuestra localidad.
Tanto los periódicos como los noticieros de las diversas radiodifusoras y el canal televisivo permanecieron mudos y ninguno de ellos publicó o transmitió absolutamente ninguna nota relacionada con la balacera suscitada en las calles de Monclova, entre los maleantes entre sí y con los elementos de las fuerzas armadas.
¿A quién pretenden engañar? ¿Qué piensan sobre los coahuilenses? ¿Piensan acaso que se puede engañar todo el tiempo y a todos los habitantes de Coahuila? Considero que no nos engañan, que ellos son los engañados.
Con su silencio no cambian las cosas. Con su silencio no se compone la situación. Con su silencio no mejoramos.
Cuando se trata de cualquier nota en contra del ejército, les falta espacio y tiempo para difundirla. Como ejemplo la última manifestación ¿espontánea? en contra de la construcción del cuartel en Frontera, Coahuila.  
Lo anterior conduce a preguntarnos por qué calla la prensa, la radio y la televisión la balacera que estremeció a la población. Qué compromisos han adquirido los profesionales del periodismo local para no difundir noticias reales y objetivas. O bien, preguntarnos, con quiénes han adquirido esos compromisos. 
Se puede pensar en el temor a difundir la acción de los maleantes o el temor a quedar mal con el que les paga por el silencio. O la corrupción en que participan con los maleantes o con los que les pagan por el silencio.
Por último, la pregunta que surge es ¿quiénes son los maleantes? los de las balaceras o los de la paga. Y qué tan liberados están de la corrupción los que sin principios, objetividad y verdad callan y no publican los acontecimientos evidentes, para quedar bien con los (¿MOREIRA?) a los que les conviene que no se divulgue la verdad de la vida en Coahuila.

SI SIGUES VOTANDO POR LA CORRUPCION... (PRI) NO TE QUEJES SI SIGUE MAS DE LO MISMO....
EL PUEBLO TIENE EL PODER... NO DEJES QUE TE LO QUITEN... PAGAMOS IMPUESTOS, MERECEMOS RESPETO, 
¿QUÉ ESPERAMOS, QUE SIGAN MATANDO A NUESTROS HIJOS?, ¿QUE LOS ENVENENEN CON SUS DROGAS?.... ¡¡¡ES HORA DE TOMAR ACCION!!!

Pero el temor es mucho en todo el estado de Coahuila, una entidad que no tiene ninguna garantía de que sus candidatos a gobernarlo –por más compromisos firmados ante Notarios Públicos- lo saquen de la pobreza intelectual cuando uno de los eslogans de campaña es el barbarismo de “más mejor”, o cuando el poder político absorbe, como sucede históricamente al poder mediático a través de lo económico… Pobre Coahuila. ¿Cómo no entender la desesperanza, el hartazgo y hasta el mediocre conformismo de su población?...

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