LA HOJARASCA CARANCHERA


 (*) JORGE RACHID

Cuando suenan los tambores en un año electoral, quizás debamos acostumbrarnos a que cada hecho de la vida cotidiana, por insignificante que sea, se transforme en un espectáculo mediático en el que todas las opiniones suelen perforar las conciencias –en nombre de las altas virtudes cívicas y republicanas– que según acusan fueron enterradas por el poder político actual en su afán de perpetuarse en el poder.
Toda una catarata de consignas del “deber ser absoluto”, enarbolado por los futuros candidatos alineados a lo “políticamente correcto” y tratando de articular –desde ahora– los mecanismos de alianzas que generarán si llegan a gobernar con el manual en la mano:  represión al conflicto social, imponer el orden a cualquier costa, el mercado como ordenador social, ajuste, endeudamiento y más FMI, enfriar la economía, independizar el Banco Central de las necesidades nacionales y dejarlo al servicio del mercado de capitales y el sector financiero, abrir la economía a la importación, evitar la presencia del Estado en la economía, liberar las exportaciones, eliminar las retenciones, sacar los subsidios pro empleo, privatizar las jubilaciones y pensiones aumentando la edad jubilatoria, congelar los salarios y liberar los precios, desandar las leyes laborales restablecidas en estos años y sepultarlas junto al Consejo del Salario Mínimo y las paritarias.
Políticas de manual
Seguirán sin duda estos sectores condenando públicamente las democracias populares latinoamericanas; retomando las hipótesis de conflicto con Brasil, volver a las relaciones carnales con EE.UU., seguir creyéndose espejo de la Europa “civilizada”, sumarse al acompañamiento al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, participar en “guerras preventivas”, mirar al mundo desde la moral del “Occidente Cristiano” impoluto, aceptar las condiciones del FMI y el Banco Mundial, volver a privatizar empresas públicas, seguir las pautas de defensa de la ecología y del medio ambiente de los países centrales, aceptar deshechos nucleares en nuestro territorio, continuar con el desmonte y la sojización junto a la primarización de nuestra economía basada en commodities, aceptar el destino que el mundo nos tiene adjudicado –y entre otras cuestiones–, ser parte de la división internacional del trabajo compitiendo con salarios bajos en el mercado internacional, condicionantes   “cualidades” con las cuales volveremos a ser un “país serio y aceptado en la comunidad internacional”.
Llamarada de responsabilidad ciudadana
Todo lo descripto es poco todavía si  repasamos los discursos y declaraciones que en estos cortos tiempos transcurridos en este año electoral han producido los declarados protagonistas de las elecciones. Han planteado su adhesión incondicional al planteo de los EE.UU. frente a un hecho menor de respetar las leyes argentinas. Han saludado con fervor “patriótico” el probable embargo de fondos nacionales por los fondos buitres, se han pronunciado en contra por los homenajes al ex presidente fallecido oponiéndose a la instauración de su nombre en calles y emprendimientos cuando aún quedan nombres de genocidas de todas las épocas de nuestra historia en cada rincón del país. Vuelven al tema de la inseguridad como lema central de campaña, piden represión a la ocupación de terrenos; dicen que el trabajo esclavo es un manejo electoral del gobierno, que siempre existió y si existe es porque el Estado no controla, o sea que si el Estado no controla podemos robar, maltratar, evadir, explotar trabajadores eludiendo nuestra propia conducta y responsabilidad. 
Se han pronunciado en defensa de los medios concentrados de comunicación, que agitan la necesidad del cambio de gobierno en defensa de sus intereses y prebendas económicas. Se oponen a que la Justicia investigue la identidad de hijos de desaparecidos, como así también que profundice la apropiación de bienes en la dictadura; sin embargo aplauden a los mismos jueces cuando actúa sobre sindicalistas, procesa funcionarios desplazados, aunque los critica cuando juzgan favorablemente sobre el poder. Una verdadera hipocresía.
No creo tampoco que desde el gobierno todo sea un coro de aciertos. Aunque han sido los aciertos los que han permitido arribar a un camino abierto de recuperación de la identidad nacional, llevando a la Argentina y al pueblo argentino a un marco superior de calidad de vida, recuperando la cultura del trabajo como eje socialmente ordenador, con soberanía política en el marco internacional fortaleciendo la UNASUR y el MERCOSUR, abriendo el eje ABC bioceánico, viejo sueño de Perón de aliarnos con Chile y Brasil, recuperando la independencia económica después de años de sometimiento y endeudamiento, quedando por transitar un largo camino aún de construcción de la Justicia Social.
Sin embargo algunos creen que con el discurso alcanza; que sólo cabe esperar la respuesta del pueblo en las urnas, mientras los adversarios y los enemigos despliegan su artillería intentando esmerilar al gobierno. Recuerden que “sólo la organización vence al tiempo” según la máxima aún vigente del general y que no se trata de construir castillos discursivos sino “efectividades conducentes” al decir del viejo caudillo radical.
Por eso no se puede desarrollar un camino exitista y de discurso superficial, tanto en lo interno como en las relaciones externas, ya que es demasiado importante el papel desarrollado por  la presidenta en los foros internacionales, tanto en la UN, como en el Grupo de los 20 y presidiendo a los 77 más China, como así también su liderazgo en el ámbito regional junto a un Brasil integrado al BRIC.
No se trata de evitar la confrontación en la lucha cotidiana, pero debemos fortalecer la idea estratégica de construcción política y cada hecho circunstancial debe dirigirse en esa dirección sin tratar de ser más papista que el Papa en el lenguaje cotidiano donde prima la pelea de la obsesión por la obsecuencia, en el afán de ganar espacios de poder. Lo único importante es la continuidad del modelo en desarrollo al cual debemos aportarle más que pedirle, fortalecerlo antes que debilitarlo, evitando que la lucha por las listas saque de escena la discusión central del poder en la Argentina.
Para tener las cosas en claro
El debate debe ser ideológico y político fuera del carancheo cotidiano que propone la oposición de vuelo bajo e ideas escasas. Si podemos discutir marcos estratégicos hacia los cuales avancemos los argentinos, será una discusión legítima que nos enriquezca y nos haga crecer como cuadros militantes. No debemos confundir al adversario con el enemigo. El primero es ocasional, el segundo es permanente; el primero puede ser futuro aliado en un proyecto nacional con un movimiento nacional en marcha, mientras que los segundos seguirán apostando en contra del país en cualquiera de esas variantes, siendo colonizados por potencias extranjeras o intereses poderosos, monopólicos o financieros. No debemos confundirnos.
El tablero internacional se está moviendo. El hegemonismo absoluto del imperio está derrotado –lo veremos nosotros o lo verán nuestros hijos–, pero es inexorable: sólo su ejército lo sostiene. Nosotros debemos fortalecer las bases de una Argentina que ya es protagonista en el mundo por sus planteos de rediseñar los organismos multilaterales de crédito acorde a las necesidades de los pueblos, al proponer la democratización del poder en Naciones Unidas y en los entes descentralizados, reclamar  incorporar a la Organización Internacional del Trabajo OIT a la mesa de las discusiones del nuevo mapa mundial, respetando las soberanías nacionales y aceptando las decisiones soberanas del pueblo, efectuadas en forma democrática sin ideologizar los resultados.
Este camino abierto es el que dará a nuestro país una inserción que desde Latinoamérica fortalecerá sin dudas un nuevo balance del poder internacional frente a 350 millones de hermanos latinoamericanos con una sola voz en el concierto internacional. Es un avance asombroso desde Bolívar y San Martín en sus ideales sudamericanos por el cual llevaron su guerra de independencia sin falsas fronteras, después establecidas por el imperio inglés y los cipayos latinoamericanos.
Lo mismo que hoy entre quienes se alínean, escondidos en la hojarasca electoral, carancheando los restos que dejan los leones imperiales haciendo  cierto el lamentable dicho: “hay que comer donde comen los leones porque son los que dejan los huesos más grandes”.
Quienes se conformen con los huesos del poder, allá ellos; quienes queremos construir una Patria Grande Latinoamericana con un pueblo feliz, seguiremos luchando aunque algunos nos digan “crispados”, lo cual es verdad porque debemos estar con los dientes apretados frente a tanto “empleado del mes” imperial colonizado por años de neoliberalismo, cooptado por el dinero o, peor aún, seducido por las luces del norte.

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