DISCRIMINACIÓN SOCIAL DEL ESCLAVISMO


(*)  JORGE RACHID 

El tratamiento de un tema tan preocupante como sensible, que involucra los derechos humanos esenciales del hombre, garantizados por nuestra Constitución Nacional, ha merecido un manejo mediático casi marginal en los medios tradicionales argentinos impresos y sus satélites audiovisuales. Un tema que hubiese sido tapa durante días y semanas de tratarse de algún accidente de ricos y famosos, que hubiesen sido indagados hasta los parientes de quinta generación, en éste caso de los trabajadores rurales, humillados a condiciones indignantes de vida no mereció siquiera un reportaje a los damnificados por esa situación. Si a ello le agregamos el tema de los menores esclavizados estamos ante un escándalo mayúsculo e inaceptable en pleno siglo XXl.

Escándalo protagonizado por sectores de máxima riqueza concentrada, los mismos sectores que pusieron contra las cuerdas al gobierno reclamando por la resolución 125, los mismos que convocaron a la clase media a cortar rutas, porque según ellos son la Patria, los que llamaron a desplazar al gobierno por ser, planteaban de izquierda. Fueron quienes convocaron a otros sectores a esa supuesta patriada, sectores que incluso perteneciendo al campo nacional no dudaron por simplificación electoralista o por tener posibilidad de ser convocados por una prensa sponsoreada por las grandes multinacionales de semillas transgénicas y agrotóxicos. Así hemos observado sectores autocalificados de izquierda batir palmas en favor de uno de los sectores económicos mas beneficiados por un proceso de concentración de la riqueza subsidiado incluso, por éste mismo gobierno al cual critican. Un verdadero mamarracho político.

Sin embargo el tema central es el desprecio hacia el hombre. de estas empresas, en donde conviven técnicos, ingenieros, gerentes, capataces, que no dudan ni trepidan en proceder a ejecutar tales políticas de denigración y humillación social de humildes trabajadores argentinos, que en busca de su sustento son estafados, engañados y explotados por empresas que facturan miles de millones, que después declaran no tener ganancias para no pagar impuestos, que se auto-venden  a sociedades off shore de ellas mismas, evadiendo responsabilidades tributarias, alterando el destino de sus exportaciones y declarándose perseguidas por la autoridad de aplicación cuando esas maniobras son descubiertas. Toda una ingeniería del delito empresarial.

Lo han hecho frente a la evidencia incontrastable de las condiciones de vida y contratación  de una fuerza laboral indefensa, colocando la responsabilidad en los organismos encargados de controlar la situación laboral. Una verdadera inversión de la carga de la prueba dirían los abogados, colocar la responsabilidad en el estado es un galimatías del mejor cuño neoliberal. O sea que si el estado no está, no existe la responsabilidad social empresaria, con la cual se llenan la boca en cuanto evento en hotel de 5 estrellas realizan para analizar las bondades de su actividad. Hablan e integran comisiones de trabajo decente en foros internacionales y lo plantean cuando de pacto social se habla. Una verdadera hipocresía que en éste caso es una multiplicidad de delitos desde penales como el trabajo de menores, hasta la reducción a servidumbre y trata de personas, hasta tributarias por el trabajo en negro y el incumplimiento de las condiciones de vida de los trabajadores.

Por supuesto preguntamos donde está la autoridad de aplicación en especial aquella repartición encargada de la salud de los trabajadores como la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, una entidad creada por la ley 24.557 justamente, según  dice en sus considerados, destinada a defender las condiciones de trabajo de los trabajadores argentinos. Ausente por supuesto, sin siquiera emitir opinión ni presencia como hicieron el Ministerio fiscal, el de trabajo provincial y nacional, la SRT nada como si no existiese un organismo destinado a proteger a los trabajadores. Sin dudas una materia pendiente a revisar en materia de seguridad social.

Los medios de comunicación adictos al escándalo por un vidrio roto, ignoraron el tema que fue tratado en la gráfica sólo en páginas interiores, con mecanismos subliminales de descargo empresarial, evadiendo el compromiso humano que los medios de comunicación deben tener con el fin supremo de la palabra que es la defensa del hombre y del medio ambiente. Sin embargo se indignan ante las aves empetroladas del sur y miran para otro lado frente a menores hacinados, durmiendo con mayores en barracas que carecen de servicios mínimos y de dignidad para los compatriotas ahí arrojados, sin posibilidad de salida, con retención de documentos personales, sin saber su haber diario, con trabajo a destajo  y con provisiones aportadas por sus propios explotadores a precio vil a descontar del salario a pagar.

Nada de esto pareció importante para los medios de comunicación social. Aparecían notas de agitación social por las monedas, por los cajeros, por la electricidad, por los choques de autos. De los hombres y niños explotados, nada, ninguna indignación de portavoces de los medios, de presentadores que suelen indignarse por las aguas servidas en una calle del suburbio bonaerense, pero ignoraron la noticia, que además fue corroborada en varios establecimientos demostrando una verdadera red de trata de personas. Los mismos medios que acusan a la democracia por una ley de servicios de comunicación audiovisual que les impone mínimas condiciones de competencia de voces, callaron y como son indudablemente monopólicos calló el país la noticia sólo levantada por medios independientes de pautas publicitarias coercitivas.

En síntesis quizás el título de esta nota no sea correcto, porque cuando en la antigüedad los esclavos eran comprados, quienes lo hacían invertían en ellos, era una inversión de capital si hablamos en términos económicos y nadie quiere perder capital por maltrato o sub-alimento y desnutrición. Sin embargo en éste siglo de la comunicación y las tecnologías, sin costos reiterando términos económicos, los nuevos explotadores ni siquiera invierten, explotan hasta los límites mismos de la dignidad humana, acumulan ganancias a costa de trabajadores marginales, ignorantes de sus derechos, de su libertad y de su protección social.

Quienes conocen los derechos, los empresarios y sus líneas de mando,  los ocultan en su propio beneficio en un desprecio absoluto de todos los que conociendo la situación no la denunciaron, fueron cómplices de esa actitud patronal, no fueron coherentes con su condición humana. No sólo debe existir condena judicial, sino condena social, hay que ir a decirles a sus familias de su proceder para que las vergüenza los invada, ya que seguramente a sus hijos les enseñarán valores que no practican, códigos de vida que no respetan, afectos que no desarrollan. Seguramente si los medios se comprometiesen con los valores humanos podríamos verle las caras a los responsables de semejante iniquidad. Seguramente seríamos mejores seres humanos, aunque sea por pudor social.


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