LA MODA DE DARSE CUENTA

*Por Orlando Barone


Nunca es tarde para darse cuenta de que se llega tarde. De pronto aparecen confesiones personales públicas que reconocen haber desconfiado y descreído de las políticas de Kirchner, pero que ahora las aceptan o las reivindican. Arrastrados por la fuerza del intenso colectivo que rindió tributo al muerto, referentes y comunicadores de la izquierda más arisca y siempre rumiante, declaran que nunca le habían creído a este Gobierno pero que ahora sí. Muchos de ellos le habían creído en cambio a los sojeros y hasta le creyeron más a Redrado que a Marcó del Pont. Eso no lo entiendo. Tampoco que creyeran desde la izquierda que Menem y Kirchner eran un solo corazón. Erraron todo, todo el tiempo. Le creyeron más a la derecha que a Néstor Kirchner. Ya ahitos de sus propios narcisismos indómitos y ante el riesgo de perder definitivamente el colectivo popular y quedarse solos criticando en las reuniones o en las cuevas de las sectas, se animan al fin a subirse al colectivo. Nadie los va a hacer bajar. Todavía hay lugar aunque no deberían ilusionarse con asientos. Lo que sí me llama la atención es que sus arrepentimientos y corregimientos los hagan en el escenario y exigiendo focos de luz, en lugar de arrepentirse modestamente y sin bambolla. El que descubre que pecó no debe ser arrogante si decide reconocer su culpa. No se puede ser estrella en el teatro de la discordia y querer seguir siendo estrella en el de la concordia y llegar lo más campante como si hubiera que esperarlos. Lo digo porque veo que ahora que el colectivo va pasando y circula con la cinta del luto todavía tibia, hay más demandas de pasajes. Y pasajeros que antes no lo tomaban porque soñaban un colectivo más izquierdo y perfecto y selectivo, ahora empiezan a tomarlo. Solo les pido más humildad: haberse equivocado tanto- cuando más se requería apoyar al gobierno y confiar en que los sapos eran parte de la naturaleza de la fauna- requiere un más largo proceso de desintoxicación. Está bien el corregimiento. Pero no con ditirambo. No es fácil confiar en quienes desde la izquierda o desde lo popular se subieron por la derecha al palco del campo. Y anduvieron diciendo que Kirchner no era auténtico cuando se decidió a luchar por reivindicar a las madres, a las abuelas y a los hijos apropiados. Rezar un rosario de culpas tardío no produce la súbita santidad. Pero el colectivo es grande. Hay espacio. Suban, pero no empujen.

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