PUTEE CROVO, PUTEE


(*) Juan Peron
Grotesco de Crovo mediante...

Qué extraña es la definición de “alternadora” aplicada a una mujer que tiene sexo (sin eufemismos, sería “coge”) por dinero. Habría otras mucho más ilustrativas. Seguro. Evidentemente, la sociedad destina un esfuerzo importante en crear la mayor cantidad de sinónimos posibles para aquello que se considera que es mejor esconder o disfrazar o mitigar, aunque sea a través del lenguaje, frente a la opinión pública. El que vende pan es panadero, el que vende carne es carnicero, el que vende verduras es verdulero. Sin embargo, la que vende sexo puede ser prostituta, puta, loca, copera, bataclana, trola, meretriz, mujer pública, mujer de la vida, atorranta, cabaretera... y la lista es larga y de gran creatividad popular.


Pero “alternadora” es una de las definiciones más sofisticadas.

Alternar tiene su origen en “arternare” y éste en “alter”, es decir el otro. Alternar podría definirse como una sucesión. (alternatus "one after the other," pp. of alternare "to do first one thing, then the other," from alternus "every other," from alter "the other" (see alter). The verb is recorded from c.1600).

No saquen conclusiones rápidamente, porque no es tan simple. Llamativamente, el origen del término “alternadora” no se ajusta a la primera idea de “aquella mujer que primero tiene sexo con una persona y luego con otra”, en forma sucesiva. O “alternativa”. Más bien, se ajusta a una “especialidad” no necesariamente carnal, sino de compañía.

En el antiguo Imperio Romano, cada tipo de prestación sexual o relacionada directa o indirectamente a la vida rumbosa tenía su propia definición.

“Cymbalistriae, ambubiae, mimae o citharistriae designan a las prostitutas por sus habilidades artísticas. Doris, amasiae o famosae nombran a putas de gran belleza o de buena familia. Por su parte, las baratas podían ser tanto las diobolares (la tarifa era de dos óbolos), las blitidae (en consonancia con el nombre de una de las bebidas más baratas de las tabernas) o las quadrantariae. Las copae eran alternadoras o empleadas de las tabernas; las noctiluae, chicas que yiraban de noche, y las forariae, algo así como unas ruteras”.

Ahora bien. Una de las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española se ajusta a la idea de asimilar las alternadoras con las coperas. (7. intr. Dicho de una mujer: En ciertas salas de fiestas, bares y lugares semejantes, tratar con los clientes, para estimularles a hacer gasto en su compañía, del cual obtienen generalmente porcentaje). Otra definición, sencillamente le quita todo ribete amoral (6. intr. Hacer vida social, tener trato. Alternar con personas de cuenta).

Visto esto... y haciendo hincapié en el uso meticuloso del lenguaje... se podría decir que no sería tan grave que el Inspector General del Municipio, Rubén Crovo, encuentre “alternadoras” en los cabarulos tandilenses, cuando sale a cumplir con su tarea de fiscal administrativo. Porque, en definitiva, serían una suerte de promotoras del consumo de bebidas, un poco escotadas, nada más. Eso sí, tendrían que estar contratadas según las reglas de empleo vigente.

Más complejo sería que como funcionario del Estado encuentre putas, hechas y derechas, que es lo que prohíbe la ley haciendo gala, una vez más, de la hipocresía que ya de tan natural no nos perturba.

Y si hay putas, hay putas don Crovo... Putee m’hijo, putee.

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