MIS HIJOS SERÁN VENGADOS CUANDO LOS PIBES SEAN FELICES


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Con un camino marcado a fuego por la lucha y la resistencia, la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, eligió desde hace algunos años un rumbo cuestionado por muchos militantes: el apoyo incondicional al proyecto kirchnerista. En esta entrevista, repasamos su historia combativa pero también las diferencias entre los organismos de Derechos Humanos, los límites del modelo y el futuro de las Madres.
por Martín Latorraca e Ignacio Portela


En septiembre de 2006, una noticia dividió las aguas entre cientos de militantes de las organizaciones de derechos humanos de todo el país: la Asociación Madres de Plaza de Mayo, encabezada por su presidenta Hebe de Bonafini, anunciaba que iba a dejar de hacer su reconocida “Marcha de la Resistencia” porque “el enemigo ya no estaba en la Casa de Gobierno”. Un nuevo camino se vislumbró a partir de proyectos gestionados en conjunto con el Estado y, desde entonces, Hebe se encargó de defender la gestión que comenzó con Néstor Kirchner y que actualmente tiene a Cristina Fernández como punta de lanza. Gran parte de la militancia que durante años había acompañado a las Madres cuestionó esta determinación y se alejó del movimiento, lo que provocó que sectores ligados al peronismo pisaran fuerte dentro de la Asociación. Mientras tanto, su representante histórica asegura que actualmente no ve otra alternativa a este modelo político de país y lo defiende en cada acto, en cada charla, en cada comunicado. Las dudas de quienes no compartimos esa decisión, pero que respetamos su historia de lucha, son el puntapié inicial para esta entrevista con Sudestada.

-¿Cuál es el balance que hacen las Madres luego de más de 1600 rondas en la Plaza de Mayo?

-  Hay dos partes. Una es cuando al principio no marchábamos, antes de agosto de 1977. En ese momento no pensábamos que íbamos a quedar en la historia, ni locas. Por lo tanto, el 30 de abril del 77 fue nuestro primer encuentro en la Plaza y es una fecha que supimos registrar no por una preparación especial sino porque coincidía con la desaparición de un hijo de una compañera. A partir de que la policía nos obligó a no quedarnos en un mismo lugar, comenzó la ronda. Todavía en esa época no usábamos el pañuelo, por eso me causa gracia cuando algunos me dicen que me vieron ese día, porque ahora parece que todos fueron a la plaza, que todos eran revolucionarios y estábamos bastante solas. En el 78 empezamos a usar el pañuelo que fue creado en octubre del año anterior cuando fuimos a Luján. Son dos momentos que me vienen a la memoria de esos comienzos: uno es el momento más difícil, cuando vos venís a la Plaza por primera vez. En mi caso, vine el segundo día de encuentro porque me invitó la madre de un preso que me encontró en el tren. A las primeras que vi fueron a Azucena y a María Adela, todas con la esperanza de encontrarlos, de recuperarlos. También de que no se lleven a los que quedaban en las casas, de que no tengan que pasar a la clandestinidad. El segundo momento es cuando empezamos a marchar, ya era otra cosa. Todas de la mano, recorriendo la Plaza, recorriendo las cosas que nos habían pasado, hablando de lo que te decían en tu familia, porque había quienes te apoyaban pero otros te borraban del mapa, algo apestoso. Fueron momentos diferentes, pero siempre llenos de esperanza, de no medir las consecuencias.
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-¿A partir de ir a la Plaza obtuviste información sobre el paradero de tus hijos?

-  Sí, tuve información alrededor del mes de julio, gracias al testimonio de una persona que había estado en la comisaría 5ta. El hermano era el luthier que le había hecho la guitarra a mi hijo. ...
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 92 - Septiembre 2010)

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