EN ESTOS DIAS



( *) Por Daniel Mancuso

El aire está enrarecido. La vida se ha puesto más hostil que otras veces. Posiblemente, siempre estuvo así, pero ahora es más evidente. Hay momentos en que las cosas están ocultas, los conflictos subyacen debajo de lo cotidiano pintados con una pátina de costumbre, indiferencia; otras veces, salen a la superficie con la potencia de la verdad desbocada. Quizás, esto sea lo que está pasando en Argentina, en el planeta.

Estamos inmersos en un campo de batalla por el sentido de la palabra, ese puente que hace tiempo está roto. Eugene Ionesco, promediando el siglo pasado, denunciaba la capacidad de hablar y hablar y hablar sin decir nada. Sus hombres y mujeres habían perdido su poder de interrelación. Los personajes estaban solos, metidos en sus mundos, sin saber que le pasaba al de al lado, insolidarios, aburridos o tontamente divertidos.

El tiempo pasa, las técnicas de dominación se perfeccionan.

Los yanquis, siempre inquietos, le pusieron nombre y sistematizaron el asunto de los conflictos: en 1989 comenzó la formulación de la teoría de la Guerra de Cuarta generación (4GW) cuando William Lind y cuatro oficiales del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos, titularon un documento: “El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación”.

Con el tiempo, la teoría no fue precisada (ni se expresó claramente qué se entiende por 4GW) pero el concepto luego fue asociado a la Guerra Asimétrica y a la “Guerra Contraterrorista”. William Lind escribió su esbozo de teoría, en momentos en que la Unión Soviética ya había sido derrotada en Afganistán e iniciaba su colapso inevitable como sistema de poder mundial. Por lo tanto, a la Guerra de Cuarta Generación se la visualiza como una hipótesis de conflicto emergente de la pos-Guerra Fría, en tanto que algunos analistas relacionan su punto de partida histórico con los atentados del 11-S, en Estados Unidos.

La guerra inter-potencias (o inter-países) expresada en la confrontación “Este-Oeste”, desaparece con la Unión Soviética, y es sustituida, a partir del 11-S, por la “Guerra Contraterrorista” librada por todas las potencias y por el Imperio regente (Estados Unidos) contra un sólo enemigo: el terrorismo “sin fronteras”. El desarrollo tecnológico e informático, la globalización del mensaje y las capacidades para influir en la opinión pública mundial, convertirán a la Guerra Psicológica Mediática en el arma estratégica dominante de la 4GW, en su variante “contraterrorista”.

Convengamos que para los partidarios del statu quo, todo lo que amenace sus prebendas y privilegios es terrorista. Los gobiernos latinoamericanos (que desde hace unos años trabajan mancomunados y rechazan la opresión imperial del mercado, tratando de reparar las heridas que el neoliberalismo dejó en las sociedades de la patria grande) no pueden ser tildados de terroristas, pero son acusados de autoritarios, soberbios, antidemocráticos, intervencionistas, estatistas…

La columna vertebral de la Guerra de Cuarta Generación se enmarca dentro del concepto de “guerra psicológica”, o “guerra sin fusiles”, que fue acuñado, por primera vez, en los manuales de estrategia militar de la década del 70.

La Guerra Psicológica (o Guerra sin Fusiles) es el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientadas a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de la armas. El campo de batalla ya no está en el exterior, sino dentro de nuestras cabezas.

Los bombardeos mediáticos con consignas están destinados a destruir el pensamiento reflexivo (información, procesamiento y síntesis) y a sustituirlo por una sucesión de imágenes sin resolución de tiempo y espacio (alienación controlada).

Los bombardeos mediáticos no operan sólo sobre la inteligencia, sino sobre la psicología: no manipulan sólo la conciencia sino los deseos y temores inconscientes.

Todos los días, durante las 24 horas, hay un ejército invisible que apunta a nuestra cabeza: no utiliza tanques, aviones ni submarinos, sino información direccionada y manipulada por medio de imágenes y titulares.

A partir de la 125, comenzó la puja abierta, profundizándose paulatinamente, haciendo eclosión con la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual. Los sectores en pugna quedaron bien definidos: de un lado el gobierno nacional y popular, con errores y carencias, pero con una fuerte determinación a profundizar el proceso democrático, iniciado en 2003, de transformación del Estado y redistribución del ingreso, hacia la justicia social plena. Del otro lado, la corporación mediática, los agro exportadores, empresarios y políticos cipayos, aliados al poder financiero, la jerarquía de la Iglesia y la nefasta familia judicial hija de la dictadura. En suma, los malos de siempre.

El bombardeo mediático, la desinformación y manipuleo de los hechos políticos a través una orquestada campaña destituyente logran el efecto deseado: confundir al ciudadano medio. El accionar obstructivo del poder judicial, los amparos presentados por los mediocres dirigentes del arco opositor, la falta de respuestas frente a las demoras sobre la verdad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, las trabas insólitas sobre la Ley de Medios votada mayoritariamente por las dos cámaras de la democracia… son algunos ejemplos de la peligrosidad del bando terrorista.

Los militares del proceso que secuestraron, torturaron y desaparecieron civiles desarmados fueron los terroristas. Los medios de confusión hacen terrorismo cada mañana, cada momento. La oposición que llama a la conciliación y quiere frenar los juicios a los represores son, por lo menos, cómplices de terroristas.

El pueblo argentino no debe perder esta batalla cultural y social. A 200 años de nuestro nacimiento como nación y en busca de la independencia definitiva, debemos profundizar la movilización popular, en todas sus formas y acciones, para defender el presente de lucha y el futuro de dicha colectiva. Ganar las calles con alegría como lo hicimos en 24 de marzo, día de la memoria, en todo en país. NO hay dudas que venceremos.

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