25-01-1997- ASESINATO DEL PERIODISTA GRAFICO JOSE LUIS CABEZAS



En aquel verano, alguien que había hecho un culto de su anonimato -el empresario Alfredo Yabrán- es sorprendido por una foto que le sacó José Luis Cabezas en Pinamar para la revista "Noticias". Este hecho daría mucho que hablar. Yabrán, llevado al conocimiento de la opinión pública por el largo alegato hecho por el ex ministro Cavallo en el Congreso en ese invierno de 1995, sería conocido –entre otras cosas- porque manejaba los depósitos fiscales de Ezeiza. Don Alfredo, también admitía como propia la empresa Bosquemar, la inmobiliaria que tiene entre sus bienes el Hotel Arapacis de Pinamar.


En una cava próxima a la ruta entre la balnearia localidad de Pinamar y Madariaga, el 25 de enero de 1997, es hallado calcinado dentro de un automóvil el fotógrafo de la revista "Noticias" José Luis Cabezas. Estaba esposado, con dos tiros en la nuca y dentro de un auto incendiado. El hecho provoca una inusitada conmoción y la consigna "No se olviden de Cabezas" se convierte en un lema de organismos periodísticos, de derechos humanos y del público en general. No era casualidad que todo hubiera comenzado en Pinamar. José Luis Cabezas, de 35 años de edad, conocía los secretos pinamarenses a la perfección porque desde hacía cuatro años cubría gráficamente la temporada para la revista "Noticias" y estaba casado con María Cristina Robledo, una chica de la playera localidad con la que había procreado una beba, Candela, de sólo tres meses cuando lo secuestraron. Fue en aquella funesta madrugada, cuando un grupo de hombres lo acorraló justo en la puerta de su casa, tras una fiesta en lo del empresario Andreani. De allí lo llevaron a la cava de Madariaga, lo golpearon hasta partirle varios huesos, lo esposaron y lo ejecutaron sin mirarlo a los ojos, con dos tiros en la nuca, como se dijo. Le prendieron fuego al cadáver dentro del auto que usaba para trabajar, le robaron la máquina de fotos –poco menos que su alma- y luego escaparon. En el lugar quedaron un cuerpo carbonizado, el auto convertido en un grotesco fósil y un reloj-pulsera detenido, tal vez como la vida del fotógrafo, a las 5.48 horas. La síntesis del horror era la huella del crimen organizado, capaz de comprometer seriamente a toda la sociedad civil, a la libertad de prensa y a la clase dirigente. El marco del terrible asesinato aparecía claramente agravado, en el plano de su intuida significación política, por el hecho de que el fotógrafo había sido secuestrado tras una fiesta en la casa del empresario anteriormente mencionado, a menos de 100 metros de la residencia del propio gobernador Duhalde, en una zona que no podía sino estar rigurosamente vigilada. Fue claro que se había decidido convertir el lugar en una virtual "zona liberada" para el operativo.


El gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, ocupó un lugar decisivo en esta trama desde el primer momento. Cuatro horas después del asesinato pasaba frente a la tristemente célebre cava y se quedó pensando que alguno de sus enemigos le había "tirado un muerto" para que tropezara en sus aspiraciones a la presidencia. El cadáver había quedado al lado del camino que debía tomar esa mañana para ir a pescar y la coincidencia parecía demasiado casual. "Pensó en renunciar a la política", dirían sus íntimos. Aunque nunca lo aceptó públicamente, Duhalde se convenció de que le habían "tirado" el cuerpo de Cabezas. De que se trataba de un macabro "mensaje mafioso-político" que le estaba dirigido. Y de que o esclarecía el caso o su futuro político estaba trunco. Por eso la reacción de Duhalde pasó a ser justamente la contraria a la de su depresión inicial. Decidió ponerse al frente del caso y, ante el silencio del gobierno nacional, juró no detenerse hasta el esclarecimiento final. Ofreció recompensas, pidió que se sancionara una ley para arrepentidos y presionó a la justicia por distintos carriles.


Lástima que General Madariaga haya aparecido abruptamente en nuestra Historia Bonaerense por la fortuita situación de un crimen que conmovió y conmoverá por mucho tiempo a la opinión pública. Sino debiéramos haber dicho que a General Madariaga se la conoce como a "la Ciudad Gaucha". Madariaga es muy atractiva para el llamado Turismo Rural, ya que posee importantes Estancias que, por razones históricas, o por las bellezas de sus estilos arquitectónicos, o por las actividades que en ellas se realizan. Todo, aunado, motiva el interés y el asombro del visitante. En la antigua "Estación Divisadero", pintoresca edificación de arquitectura inglesa declarada "Monumento Histórico y Patrimonio de la Cultura e Historia Madariaguense", es donde actualmente funciona el "Museo del Tuyú" de características histórico-regionales.


El 29 de enero, estando Diego Maradona en Mar del Plata, sumó su repudio al asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas.
Duhalde, a partir de entonces, siempre estuvo convencido de que había que buscar a los autores del asesinato de Cabezas en una oscura asociación entre policías bonaerenses ligados con el narcotráfico (¡si lo sabría él!), la estructura de poder de Yabrán y las expresiones de ese poder cerca del gobierno nacional. Al frente de la investigación policial se puso al comisario mayor Víctor Fogelman, considerado un cientificista dentro del cuerpo.


Lo primero que hizo fue seguir una pista falsa y detuvo a cinco delincuentes comunes de Mar del Plata, entre ellos a Margarita Di Tullio, una meretriz de los cabarets del puerto conocida como "Pepita la pistolera" que, de acuerdo con la hipótesis de entonces, era extorsionada por el malogrado Cabezas. La causa judicial, radicada en Dolores, y a cargo del juez José Luis Macchi descubre la complicidad de bandas de marginales y de grupos de la Policía Bonaerense, a quienes Duhalde había calificado hacía pocos meses como "la mejor policía del mundo". Macchi, al principio, anudó algunas marchas y contramarchas y mantuvo presos a los "pepitos" durante dos meses, hasta que la pista se derrumbó sola y la Cámara Penal de Dolores los liberó con un fallo durísimo en el que reclamó a Fogelman que se dejara de hurgar en caminos erróneos y apuntara, de una vez, sobre la Policía Bonaerense.


Aunque nunca existieron pruebas concretas (por lo menos, hasta ese momento), la percepción de la gente apuntaba hacia el empresario Alfredo Yabrán. Miembros de su custodia personal aparecían involucrados en el crimen. Entre otros efectos, el asesinato de Cabezas provoca una purga en la policía de la provincia de Buenos Aires, que el gobernador ya había empezado a depurar por el compromiso de muchos de sus cuadros con el narcotráfico y otras formas de delito. Aunque parezca mentira, a pesar de los esfuerzos infructuosos del Dr. Duhalde por presentar a su gobierno como a uno de los mejores de la provincia a lo largo de la historia, el hecho anteriormente relatado sería el principio del fin para su fracaso de aspirar a la presidencia. Pues, aquel 25 de enero –siendo el detonante el cadáver de Cabezas- la pelea Menem-Duhalde entró en una dinámica mucho más dramática, que en varios momentos arañó el desborde.


En febrero, el gobernador Duhalde se entrevistó con el ex ministro Cavallo para averiguar más datos sobre la relación entre el poder económico y el poder político con eje en Yabrán.
A mediados de marzo, el juez del caso Cabezas, José Luis Macchi, comenzó a preguntarse por qué podían haber matado al periodista gráfico. Fue un crimen por encargo, seguramente se dijo, y entonces había que buscar al instigador. Los sospechados eran dos: por un lado el empresario telepostal Alfredo Yabrán, al que Cabezas había fotografiado cuando su imagen era desconocida y sobre quien se había escrito mucho y en tono crítico en la revista "Noticias"; por el otro, los ex jefes de la Policía Bonaerense, que no disimulaban su rencor porque Duhalde los había echado en una purga de agosto de 1996 y que bien podían haber elegido a un fotógrafo de "Noticias" –no olvidemos en este marco la foto de José Luis a Klodczyck, con el título en letras catástrofe "Maldita Policía"- como un símbolo para golpear al gobernador.


Mientras tanto, en La Plata, el secretario de Seguridad, Eduardo De Lázzari, llevaba adelante una investigación paralela y secreta. Duhalde, el 2 de abril, decidió jugar sus cartas y blanqueó ante el juez Macchi el resultado de ese trabajo: el asesinato, dijo, fue ejecutado por el ex subcomisario de Pinamar, Gustavo Prellezo, y cuatro ladrones de Los Hornos a las órdenes de una mafia policial de la Costa. Esta pista sí era buena, y los cinco sospechosos fueron detenidos en las dos semanas siguientes. La banda de Los Hornos confesó en parte y acusó a Prellezo de hacer los disparos asesinos, aunque el policía, extraoficialmente, decía que sólo había querido asustar a Cabezas y que a uno de los ladrones se le había ido la mano. El caso parecía cerrarse, pero no alcanzó. El gobierno bonaerense, sondeos de opinión mediante, se vio forzado a seguir indagando sobre el autor intelectual. Los ex jefes de la Policía –Pedro Klodczyck a la cabeza- comenzaron a presionar a De Lázzari para que no se los investigara. El secretario de Seguridad debió renunciar, argumentando que estaba enfermo. Fue reemplazado por Carlos Brown y entonces sí, todas las miradas apuntaron a un solo hombre: Yabrán.


Poco después de aquella reunión entre Duhalde y Cavallo, en febrero, la investigación del "caso Cabezas" sobre todo después de la detención de Prellezo como presunto autor material del crimen, profundizaba la pista Yabrán, luego de comprobarse los contactos del detenido con Gregorio Ríos, el jefe de la seguridad del empresario de OCA. Por su parte, en abril, Yabrán es citado en el Congreso, entre desórdenes y abucheos. Es que el empresario, hasta entonces casi clandestino, estaba sospechado por el "caso Cabezas", a partir de los contactos de Yabrán y su círculo con sectores menemistas. Duhalde se enganchó inmediatamente en esa trama. Inevitablemente el clímax del conflicto se hacía ostensible, cuando Duhalde señaló directamente al empresario telepostal como el sospechoso de la autoría intelectual del crimen y la estructura provincial de investigación del caso empezó a publicitar los resultados de la aplicación del sistema informático Excalibur, de seguimiento de las llamadas telefónicas, que desnudaron los estrechos contactos entre Yabrán y altos funcionarios del gobierno nacional. Es decir, el empresario pronto quedó cercado por su aparato de seguridad, formado por ex represores de la dictadura. Se encontraron indicios comprometedores, como la agenda de Prellezo repleta de teléfonos en clave del empresario y su entorno, o los sospechosos contactos entre el policía y el jefe de la seguridad de Yabrán, Gregorio Ríos.


Se acentuó el desafío al Presidente Menem por parte de, su pretendido, heredero natural: el gobernador Eduardo Duhalde. Éste pareció encerrarse en su juego de presentarse simultáneamente parecido y diferente al menemismo.
Continuando con el intrincado "caso Cabezas", digamos que ya se tenía la certeza de que el presunto asesino del reportero gráfico era uno de los policías de confianza de Yabrán en Pinamar, donde el empresario tenía casas e inversiones, y este elemento definió los movimientos del juez, que el 23 de mayo lo recibió en su despacho, junto a Ríos, para que declararan como testigos. Mientras Duhalde provocaba un temblor político cuando, en el Senado, le recomendó a Yabrán que se buscara "un buen abogado". De los 135 cuerpos de la causa, los últimos 110 están abocados a investigar al empresario y su entorno. Se incluyen listados de los llamados telefónicos hechos desde la oficina y la casa de Yabrán, procesados por el sistema Excalibur, una computadora que rápidamente se convirtió en estrella. Las revelaciones del programa Excalibur comprobaron muchos vínculos entre Yabrán y el gobierno nacional y forzaron la renuncia del entonces ministro de Justicia de la Nación, Elías Jassan, que había negado conocerlo y quedó atrapado en la lista de 103 contactos telefónicos entre su celular y la oficina del empresario telepostal.

El 18 de junio, el gobernador daba una vuelta de tuerca y caracterizaba a Yabrán directamente como "uno de los sospechosos" del crimen de Cabezas, en el mismo momento en que el empresario hacía presentaciones judiciales, con pedido de hábeas corpus incluido, con el argumento de que Duhalde pretendía utilizarlo como "chivo expiatorio".
Menem estuvo, otra vez, fuera del país (en Estados Unidos) entre el 19 y el 24 de junio, cuando debió reemplazar al más habitual de los interlocutores telefónicos de Yabrán –como ya se dijo-, el entonces ministro de Justicia Elías Jassan. Al mismo tiempo, el presidente hizo una fuerte defensa pública del empresario telepostal que contrastaba con las acusaciones de Duhalde. Más aún, el presidente ordenó al jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, que recibiera en audiencia especial a Yabrán para escuchar sus quejas sobre una supuesta persecución a la que lo sometía el gobernador. Cuando entró en el despacho del ministro Jefe de Gabinete, Jorge Rodríguez, en la mañana del 24 de junio, Alfredo Yabrán, el hermético empresario telepostal, a quien Domingo Cavallo le atribuía desde 1995 el carácter de "jefe" de las mafias "enquistadas en el poder" y a quien Eduardo Duhalde acababa de considerar "sospechoso" de la autoría intelectual del crimen de José Luis Cabezas, quedó consagrado como un personaje central también de la política argentina. En el momento en que se concretaba la polémica entrevista en la "Rosada", el presidente Menem en Nueva York aún, ensayaba una nueva defensa pública del empresario, víctima según él de una "campaña de prensa". Al mismo tiempo lanzaba la primicia de que el entonces embajador en Washington, Raúl Granillo Ocampo, sería el reemplazante del hasta entonces ministro de Justicia, Elías Jassan, quien fuera acusado gravemente, precisamente, por las evidencias de sus asiduos contactos telefónicos con Yabrán, detectados a través del sistema informático Excalibur por el equipo de la Policía Bonaerense dedicado a la investigación del "caso Cabezas".


En la misma circunstancia de la entrevista entre Yabrán y Rodríguez, en La Plata, el vicegobernador Rafael "Balito" Romá aseguraba que, de haber estado en Buenos Aires, hubiese participado de la manifestación con bocinazos convocada por la oposición del FrePaSo y del radicalismo para repudiar la concesión de la audiencia oficial al sospechado empresario. Luego, Romá aclaró que se trataba de una toma de posición estrictamente personal, pero a nadie le quedó duda de que, para expresar lo que había expresado, contaba con la aquiescencia del gobernador Duhalde.


Es que la centralidad política adquirida por Yabrán se había construido esencialmente en el desarrollo del creciente enfrentamiento entre el proyecto presidencial de Duhalde y las desmedidas aspiraciones de Menem y su séquito de aduladores de conseguir la posibilidad de un tercer mandato consecutivo o, por lo menos, de conservar una porción determinante de poder, dos proyectos que la realidad se empecinaba en demostrar como mutuamente excluyentes. Sólo una frágil tregua pactada por el presidente y el gobernador en la medianoche del 27 de junio, en la casa particular de Eduardo Menem, a partir del temor compartido a un desastre electoral en octubre, permitió bajar el perfil de la pelea específica, en términos imprevisiblemente precarios.
Tanto el presidente Menem como el gobernador Duhalde elogiaron la precandidatura de Alfonsín, en tanto que el Frepaso interpretó ese lanzamiento a la arena política como un intento, funcional al oficialismo, de minar la alta intención de votos que le daban las encuestas a "Graciela" en la provincia. Las estocadas de Duhalde contra Yabrán y el menemismo fueron retomadas –en reiteradas oportunidades- por la esposa del gobernador, "Chiche" Duhalde, convertida en primera candidata a diputada nacional por el Partido Justicialista bonaerense y, por lo tanto, revestida de una representación política importante. Desde el lugar del sentido común doméstico en el que se colocó permanentemente en todas sus declaraciones públicas, Chiche usó casi como un latiguillo la frase según la cual "para la gente, los principales sospechosos del caso Cabezas son Yabrán y sectores de la Policía Bonaerense". A medida que se acercaba la fecha de las elecciones, sobre todo a partir de la conformación concreta de la Alianza, el presidente y el gobernador compitieron sin concesiones por ocupar el centro de la escena. A cada gesto diferenciador de Duhalde, Menem respondía con una nueva iniciativa a favor de la "nacionalización" de la campaña.


Continuamos, y no nos olvidamos de Cabezas. Aunque no había, ni hay, indicios concretos sobre el motivo que pudo haber llevado a Yabrán a ordenar el crimen, el 1° de septiembre el juez, asesorado y, en cierto modo, presionado por el gobierno de Duhalde, decidió ordenar la detención de Gregorio Ríos, que se entregó en la Brigada de Dolores, después de escapar de la Justicia durante 60 horas. Fue el detenido número nueve, sumándose a los supuestos asesinos, el informante que aportó la pista "pepitos" y dos policías cómplices de Prellezo. El empresario telepostal y su vocero, Wenceslao Bunge, protestaron reiteradamente por la presunta intención de Duhalde de utilizar el caso del asesinato de Cabezas y la supuesta implicación de Yabrán-Ríos-Prellezo como instrumento determinante de la campaña electoral para el 26 de octubre.


El 10 de octubre, Yabrán fue llamado a declarar como imputado y sospechoso de la autoría intelectual del crimen más sórdido y con motivaciones políticas desde la última dictadura militar. Su nombre parecía quedar atado a un crimen, por el momento, impune. Desde allí, las sorpresivas apariciones públicas del empresario telepostal –quien, hasta entonces había cultivado un cuidadoso incógnito-, con largas declaraciones a distintos medios de prensa, buscaron con persistencia estratégica caracterizar las denuncias del gobernador como una jugada estrictamente política. Una serie de solicitadas firmadas por Yabrán, en distintos momentos del año, también tomaron ese argumento como línea central de defensa frente a las sospechas levantadas en su contra por la autoría intelectual del crimen de Cabezas.
El 15 de mayo de 1998, el juez de Dolores a cargo del "caso Cabezas" –José Luis Macchi-, ordenó la captura del principal sospechoso de ser el autor intelectual del homicidio calificado del fotógrafo: Alfredo Yabrán. Cinco días después, el empresario telepostal (aparentemente) se suicidaba en una de sus Estancias en Entre Ríos. Este hecho se inscribe, también, en la circunstancia que pocos días antes había declarado ante el juez la esposa del principal acusado como autor material del asesinato del periodista gráfico, el ex policía bonaerense Gustavo Prellezo, quien dijo que detrás del crimen había estado Yabrán. El testimonio de Silvia Belawsky –también perteneciente a la policía bonaerense- parece haber sido determinante para el abrupto final del empresario entrerriano. En los textos, aparentemente dejados por don Alfredo, éste insiste en su defensa política al cargar contra su máximo enemigo en las horas finales: el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, el hombre que siempre creyó que el crimen de Cabezas fue una operación en su contra que terminó sellando su derrota en las legislativas del ´97 y que también le impidió alcanzar la presidencia -"maldición del gobernador de la provincia de Buenos Aires"- en 1999.
Yabrán había sido el motor de la pelea Menem-Duhalde por la sucesión presidencial. Y con su muerte, el gobernador quedó privado de una herramienta de presión en su batalla quijotesca contra el menemismo. La desaparición del empresario tuvo el inmediato efecto de clausurar la causa Cabezas, que había alcanzado un punto de ebullición en el preciso momento en que se produjo su desaparición física. Quizá también llegó a impedir escarbar el crimen hasta la médula, un reclamo –por demás- de la más elemental justicia. La última palabra la diría el juicio oral, después de naufragado el proyecto presidencial de Duhalde.
El 14 de diciembre de 1999, la Fiscalía le imputó al empresario postal, ya muerto, Alfredo Yabrán, la autoría intelectual del crimen del fotógrafo de "Noticias". Gregorio Ríos está acusado de instigador. Su defensa sufrió un traspié. En la primera audiencia del juicio por el homicidio de José Luis Cabezas, la sombra de don Alfredo se convirtió en uno de los ejes centrales. Repetimos, la Fiscalía le imputa al empresario muerto la autoría intelectual del homicidio y al jefe de la custodia, Gregorio Ríos, el rol de instigador. La defensa de Ríos planteó un recurso de nulidad, pero no prosperó.
El 17, un periódico hace patente los temores del hornero Braga. "En la cárcel estoy vivo, afuera me hubieran matado", reflexionó ante los periodistas. Horacio Braga, el miembro más comprometido de la banda de Los Hornos, hizo nuevas revelaciones sobre la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas, mientras se sustancia el juicio en Dolores. Por su parte Prellezo admitió que Yabrán quería "un verano sin ser molestado".


El 19, la defensa del ex policía Gustavo Prellezo confía en que la ronda de testigos que se iniciará en el día de mañana en los tribunales de Dolores resulta favorable al acusado de ser autor material del asesinato de José Luis Cabezas. Entre los testigos citados aparecen cuatro personas que en su momento no reconocieron al ex policía, entre los que merodeaban la casa del empresario postal Oscar Andreani.


Un testigo dijo que la banda de Los Hornos se jactaba del crimen de Cabezas. El testigo, que es un vecino de los imputados, aseguró que Retana estaba convencido de que tendría más prestigio en el hampa "platense" y que así podría convertirse en el jefe de la barra brava de Estudiantes de La Plata.


El 6 de enero de 2000 declaró, en el caso Cabezas, Horacio Braga culpando a Prellezo. Dijo que el ex policía lo hizo para vengarse de su anterior jefe, el ex comisario Alberto Gómez.
Entonces se pide perpetua para la mayoría de los acusados, mientras que Redruello quedó libre. Para los fiscales, el fallecido empresario Alfredo Yabrán fue quien ordenó el asesinato del infortunado fotógrafo. El 21, en una extraña jornada, en la que el abogado de la familia Cabezas lloró mientras estaba relatando cómo habían secuestrado al fotógrafo. Los querellantes pidieron la reclusión perpetua de los ocho acusados por el homicidio y, al igual que los fiscales, sindicaron al empresario Alfredo Yabrán como el autor intelectual del crimen. "No puedo, no puedo", dijo el abogado Alejandro Vecchi y se tomó la cara con ambas manos, ante la sorpresiva mirada de todos los asistentes en la sala de audiencias.


El 28 de enero el juicio por el caso Cabezas entraba en la recta final. Ya habían terminado los alegatos y ahora llegaba la hora de la verdad. En los próximos días el tribunal daría a conocer el veredicto tras cuarenta y siete días de juicio oral y público. Los nueve imputados en la causa se negaron a hablar ante los jueces y el presidente del tribunal, Pedro Begué, anunció que en la próxima audiencia se leerá el veredicto y en caso que así corresponda, la sentencia.
El 2 de febrero, después de tres años del horrendo crimen, la Justicia condenó a durísimas penas, de reclusión y prisión perpetua, a los asesinos de José Luis Cabezas. La Cámara Federal de Dolores sostuvo que el crimen del fotógrafo fue el producto de un "plan deliberado y frío", con tres actores principales: el empresario Alfredo Yabrán, su custodio Gregorio Ríos y el policía Gustavo Prellezo, quien deberá cumplir reclusión perpetua como autor material del crimen. Ríos cumplirá prisión perpetua como instigador. Además, fueron ocho los declarados culpables. A la banda de Los Hornos le dieron prisión perpetua, pero a dos los consideraron coautores del crimen (Braga y González), y a otros dos partícipes primarios (Retana y Auge). Los ex policías Luna y Camaratta también fueron condenados a reclusión perpetua como partícipes secundarios. La única que zafó fue Belawsky, que sólo fue condenada a cuatro años por estafa y, de todos modos, quedaba en libertad. Las penas más duras fueron por la condición de policías de los imputados. El Tribunal consideró que el plan original no era matar a cabezas, sino asustarlo. Y que todo se desató por la molestia de Yabrán ante la búsqueda del fotógrafo.

La investigación había llegado a los intersticios de las redes mafiosas en Argentina. Desnudó las conexiones de Yabrán con el poder y descifró los mensajes que lo ligaban con los asesinos de Cabezas, lo que provocó la fuga y luego el suicidio del empresario, en mayo del ‘98. Aunque la Cámara propuso que se continuara avanzando en la investigación. La familia Cabezas demandó a los herederos de Yabrán, reclamándoles 13,5 millones de dólares de indemnización. La Justicia trabó un embargo sobre los herederos y pidió que se abrieran las cuentas de Yabrán en el exterior.


Al día siguiente, el gobernador bonaerense Ruckauf descartó en forma terminante la posibilidad de conmutar las penas a los asesinos de Cabezas. Porque los defensores de la banda de Los Hornos le habrían cursado al gobernador un pedido en ese sentido. Todos los condenados preparaban sus apelaciones. Anuncian que habrá una investigación para aclarar lo que falta. El gobernador bonaerense afirmó el mismo día de la sentencia que "de ninguna manera" otorgaría una conmutación de penas a favor de los ocho condenados por el crimen del reportero gráfico José Luis Cabezas.


Conexo al caso, le pegaron un tiro a la mujer de un condenado. En un confuso episodio, un delincuente baleó en este día a Mónica Oyarbide de treinta años, esposa de Héctor Retana, uno de los integrantes de la banda conocida como "los horneros", que la justicia condenó por el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas. El hecho ocurrió en Los Hornos y la mujer tuvo que ser internada en un hospital.
El 24 de febrero de 2005 recupera la libertad el segundo "hornero", miembro de la banda de delincuentes que asesinó a José Luis Cabezas. Había sido condenado a dieciocho años de prisión, pero Sergio González –de él se trata- cumplió apenas siete por el beneficio del dos por uno.
El 14 de abril de 2005, pagando una fianza de veinte mil pesos queda en libertad el último miembro que estaba en cautiverio de la banda de los horneros y autor material de la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas, Horacio Braga. Una reducción de pena ordenada por la Cámara de Casación permite su libertad.
Más allá de la época de que se trate, las barras bravas de Estudiantes y de Gimnasia siempre revelaron un elevado grado de peligrosidad. Involucradas en la batalla de San Vicente y encolumnadas según quien lo denuncie detrás de la filial de la Uocra platense que lidera el duhaldista Juan Pablo "Pata" Medina, han protagonizado hechos de sangre en distintos escenarios. La banda de los horneros que participó en el crimen de José Luis Cabezas se nutrió de barrabravas de segunda línea de Estudiantes como Héctor Miguel Retana, ya fallecido. El 2 de abril de 1997, en su quinta de San Vicente, lo recibía el por entonces gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde. Compartieron un asado, vieron un partido entre las selecciones de la Argentina y Bolivia y Retana le contó lo que sabía sobre el asesinato del reportero gráfico. En la vecina quinta de Perón y ante las cámaras de televisión, los violentos de Estudiantes reclutados por Medina, en medio de los disparos y los proyectiles que volaban, se permitieron un gesto futbolero. Con siete dedos señalaban la cantidad de goles que su equipo le había propinado a Gimnasia en el clásico de la ciudad.



La ignorancia es el peor enemigo de la civilizacion, y la ignorancia suele ser, en sus efectos y frecuentemente en sus impulsos, tan malvada como la misma maldad. Eugenio Maria de Hostos

FUENTE :

Todo taller de FORJA parece un mundo que se derrumba.
Mónica
monica@loquesomos.org

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