OSVALDO SORIANO, MARPLATENSE, ESCRITOR, TALENTOSO Y FUTBOLERO

Por: José Luis Ponsico (*)

   Era hijo de Aracelis Lora y Alberto Francha, inspector de la ex Obras Sanitarias de la Nación. Fue en vida Osvaldo Soriano y nació en Mar del Plata, enero del ´43, cinco meses antes de la Revolución "de los coroneles". A los 26 años emigró a Buenos Aires. Le gustaba el periodismo. Luego, célebre como escritor contemporáneo.

    Murió en enero del ´97, víctima de una enfermedad incurable. Dejó esposa y un hijo chico que sigue sus pasos. Soriano tenía 54 años (la edad "de oro" en un intelectual) cuando falleció en la Capital Federal. Escribía de noche y dormía de día. En los ´90 se había volcado hacia la computadora. Admirado por una generación de escribas.

   Por la actividad del padre, vivió en Tandil, tras una fugaz estada en la Patagonia. Considerado Roberto Arlt "no dramático", Soriano debió abandonar la Argentina en el ´76, cuando el país quedó bajo la órbita de la Junta Militar. Ya era famoso por su primera novela "Triste, solitario y final", editada en 1973.

    Llevado por el mítico Jacobo Timerman en 1971, legendario periodista que inauguró la Redacción del diario "La Opinión", donde Soriano trabajaba como columnista, un conflicto laboral afectó al joven redactor. Era 1974 y en julio había muerto Juan Domingo Perón. Se venía otro país.

  En el ´76 se fue a vivir a Europa. Se radicó en Bélgica. Hacia fines de la década del ´70 escribió "Artistas, locos y criminales", libro editado en 1984. Soriano en poco tiempo había trascendido entre los periodistas de elite. Ya era "el Gordo", pero casi nadie sabía que era marplatense.

    Lo mismo había ocurrido con Astor Piazzola a fines de los ´40, cuando estaba en la orquesta de Aníbal Troilo y trascendía por su talento musical con el bandoneón. Se había ido joven y sin ningún suceso local. Ocurrió con el "Negro" Guillermo Brizuela Méndez y un bisoño Juan Manuel Bordeu.

    Osvaldo S. entre 1969 y el ´71 escribió en las Redacciones de "Confirmado" y "Primera Plana" y ganó prestigio siendo muy joven. Por esa razón "lo pidió" el implacable Timerman. La guerrilla urbana condicionaba el gobierno de facto del general Alejandro Lanusse y el regreso del ex Presidente de la Nación, Juan Perón, era una consigna revolucionaria.

    Soriano era marplatense, futbolero y talentoso. No le gustaban "los trabajos usuales" en mayoría de jóvenes que habían desertado del secundario. El autor de “Triste, solitario y final”, premiado en 1973, dejó los estudios en tercer año. Se consideraba "haragán".

    Hincha de San Lorenzo de Almagro. En Buenos Aires, se hizo "militante" de la causa "azulgrana"
Políticamente, como intelectual en los ´70, fue convocado por la "ola revolucionaria" latinoamericana, sin estar enrolado en una corriente política. En una simplificación ideológica, Soriano era de "izquierda". Pero una "izquierda literaria".

    No había tenido militancia expresa en ninguno de los partidos políticos de posiciones extremas. Ni siquiera en el ascendente Partido Intransigente donde los referentes de "la izquierda setentista", los sobrevivientes, hicieron su experiencia siguiendo al popular "Bisonte" Oscar Allende.

     En los ´80 vivió distintas experiencias estando en Europa. Por un lado su consagración como escritor -su novela "No habrás más penas ni olvido" fue traducida a varios idiomas y llevada al cine por Héctor Olivera- pero como gran frustración el descenso en el ´81 de San Lorenzo a Primera B.

     El radicalismo impulsado por Raúl Alfonsín, personalidad "rebelde" en la interna partidaria, en el ´83 se transformó en una alternativa válida para la mayoría de la sociedad en la vuelta de la democracia. Osvaldo Soriano no fue la excepción. Sin ser radical, experimentó -como otros 7 millones de argentinos que votaron a la UCR- una ilusión legítima.

     En los ´90 vivió el desencanto alfonsinista igual a miles de votantes diez años antes. Soriano ya era célebre y vivía con mucho escepticismo los primeros años del gobierno de Carlos Menem, en el marco de una transformación inédita dentro del propio peronismo.

     La apuesta al liberalismo y a la entronización, en el peronismo, del "caballo de Troya" que significó el ministro Domingo Cavallo, afectó a la mayor parte de la intelectualidad argentina. Soriano no fue la excepción. Su amor por San Lorenzo lo llevó a entrevistar -extrajo datos para uno de sus celebrados cuentos- al mítico goleador, José Sanfilippo.

     En un viaje imaginario por el interior del híper-mercado de origen francés, situado en el mismo lugar donde durante medio siglo vibró el "Viejo Gasómetro" de la avenida La Plata al 1500, Soriano quiso que el popular "Nene" Sanfilippo contara el gol, inolvidable, de "taquito" a Antonio Roma, el 12 de octubre de 1962.

     Sobre una góndola donde había distintas marcas de mayonesa, el ex futbolista imaginó el arco -cientos de personas mirando la escena 30 años después- Soriano con una sonrisa cómplice, preguntando: "¿Quién le puso ése gran pase de 35 metros ?". La respuesta inmediata de Sanfilippo incluye otro recuerdo.

     Esa tarde jugaba con un "11 mentiroso" en su espalda, el zurdo Elvio Capdevila, fallecido trágicamente hace casi 6 años en Mar del Plata, luego de un entredicho doméstico con un ex oficial de Policía bonaerense. Siguió Sanfilippo: "El Negrito Capdevila, casi debutante, tenía gran pegada y le pedí la pelota pasada a la espalda del brasileño Orlando", disparó el recuerdo del "Nene".

     Soriano tomaba nota para su posterior contratapa en "Página 12" donde volcaba, como Eduardo Galeano y Juan Sasturain, distintos relatos futboleros desde el talento literario. Aquél clásico entre San Lorenzo y Boca había terminado 2 a 2 -el otro gol azulgrana también lo hizo Sanfilippo, de penal- pero los recuerdos seguían con afecto.

     De repente, Sanfilippo con 57 años en ese momento, hizo un ademán manteniendo el equilibro, para imitar el "taquito" que concluyó en gol, antes de los 30 segundos de comenzado el partido. Ese año Boca fue campeón un mes y medio más tarde, cuando el propio Roma le atajó el penal al brasileño "Delem".

     Soriano y Sanfilippo terminaron firmando autógrafos en una demostración práctica de cómo el fútbol y la literatura puede ir juntos, en este caso a un supermercado, aunque sea por un rato. El amor a San Lorenzo, de ambos, había hecho el resto. Ambos sabían que ninguno hubiera podido hacer lo del otro.

     El escritor había intentado jugar de "punta de lanza" en un club ("polvoriento" calificó Soriano alguna vez) de la Patagonia y el "Nene" Sanfilippo lleva entre sus cosas un anotador, sólo "ayuda memoria". Su fuerte nunca fue la literatura.

(*) Periodista de la agencia Télam

Publicando en: Diario el Atlántico

Comentarios