ODIO

*Por Alejandro Fernández

Los odio, un sentimiento tan simple, tan profundo, tan inexplicable y mortal como cualquiera. Los odio por impedirme dudar de su proyecto a cada paso, por inundar mis días de respuestas que creí olvidadas en el tiempo, por darme un cachetazo de ideales, por sacudirme la modorra que imprimen los medios día a día.
Los odio, tan sencillo como eso… tan complejo como resulta caminar entre tanto futuro al alcance de la mano. No puedo evitar odiarlos, ustedes se lo buscaron, yo no pedí ver mis sueños transformarse en realidad. O al menos, no recuerdo haberlo pedido con la fuerza suficiente.
Los odio, y no exagero ¿qué otra cosa pretendían después de ningunear mi egoísmo de clase? ¿Acaso ansiaban revivir ideologías en desuso, que solo apuntan a comprometerme en un diseño de país común a todos?
Se equivocan, yo no pedí esto… yo estaba tranquilo, viendo pasar la historia, enredado en mis cosas. No pedí ser parte de esta aventura, tampoco me negué para ser sincero.
Pero los odio, no dejo de hacerlo. Por esa soberbia que destilan sus palabras al hablar de “Patria Grande”, de “pueblo” de “futuro”.
Me levanto y sigo odiándolos, como nunca antes, como tal vez nunca odie a otros. Fueron ustedes, yo no empecé esto, ustedes me empujaron al vacío que implica pensar en mis semejantes como iguales, a repensar la historia, a levantar banderas ya grises por el paso de los años.
Los odio de una forma inenarrable, como solo yo se odiarlos, como los odian los rincones de mi barrio, como los odia el viento que me corta el aire. Los odio por no haber yo reaccionado antes, por inyectar entusiasmo al pueblo, por desdibujar mis dudas con hechos impactantes.
No lo duden, los odio… los odio tanto que los siento propios, cercanos, hermanados… caminando juntos. Y les agradezco, nunca dejare de hacerlo, por habernos despertado del letargo… por habernos devuelto la esperanza.
¿Si los odio? ¡nahh!! Los sentimientos a veces se confunden, así como los pueblos y la historia misma. Pero es tiempo de otra cosa, es tiempo de seguir despertando juntos, de seguir escribiendo nuestro relato.

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