POR OTRO JUNIO



*Por Claudio Díaz

Junio es un mes que duele en el cuerpo peronista. Bombardeo en 1955; fusilamientos en 1956; Ezeiza en 1973; palabras de despedida de Perón en 1974; Malvinas en 1982.

Demasiadas llagas abiertas para un movimiento lacerado una y otra vez pero siempre vital, erguido de generación en generación por millones de almas compañeras que toman la posta intensamente convencidos de esa misión reivindicativa que tienen por delante. Conscientes, incluso, de que en el camino aparecerán con mensajes de muerte.

Ahora transitamos otro junio: el de este flamígero 2009 que nos puede conducir a un nuevo invierno-infierno de ostracismo. No estamos diciendo que tenga similitud con aquellos lutos, aunque lo que suceda en la tarde-noche del 28 resulte determinante para palpitar el futuro. Frente de tormenta sobre nuestro cielo u horizonte algo nuboso pero con el sol queriendo asomar en lontananza.

Una cuestión de retroceso o avance en tablero donde se dirime la lucha por Ser o no ser. Podemos y debemos seguir discutiendo si el matrimonio Kirchner-Fernández hizo muchas o pocas cosas peronistas. Si su búsqueda política está asentada sobre verdaderos pilares nacionales o si, por el contrario, carece de consistencia doctrinaria. Si realmente llevan en la mente y el alma al peronismo o, más bien, pretenden reemplazarlo “por otra cosa”. Si se animaron a modificar algunas estructuras de poder pero dejaron en pie a otras. Si acertaron en definir al enemigo pero cometieron un montón de errores a la hora de armar el equipo que debe enfrentarlo.

Podemos y debemos seguir discutiendo todo esto y mucho más. Podemos y debemos, también, marcar las cosas que molestan. Por ejemplo, que los candidatos porteños vayan a rendir examen ante la corte de la masonería. Que la formación política de nuestros jóvenes siga desatendida porque se prefiere disponer de empleados dóciles que hagan carrera en lugar de militancia. Que lugares estratégicos como la educación y los medios de comunicación en manos del Estado sigan abiertos a expresiones políticas de casi todo el espectro ideológico menos del peronismo. Y que en esta nueva era de cholulismo los candidatos no ameriten conductas militantes sino fama, permitiendo que el locuaz ministro Massa se convierta por un rato en muñeco de Marcelo Tinelli. Señales, todas estas, que confunden y abren dudas acerca de los verdaderos propósitos que se persiguen.

Sin embargo, y más allá de todas estas contradicciones, falencias, dudas doctrinarias e inconsecuencias exhibidas, hay algo que ya no admite ningún tipo de discusión: si el enemigo le apunta al llamado kirchnerismo es que hay algo que marcha mal (para ellos) y en consecuencia bien para el resto (nosotros, el pueblo). Casi como de cajón: si Kirchner se metió con el campo y las AFJP y pasó lo que pasó; si la sola decisión de querer meterse con el bolsillo de los ricos generó esta reacción en cadena de los poderes locales y extranjeros, es que el rumbo que tomó la Argentina a partir de 2003 es el indicado, aunque todavía la conducción dude de si el camino elegido es el correcto como para llegar a ese horizonte de liberación que tanto anhelamos.

Hemos dicho en otras oportunidades que no hay, ni atrás ni adelante, ni mucho menos a los costados, algún otro “medio” que pueda transportarnos hacia aquella meta. Aunque el peronismo no puede ser vehículo de cualquier política. Sacando a unos pocos dirigentes que honran la pasión de transformar la realidad para alcanzar la justicia social que necesitan sus compatriotas, y al movimiento obrero que desde la CGT de Moyano mantiene una coherencia y un compromiso permanente al rescate de la Revolución Inconclusa, ¿qué puede esperarse de los farabutes de la politiquería? ¿Qué más pueden dar que no sean discursos oportunistas, promesas vanas y demostración impune de que quieren gobernar para los detentadores del poder y la riqueza?

Tener que soportar, en otra reedición histórica de la Unión Democrática, la orgía pornográfica que junta en un mismo lecho a la Sociedad Rural, a la traidora UIA capitaneada por el Grupo Techint, al radicalismo enancado en la Coalición CINICA, a la cada vez más imbécil izquierda porteña, a la oligarquía periodística y a la clase media gorila y racista, nos despierta ese sentimiento primario de ir al frente con todo el empuje y la fuerza de nuestros candidatos, por una cuestión de identidad y pertenencia.

Pero también de supervivencia de lo que somos y de lo que queremos ser como continuidad de un legado histórico que está por cumplir 200 años. Está más que claro que lo que en realidad se busca es atacar al peronismo, a su matriz y a su impronta. Que equivale a decir, aunque a algunos les resulte exagerado o extemporáneo, a la Nación misma.

Lo que debe tener en claro nuestro gobierno y quienes lo apoyamos es que, si realmente estamos convencidos de la búsqueda de distribución y reparto real de la riqueza, la única vía por la que se llega a ese estado es por la del peronismo. No sólo desde el punto de vista doctrinario sino además como fuerza de ordenamiento social.

Mejorar de verdad el bienestar del pueblo no es un juego de chicos. Y para acometer esa tarea hay que peronizar definitivamente la construcción del poder nacional y popular que nos conduzca a la salida. En palabras de Perón, romper huevos… Todos los que hagan falta. Esa será la única manera de poder hacer la tortilla y darle de comer a nuestros hermanos que todavía pasan hambre. Por eso, el domingo 28, y contra el “resto del mundo”, vamos por la hazaña. Iluminados por los muertos que alumbran el camino.

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